El Evangelio de la liturgia de la misa de hoy, 26 de noviembre, nos habla de esos acontecimientos que han de ocurrir al final de los tiempos; que no son necesariamente el final total de la historia, sino una interrupción, por la intervención divina a través de la Parusía o segunda venida gloriosa de Jesucristo, para doblegar las fuerzas del mal encabezadas por el Anticristo, brazo derecho de Satanás, que están diezmando a la Iglesia, enfriando la fe y socavado el amor y la convivencia de toda la humanidad.
Antes de nada decir que aunque Jesús habla del templo y de su destrucción, del que no quedará piedra sobre piedra, es claro que el tema no está referida a la destrucción del templo de Jerusalén años posteriores por los romanos, a manos de Tito y su hijo, sino de lo que va a acontecer en termino apocalípticos a final, y así queda explicitado en el evangelio según san Mateo 24,3, en que los discípulos le preguntan a Jesús: «Dinos cuándo sucederá eso, y cuál será la señal de tu venida y del fin del mundo.»
Lectura del santo evangelio según san Lucas (21,5-11):
En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del templo, por la calidad de la piedra y los exvotos.
Jesús les dijo: «Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido.»
Ellos le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?»
Él contestó: «Cuidado con que nadie os engañe. Porque muchos vendrán usurpando mi nombre, diciendo: «Yo soy», o bien «El momento está cerca»; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque eso tiene que ocurrir primero, pero el final no vendrá en seguida.»
Luego les dijo: «Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países epidemias y hambre. Habrá también espantos y grandes signos en el cielo.»
Para entender más ampliamente el evangelio de hoy hay que leer, al menos en parte, cómo se continua con el evangelio de san Lucas (21,12-13.25-36):
[12]«Pero, antes de todo esto, os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y cárceles y llevándoos ante reyes y gobernadores por mi nombre; [13]esto os sucederá para que deis testimonio.
[25]«Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas, [26]muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo; porque las fuerzas de los cielos serán sacudidas. [27]Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria. [28]Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación.» [29]Les añadió una parábola: «Mirad la higuera y todos los árboles. [30]Cuando ya echan brotes, al verlos, sabéis que el verano está ya cerca. [31]Así también vosotros, cuando veáis que sucede esto, sabed que el Reino de Dios está cerca. [32]Yo os aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda. [33]El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. [34] «Guardaos de que no se hagan pesados vuestros corazones por el libertinaje, por la embriaguez y por las preocupaciones de la vida, y venga aquel Día de improviso sobre vosotros, [35]como un lazo; porque vendrá sobre todos los que habitan toda la faz de la tierra. [36]Estad en vela, pues, orando en todo tiempo para que tengáis fuerza y escapéis a todo lo que está para venir, y podáis estar en pie delante del Hijo del hombre.»
De alguna manera, la gran mayoría de todos estos signos o acontecimientos que se relatan se están dando hoy día. Aunque en todas las épocas se podría hacer una lectura en que se dieran algunos hechos parecidos, jamás se han producido tantos y tan evidentes y acentuados. A continuación exponemos la relación de signos que en total se nos han sido revelados; pistas cuyo objetivo claro es este: estar en vela y salvamos; manteniéndoos firmas en la esperanza pese a los manos momentos que se van a pasar.
Relación de signos:
1. todo el mundo conocerá la Buena Nueva del Reino
-
- Será predicado este Evangelio del reino en todo el mundo, testimonio para todas las naciones, y entonces vendrá el fin (Mt 24,14).
2. apostasía
-
- Tiene que venir la apostasía (2 Tes 2,3).
- Vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo: «»Yo soy el Cristo»», y engañarán a muchos (Mt 24,5).
- Cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará fe sobre la tierra? (Lc 18,8).
- Y si el Señor no abreviase aquellos días, no se salvaría nadie, pero en atención a los elegidos que él escogió, ha abreviado los días (Mc 13,20).
3. secta exotéricas y brujeria
-
- Surgirán falsos cristos y falsos profetas, que harán grandes señales y prodigios, capaces de engañar, si fuera posible, a los mismos elegidos.
4. aparición del anticristo
-
- Tiene (…) manifestarse el hombre impío (2 Tes 2,3).
- Ustedes oyeron decir que vendría el Anticristo; en realidad, ya han aparecido muchos anticristos, y por eso sabemos que ha llegado la última hora (1 Juan 2,18).
- El concertará con muchos una firme alianza una semana (Dan 9,27a).
5. aumento del mal y disminución del amor
-
- Al aumentar la maldad se enfriará el amor de muchos (Mt 24,12).
- Los hombres serán egoístas, avaros, fanfarrones, soberbios, difamadores, rebeldes a los padres, ingratos, irreligiosos, desnaturalizados, implacables, calumniadores, disolutos, despiadados, enemigos del bien, traidores, temerarios, infatuados, más amantes de los placeres que de Dios (2Tes 3,2-4).
6. guerras
-
- Oiréis también hablar de guerras y rumores de guerras (Mt 24,6a)
- Se levantará nación contra nación y reino contra reino (Mt 24,7a).
7. hambre
-
- Habrá en diversos lugares hambre (Mt 24,7b).
8. persecución de los cristianos y la Iglesia
-
- Entonces os entregarán a la tortura y os matarán, y seréis odiados de todas las naciones por causa de mi nombre (Mt 24,9).
- Cuando vean a Jerusalén sitiada por los ejércitos, sepan que su ruina está próxima. Los que estén en Judea, que se refugien en las montañas; los que estén dentro de la ciudad, que se alejen; y los que estén en los campos, que no vuelvan a ella. (Lc 21,20-21). Caerán al filo de la espada, serán llevados cautivos a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por los paganos, hasta que el tiempo de los paganos llegue a su cumplimiento (Lc 21,24).
- Porque habrá entonces una gran tribulación, cual no la hubo desde el principio del mundo hasta el presente ni volverá a haberla. Y si aquellos días no se abreviasen, no se salvaría nadie; pero en atención a los elegidos se abreviarán aquellos días. (Mt 24,21-24).
- Cuando abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los degollados a causa de la Palabra de Dios y del testimonio que mantuvieron. [10]Se pusieron a gritar con fuerte voz: «¿Hasta cuándo, Dueño santo y veraz, vas a estar sin hacer justicia y sin tomar venganza por nuestra sangre de los habitantes de la tierra?» [11]Entonces se le dio a cada uno un vestido blanco y se les dijo que esperasen todavía un poco, hasta que se completara el número de sus consiervos y hermanos que iban a ser muertos como ellos. (Ap 6,9-11).
9. suprimirá la misa, la adoración eucaristica y ocupara su lugar
-
- Cuando veáis, pues, la abominación de la desolación, anunciada por el profeta Daniel, erigida en el Lugar Santo (Mt 24,15).
- En media semana hará cesar el sacrificio y la oblación, y en el ala del Templo estará la abominación de la desolación, hasta que la ruina decretada se derrame sobre el desolador (Dan 9,27b).
10. conversión parcial del pueblo judío
-
- El endurecimiento de una parte de Israel durará hasta que haya entrado la totalidad de los paganos (Rom 11, 25b).
- (pues la conversión total de los paganos serán como consecuencia de la Parusia, no antes).
11. terremotos y peste
-
- Habrá en diversos lugares (…) terremotos (Mt 24,7b).
- Habrá grandes terremotos, peste (Lc 21,11a).
- La peste (Ap 6,8).
12. señales del cielo
-
- Habrá cosas espantosas, y grandes señales del cielo (Lc 21,11b).
13. cataclismo universal inmediato a la venida de Cristo
-
- Se produjo un violento terremoto; y el sol se puso negro como un paño de crin, y la luna toda como sangre, y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, como la higuera suelta sus higos verdes al ser sacudida por un viento fuerte; y el cielo fue retirado como un libro que se enrolla, y todos los montes y las islas fueron removidos de sus asientos (Ap 6,12-14).
- Porque ha llegado el Gran Día de su cólera y ¿quién podrá sostenerse? (Ap 6,13-14).
- Inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, la luna dejará de brillar, las estrellas caerán del cielo y los astros se conmoverán. Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del hombre (Mt 21,29-30a).
- Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas, muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo; porque las fuerzas de los cielos serán sacudidas.]Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria (Lc 21,25-27).
…oo0oo…
Palabras del papa Francisco
(Ángelus, 17 noviembre 2019)
El Evangelio de este penúltimo domingo del año litúrgico (cf. Lucas 21, 5-19) nos presenta el discurso de Jesús sobre el fin de los tiempos. Jesús lo pronuncia frente al templo de Jerusalén, un edificio admirado por la gente por su grandeza y esplendor. Pero Jesús profetizó que, de toda la belleza del templo, de esa grandeza «no quedará piedra sobre piedra que no sea derruida» (v. 6). La destrucción del templo anunciada por Jesús no es tanto un símbolo del final de la historia sino, más bien, de la finalidad de la historia. De hecho, ante los oyentes, que quieren saber cómo y cuándo tendrán lugar estas señales, Jesús responde con el típico lenguaje apocalíptico de la Biblia.
Se sirve de dos imágenes aparentemente opuestas: la primera es una serie de acontecimientos aterradores: catástrofes, guerras, hambrunas, revoluciones y persecuciones (vv. 9-12); la segunda es tranquilizadora: «No perecerá ni un cabello de vuestra cabeza» (v. 18). En primer lugar, una mirada realista a la historia, marcada por las calamidades y también por la violencia, por los traumas que hieren la creación, nuestro hogar común, y también a la familia humana que en ella habita, y a la propia comunidad cristiana. Pensemos en tantas guerras a día de hoy, en tantas calamidades. La segunda imagen, envuelta en la seguridad de Jesús, nos muestra la actitud que el cristiano debe adoptar al vivir esta historia, caracterizada por la violencia y la adversidad.
¿Y cuál es la actitud del cristiano? Es la actitud de esperanza en Dios, que nos permite no dejarnos abrumar por acontecimientos trágicos. En efecto, «esto os sucederá para que deis testimonio» (v. 13). Los discípulos de Cristo no pueden permanecer esclavos de los temores y de las angustias, sino que están llamados a vivir la historia, a detener la fuerza destructiva del mal, con la certeza de que la ternura providencial y tranquilizadora del Señor acompaña siempre su acción de bien. Esta es la señal elocuente de que el Reino de Dios viene a nosotros, es decir, que la realización del mundo se acerca como Dios quiere. Es Él, el Señor, quien dirige nuestras vidas y conoce el propósito último de las cosas y los acontecimientos.
El Señor nos llama a colaborar en la construcción de la historia, convirtiéndonos, junto a Él, en pacificadores y testigos de esperanza en un futuro de salvación y resurrección. La fe nos hace caminar con Jesús por las sendas de este mundo, muchas veces tortuosas, con la certeza de que el poder de Su Espíritu doblegará las fuerzas del mal, sometiéndolas al poder del amor de Dios. El amor es superior, el amor es más poderoso, porque es Dios: Dios es amor. Los mártires cristianos son un ejemplo para nosotros: nuestros mártires, incluso de nuestro tiempo (que son más que los del principio), son hombres y mujeres de paz, a pesar de que fueron perseguidos. Nos dan una herencia que debemos conservar e imitar: el Evangelio del amor y de la misericordia. Este es el tesoro más preciado que se nos ha dado y el testimonio más eficaz que podemos dar a nuestros contemporáneos, respondiendo al odio con amor, a la ofensa con el perdón. Incluso en nuestra vida diaria: cuando recibimos una ofensa, sentimos dolor; pero debemos perdonar de corazón. Cuando nos sintamos odiados, recemos con amor por la persona que nos odia. Que la Virgen María, por su intercesión maternal, nos sustente en nuestro camino cotidiano de fe, siguiendo al Señor que guía la historia.
…oo0oo…
Catena Aurea
San Eusebio
La historia nos manifiesta la magnificencia del templo y todavía quedan restos de él que nos dan a conocer su grandeza. Pero el Señor dijo a los que admiraban la fábrica del templo, que de él no quedaría piedra sobre piedra. Dice, pues: «Y dijo a algunos, que refiriéndose al templo decían que estaba adornado de hermosas piedras, que no quedaría piedra sobre piedra», etc. Convenía, pues, que aquel lugar sufriese una devastación absoluta por la irreverencia de sus cultos.
Beda
La Providencia divina permitió que toda la ciudad y el templo fuesen destruidos con el fin de que ninguno de los que aún estaban débiles en la fe -admirado de que aún subsistían los ritos de sus sacrificios- fuera seducido por sus diversas ceremonias.
San Ambrosio
Y era muy cierto que había de ser destruido el templo construido por los hombres; porque nada hay de lo hecho por los hombres que no sea destruido por la vejez, o derribado por la fuerza, o consumido por el fuego. Sin embargo, hay otro templo, a saber, la sinagoga, cuya obra antigua se destruyó al levantarse la Iglesia. También hay templo en cada uno de nosotros, que se destruye cuando falta la fe y principalmente cuando alguno invoca en falso el nombre de Jesucristo, lo que violenta su conciencia.
San Cirilo
Los discípulos no habían advertido la fuerza de sus palabras y creían que hablaba de la consumación de los siglos; por esto preguntaban en qué tiempo debería suceder esto. Así dice: «Y le preguntaron diciendo: ¿Maestro, cuándo será esto? ¿y qué señal habrá cuando esto comience a ser?»
San Ambrosio
San Mateo, por boca de sus discípulos, pregunta cuándo se destruirá el templo, cuál será la señal de su venida y cuándo concluirá el mundo. Interrogado el Señor acerca de cuándo tendría lugar la destrucción del templo y cuál sería la señal de su venida, les dice estas señales, pero no se cuida de decirles el tiempo. Sigue, pues: «El dijo: Mirad, que no seáis engañados».
San Atanasio, Orat. 1 contra arianos
Como son dones especiales de Dios y misterios que están sobre la naturaleza humana, esto es, la forma de la vida celestial, el poder contra los demonios, la adopción, el conocimiento del Padre y del Verbo y el don del Espíritu Santo, nuestro enemigo el diablo nos rodea siempre, tratando de quitarnos la semilla de la palabra que ha sido puesta en nosotros. Así el Señor nos aconseja que no nos dejemos seducir, como para concluir sus enseñanzas y sus preciosos dones. Grande es en verdad el don que nos ofrece el Verbo de Dios para que no sólo no nos engañen las cosas aparentes, sino para que examinemos las ocultas por la gracia del Espíritu. Siendo el enemigo el odioso inventor de todo mal, oculta lo que es en realidad; inventa con astucia el nombre que ha de dar a todas las cosas, como el que queriendo sujetar a los hijos ajenos en la ausencia de sus padres, imita sus rostros, y engaña así a los que desean el regreso de sus padres. De este modo el diablo disfrazado en todas las herejías, dice: «Yo soy el Cristo y la verdad está en mí». Por esto sigue: «Porque muchos vendrán en mi nombre, diciendo: Yo soy, y el tiempo se acerca».
San Cirilo
Antes de su bajada del cielo vendrán algunos a quienes no debemos seguir. Porque quiso el Verbo unigénito de Dios estar oculto cuando vino a salvar al mundo para llevar su cruz por nosotros. Pero su segunda venida no será oscura como antes, sino manifiesta y terrible; porque bajará en la gloria de Dios Padre, asistido por los ángeles, para juzgar al mundo en justicia. Por esto concluye: «Guardaos, pues, de ir en pos de ellos».
Tito Bostrense
No dice precisamente que vendrán falsos Cristos antes de la conclusión del mundo, sino que se refiere a los que existieron en tiempo de los apóstoles.
Beda
En efecto, hubo muchos líderes, cuando era inminente la destrucción de Jerusalén, que se llamaron Cristos, diciendo que se acercaba el tiempo de la libertad. Muchos herejes en la Iglesia de Jesucristo anunciaron que se acercaba el día del Señor, pero el Apóstol ( 2Tes 2) los condena. Muchos anticristos también vinieron en nombre de Cristo, de los que el primero fue Simón Mago, que decía: «Este es la virtud de Dios, que se llama grande» ( Hch 8).
San Gregorio, in evang. hom. 35
El Señor dice los males que habrán de ocurrir antes del fin del mundo para que, anunciados así, se inquieten menos los hombres en lo futuro. Hieren menos las flechas que se previenen. Por esto dice: «Y cuando oyereis guerras y sediciones», etc. Las guerras son propias de los enemigos, y las sediciones de los ciudadanos, para que sepamos, pues, que seremos turbados exterior e interiormente, dice que tendremos que sufrir de nuestros enemigos y de nuestros hermanos.
San Ambrosio
Ninguno puede ser testigo de estas palabras divinas como nosotros que vemos el fin del mundo. ¿Cuántas guerras y cuántos anuncios de guerras hemos oído?
San Gregorio, ut sup
Pero como a estos males no ha de seguir inmediatamente el fin, añade: «Porque es necesario que esto acontezca primero, mas no será luego el fin», etc. La última tribulación será precedida de otras muchas, porque deben preceder muchos males que puedan anunciar el mal sin fin. Por esto sigue: «Entonces les decía: Se levantarán pueblos contra pueblos», etc. Porque es necesario que suframos muchas cosas, unas del cielo, otras de la tierra, otras de los elementos y otras de los hombres. Aquí, pues, se da a conocer la perturbación de los hombres. Sigue: «Y habrá grandes terremotos en muchos lugares», señales de la cólera del cielo».
Crisóstomo, hom. 11, in Acta
Los terremotos son algunas veces indicios de ira, pues cuando fue crucificado el Señor la tierra tembló. Otras veces indican gracia, como sucedió que estando los apóstoles en oración, tembló el lugar en que estaban reunidos. Sigue pues: «Y pestilencia».
San Gregorio, ut sup
He aquí la desigualdad de los cuerpos; «Y hambre», he aquí la esterilidad de la tierra; «Y habrá cosas espantosas y grandes señales del cielo», he aquí el desequilibrio de la atmósfera. Deben referirse estas calamidades a las cosas que no guardan el orden de los tiempos; porque lo que sucede con orden no es señal. Todo lo que recibimos para las necesidades de la vida lo convertimos en elemento de culpas; y todo lo que consagramos a la práctica del pecado se nos convertirá en motivo de castigo.
San Ambrosio
Varias desgracias del mundo habrán de preceder a la destrucción de la tierra, esto es, el hambre, la peste y la guerra.
Teofiactus
Dicen algunos que todo esto no sólo habrá de suceder al fin del mundo, sino que creen que ya se cumplió en la toma de Jerusalén. Una vez muerto el autor de la paz, debían estallar muchas revoluciones y guerras entre los judíos. Después de las guerras vienen la peste y el hambre; la primera porque todos los cadáveres infectan la atmósfera, y la última porque quedan sin cultivo los campos. Josefo dice que vendrán males intolerables por el hambre; y en tiempo del emperador Claudio hubo una gran hambre, como se lee en los Hechos apostólicos, y sucedieron cosas muy terribles que anunciaron la toma de Jerusalén, como refiere Josefo.
Crisóstomo
Dice también que no sucederá en seguida el fin de la ciudad (esto es, la toma de Jerusalén), sino después de muchas batallas.
Beda, super Cum, audieritis
Advierte luego a los apóstoles que no se espanten por estas cosas y que no abandonen Jerusalén ni Judea. Un reino contra otro, y las pestes (de aquellos cuya palabra se extiende como un cáncer) y el hambre de escuchar la palabra de Dios, y el estremecimiento de toda la tierra, pueden entenderse de los que se separan de la verdadera fe, como los herejes, que peleando entre sí hacen el triunfo de la Iglesia.
San Ambrosio
Hay también otras batallas que sostiene el hombre cristiano, a saber: las luchas de las pasiones y de los deseos; porque son mucho más terribles los enemigos domésticos que los extraños.