Pensamientos de Fe (154)

  1. La vida es una sucesión de momentos, que pueden repetirse monótonamente, sin más o no; en cambio, los instantes, que pueden ser muy pocos, son únicos y altamente significativos: son esos fogonazos espirituales en que se nos ilumina la vida con la luz de la Trascendencia.      
  2. Lo espiritual tiene un hándicap pues es íntimo y nada espectacular, y en un mundo de la imagen y del trepidar de fenómenos a ojos vista, cuesta ser apreciado y, desgraciadamente, se torna algo estimativo para exquisitos, que degustan la belleza de la santidad.
  3. Fuerzas cada vez más desatadas, como el egoísmo, las ansias de poder, la soberbia, la avaricia, el deseo y el placer desenfrenados, la infidelidad, el fanatismo, etc., están complicando las relaciones humanas, generando conflictos sociales, hasta provocar guerras.
  4. El buenísimo puede ser una forma de camuflar la verdad: no decirla para no molestar, contrariar o herir. El ocultamiento de la verdad, por mucho que se revista de tolerancia, no conduce a nada bueno, sino a pervertir la realidad, y que no hace justicia a la persona, que prefiere la verdad por amarga que sea a ser suplantada por el engaño. «La verdad nos hace libres» (Jn 8, 32).
  5. Hay que alentar a quienes viven a nuestros lado a tener fervor por la verdad; quien la estima y procura, al final acaba como dice la Escritura: Quien busca halla” (Mt 7,8).
  6. Es obvio –y más se aprecia en los jóvenes de hoy- es deseo interior, como una añoranza íntima y secreta, de que ante esta especie de confusión y casos reinante en nuestros días, exista algo sólido, un orden, la verdad a atenerse sobre el bien y el mal. Esta demanda o exigencia en forma de nostalgia ante la confusión contaminante está abriendo el camino a que muchos jóvenes contacten con la Trascendencia.
  7. Dios gobierna el universo con la fuerza de su ser, que es el amor; porque como dice san Juan “Dios es amor” (1Jn 4,8). “La fuerza que gobierna el universo es el amor”, escribió en a una carta a su hija Por amor fue creado, el amor lo cuida y sostiene, y ha sido salvado por amor: «tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito» (Jn 3,16).
  8. Quien lee el Evangelio y no siente un decir dentro de sí «esto es la verdad» ha perdido la capacidad de vibrar y se le ha endurecido el corazón. La Verdad de Cristo no se discute, se la acoge, se la admira, se la quiere…
  9. Sólo amamos desde el amor. Y lo primero es descubrirnos amados. Cuanto más ahondamos en el amor de Dios, más posibilitamos que ese amor se manifieste en nuestras vidas. Es lo que Él desea, y sólo espera que creamos en ello.
  10. No sólo existe el camino de infancia, «si no os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos» (Mt 18,3), sino que también está el camino del buen ladrón, «“Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino”. Jesús le dijo: “Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso”» (Lc 23,42-43).

 

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