La supresión del sacrifico del altar es uno de los signos del que hablaron los profetas que se produciría al fin de los tiempos.
Esta verdad es algo que los cristianos tenemos que tener muy presente: la Eucaristía es fuente de gracia, donde Cristo se hace manifiestamente presente en medio nosotros, los humanos. De su gracia la Humanidad recibe el sustento, aunque sea de forma anónima. Si todo se mantiene en pie sin que el Maligno haya acaparado el poder influente sobre los seres humanos, arrastrándoles a su reino de tinieblas, es porque es sacrificio del altar no ceja de conmemorarse diariamente y de derramar su gracia como katejon para el mundo caiga en poder del príncipe de la tinieblas..
Esto lo sabe el Maligno, más que nosotros. De ahí que se emplee con denuedo en suprimirla.
La asistencia a las misas han disminuido. En muchos sitios se vandalizar las iglesias y se interrumpes las misas, o se profanan sacrílegamente los sagrarios con robos….; en otros lugares se producen actos terroristas contra feligreses que acuden a misa; en otros, como en China, en la India o en países islamistas se prohíbe sus celebración libremente. También hay presidentes y representantes políticos que degradan el respeto y la consideración a la Eucaristía yendo a comulgar en pecado… Esto es grave, muy grave, pues se está constriñendo el poder y la gracia que de la Eucaristía se desprenden.
Los fieles a Jesucristo hemos de tomar sería conciencia de este hecho, y poner todo nuestro empeño en hacer presente, participar y adorar a Dios presente en el altar y en la sagrada forma.
Consciente de ello, la máxima autoridad del Vaticano en adoración exige regresar a la Eucaristía y la Misa en persona. En una carta dirigida a los presidentes de las conferencias episcopales de todo el mundo, el director de la Congregación para el Culto Divino, el cardenal Robert Sarah, habló de la necesidad de volver a la normalidad y afirmó que las misas virtuales son no sustituye a la presencia física en la liturgia. «Sin limitaciones que vayan incluso más allá de lo previsto por las normas de higiene emitidas por las autoridades públicas o los obispos«.
¡Cómo lo verá el cardenal Sarah para hacer un llamamiento tan urgente!
Ni un solo creyente de verdad puede permitirse el dejar de asumir esa responsabilidad. Hay mucho en juego; más de lo que somos capaces de imaginar. Pues la Eucaristía lo es todo.
Cuando al final, cuando lleguemos al cielo, allí se verá en preferencia, en un palco, no en el patio de butacas, a estos amantes eucarísticos. Los que han estado tan próximos aquí junto a Jesús y han colaborado en su obra salvadora, estarán allí también cercanos a Él.
«El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él» (Jn 6, 56).