Cuando comenté tiempo atrás -pues lo del obispo alcalaíno ya viene de hace varios años- al cura de la parroquia de un pueblo que frecuento y que justamente pertenece a ese obispado, me respondió con un cierto desprecio por la actitud de su obispo metiéndose en charcos como ese…
A mí me sentó bastante mal su opinión y le solté: «tú seguro que no vas a acabar como Cristo…; pero corres el riesgo de no asemejarte a Él». Todo quedó ahí (pues la conversación -que ya no retomamos- se interrumpió por la presencia de una tercera persona). Hay cosas que no podemos hacer los que creemos, y es, por razón de no pisar callos o instalarnos en lo políticamente correcto, el renunciar a la verdad; aunque esta nos lleve a que un Pilato de turno nos cuestione «¿qué es la verdad?» y nos amenace con azotarnos… No se puede ser cristiano sin la perspectiva de la cruz.
He leído este artículo en Infocatólica que les expongo a continuación porque es de una lógica palmaria. Léanlo:
Yo soy Reig Pla. Un canto a la libertad Jorge González Guadalix D. Juan Antonio Reig Pla es un obispo que dice exactamente lo que piensa, que no se pliega a lo políticamente correcto y desconoce qué cosa sea el miedo a los medios de comunicación o a los lobbys del tipo que sean. Dicen que en el tema de la homosexualidad se pasa, es matizable, y hasta han pretendido declararle obispo non grato en Alcalá. Los colectivos homosexuales no saben cómo buscarle las cosquillas. Lo último ha sido presentarse un periodista en el obispado de Alcalá haciéndose pasar por una persona con tendencias homosexuales y el deseo de superar esa inclinación. Parece ser que alguien lo atendió, que charlaron algo y que se ofreció a echar una mano. Horror, terror y pavor. Todos los colectivos a una acusando a Reig Pla de ofrecer terapias para curar la homosexualidad y de tener como orientadores a personas no colegiadas como psicólogos. A ver si nos aclaramos. Supongamos que una persona adulta, Pepe, toma conciencia de que podría estar experimentando inclinaciones afectivas hacia personas de su mismo sexo, y que esa persona se siente incómoda con ellas por razones morales, religiosas, personales o de lo que sea. Se siente incómoda, y en el uso de su libertad busca ayuda para superar esta situación. Esta persona acude a quien le da la gana: sacerdote, psicólogo, orientador, médico, su amigo Manolo, su amiga María, su primo el de zumosol o el cartero del barrio. A quien le da la gana, porque es adulto y va a donde le parece. Pues mucho cuidado. Porque según la ley conocida vulgarmente como “ley Cifuentes sobre ideología de género”, si Manolo, María, el cura de su parroquia deciden intentar ayudar a esta persona adulta para tratar de que supere sus tendencias que tanto le molestan, están cometiendo un delito muy grave consistente en “La promoción y realización de terapias de aversión o conversión con la finalidad de modificar la orientación sexual o identidad de género de una persona. Para la comisión de esta infracción será irrelevante el consentimiento prestado por la persona sometida a tales terapias”. Sigo. Pepe, adulto, es un suponer, me pide ayuda para modificar su orientación sexual. Es un suponer que yo le ayudo y oriento en esto bien sea personalmente, bien a través de otros medios o personas. Pues en este caso estoy cometiendo una infracción muy grave que lleva consigo multa de 20.001 hasta 45.000 €, seré declarado persona homófoba, apareceré en todos los telediarios y seré objeto de pintadas en mis parroquias para que todos sepan el peligro de cura que los ha tocado en suerte. AUNQUE ME LO HAYA PEDIDO EL MISMO PEPE, ADULTO. Pero miren por donde decido que Pepe lo que debe hacer es salir del armario, y yo mismo le animo a dar ese paso. Entonces la cosa cambia. Pepe tiene derecho a psicólogo, psiquiatra, educador, terapia de grupo, ayuda médico-quirúrgica en caso de que desee finalmente revertir la apariencia externa de su sexo biológico, cursillos de maquillaje y puesto de honor en el desfile del orgullo gay. Yo seré declarado cura guay del Paraguay y benefactor de minorías marginadas. Es decir, que eso de la libertad es únicamente en una dirección. Un señor o señora de inclinaciones sexuales no muy definidas y que desea aclarar, tiene derecho a todos los medios para aceptar, vivir, expresar y desarrollar su homosexualidad, incluido todo tipo de apoyo personal y profesional, pero no puede acudir a nadie para aceptar su heterosexualidad porque se arriesga y arriesga al otro a jugarse el bolsillo y casi la vida, al menos moralmente. La llamada “ley Cifuentes” es una barbaridad y de las gordas, que no sé cómo nos hemos tragado sin inmutarnos. Pues ahí está. No se crean que estamos en un mundo de libertades. Es completamente falso. Libertades siempre en una misma dirección. Y nosotros tan felices, sonriendo. Lean, por favor, la ley Cifuentes. Y luego me cuentan. |