La liturgia de la palabra de día de hoy, 30 de septiembre, en la primera lectura trata de la dramática vicisitud vivida por Job, y el Evangelio toca dos temas distintos: el de quién de los humanos es más importante en el Reino que Jesús proclama y de las obras sobrenaturales que hacen los que nos pertenecen oficialmente a la Iglesia. (Más abajo puede ver sus lecturas).
En el relato de Job, en principio, llama la atención de la coloquialidad entre el Señor y el Demonio; es sin duda, marco situacional introductorio; pero revela que el sufrimiento, el mal, que va a acaecer, su causante es el Maligno, y que va a ser la prueba de la calidad de la fe de Job.
A Job, que todo le iba más que bien en la vida, le sobrevienen todo tipo de desgracias, a cual peor. La situación ha dado un cambio radical, brusco, brutal, lo ha perdido todo, hasta a sus seres queridos. Y el responderá, ante tanta desgracia, no con la desesperación o renegando de Dios, sino: «Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré a él. El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó, bendito sea el nombre del Señor.» A pesar de todo, Job no protestó contra Dios.
La incomprensibilidad del sufrimientos humano que causa estupor pertenece al ámbito del misterio, ante el que solo cabe la actitud de ofrecimiento en las manos de Dios, como hizo Job, y como haría nuestro Señor Jesucristo, asumirlo como algo no querido por Dios, pero tolerado dadas las circunstancias contigenciales, históricas, en que nos desenvolvernos; conllevan a la exposición de la fragilidad humana. Y ello, además, como en el caso de Job, de rompernos nuestros esquemas mentales: que, a veces, pensamos -en una lógica calvinista- que Dios bendice con bienes materiales a los que se comportan bien, y que aquellos son un reflejo de estos, pero no. Los bienes de Dios son, en un principio, bienes espirituales, y luego, en la otra vida, si, la esperanza será satisfecha: habrá dicha y felicidad completas, sin cruz.
En el Evangelio ante la discusión de los discípulos por quien es el más importante, Jesús responde con un gesto acompañando de unas palabras, señaló a un niño y dijo: «El que acoge a este niño en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí acoge al que me ha enviado. El más pequeño de vosotros es el más importante.»
Esta es la lógica del Reino, tan distinta de la mundana; los últimos serán los primeros, los que sirven…, los pequeñuelos, los inocentes, los humildes, los sencillos, los pobres, los descartados, etc., todos estos son los principalmente invitados al banquete eterno.
Y finalmente, el Evangelio concluye con otra cuestión que se abren en dos: Los discípulos plantean a Jesús un hecho que ha contemplado, y este les responde añadiendo a su vez otra perspectiva: hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre y, como no es de los nuestros, se lo hemos querido impedir.» Jesús le respondió: «No se lo impidáis; el que no está contra vosotros está a favor vuestro.»
Cave de decir: que la gracia de Dios, la acción del Espíritu Santo, que sopla dónde y cuándo quiere, no conoce fronteras, va más allá de la comunidad oficial de los seguidores de Cristo, de su Iglesia (aunque quizá la Iglesia -Cuerpo de Cristo- va más allá de lo que vemos de ella). Lo cierto, es que en el ámbito de otras religiones también hay milagros, portentos sobrenaturales, aunque no sean en tanta cantidad y ni con tanta autoridad, como se ve en el caso de las expulsión de demonios. Y en cuanto a lo de «el que no está contra vosotros está a favor vuestro«; es de agradecer, y es mucho, sobre todo hoy día -aunque se ha dado siempre-, el fenómeno de estar en contra de la fe cristiana y la libertad religiosa; con que no se nos persiga y se nos ponga todo tipo de trabas es ya algo positivo, que favorece la expansión del Reino. Es de agradecer.
Primera lectura: del libro de Job (1,6-22):
Un día, fueron los ángeles y se presentaron al Señor; entre ellos llegó también Satanás.
El Señor le preguntó: «¿De dónde vienes?»
Él respondió: «De dar vueltas por la tierra.»
El Señor le dijo: «¿Te has fijado en mi siervo Job? En la tierra no hay otro como él: es un hombre justo y honrado, que teme a Dios y se aparta del mal.»
Satanás le respondió: «¿Y crees que teme a Dios de balde? ¡Si tú mismo lo has cercado y protegido, a él, a su hogar y todo lo suyo! Has bendecido sus trabajos, y sus rebaños se ensanchan por el país. Pero extiende la mano, daña sus posesiones, y te apuesto a que te maldecirá en tu cara.»
El Señor le dijo: «Haz lo que quieras con sus cosas, pero a él no lo toques.»
Y Satanás se marchó.
Un día que sus hijos e hijas comían y bebían en casa del hermano mayor, llegó un mensajero a casa de Job y le dijo: «Estaban los bueyes arando y las burras pastando a su lado, cuando cayeron sobre ellos unos sabeos, apuñalaron a ¡os mozos y se llevaron el ganado. Sólo yo pude escapar para contártelo.»
No había acabado de hablar, cuando llegó otro y dijo: «Ha caído un rayo del cielo que ha quemado y consumido tus ovejas y pastores. Sólo yo pude escapar para contártelo.»
No había acabado de hablar, cuando llegó otro y dijo: «Una banda de caldeos, dividiéndose en tres grupos, se echó sobre los camellos y se los llevó, y apuñaló a los mozos. Sólo yo pude escapar para contártelo.»
No había acabado de hablar, cuando llegó otro y dijo: «Estaban tus hijos y tus hijas comiendo y bebiendo en casa del hermano mayor, cuando un huracán cruzó el desierto y embistió por los cuatro costados la casa, que se derrumbó y los mató. Sólo yo pude escapar para contártelo.»
Entonces Job se levantó, se rasgó el manto, se rapó la cabeza, se echó por tierra y dijo: «Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré a él. El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó, bendito sea el nombre del Señor.»
A pesar de todo, Job no protestó contra Dios.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (9,46-50):
En aquel tiempo, los discípulos se pusieron a discutir quién era el más importante.
Jesús, adivinando lo que pensaban, cogió de la mano a un niño, lo puso a su lado y les dijo: «El que acoge a este niño en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí acoge al que me ha enviado. El más pequeño de vosotros es el más importante.»
Juan tomó la palabra y dijo: «Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre y, como no es de los nuestros, se lo hemos querido impedir.»
Jesús le respondió: «No se lo impidáis; el que no está contra vosotros está a favor vuestro.»