Todo aquel que va contra Cristo —o su cuerpo, los cristianos— se convierte en el Anticristo. Y no hay duda que estas bestias sanguinarias que persiguen y crucifican a los cristianos a lo largo del mundo están al servicio de Satanás.
Nigeria: el 26 de junio fue encontrado sin vida el cuerpo del Padre Christopher Odia Ogedegbe, y el 3 de julio tres nuevos sacerdotes han sido secuestrados en Nigeria. Se vienen a unir a una larga lista de cristianos (como la masacre en un ataque terrorista en una iglesia el día de Pentecostés, 6 de junio; o los tres en la misa del domingo 19, con cuarenta secuestrados) víctimas del terror yihadista Boko Haram, y que ya no solo actúa en este país, sino que también ya se está extendiendo a otros países subsaharianos.
Estas bestias del extremismo musulmán se creen servir a Dios, pero ¡qué dios es ese que les conduce a no respetar lo más sagrado, la vida de un ser humano, y a causar tanto horror y dolor! ¡Es diabólico! Es obvio que esto no tiene explicación racional y humana alguna. No queda otra que pensar que se trata de la influencia del Maligno que ha anidado en las suras coránicas de esta pseudorreligión.
Es un largo historial trágico el del islamismo, desde que en el siglo VII apareciera, y se fuera desarrollando a sangre y fuego (o espada). Desde entonces el cristiano ha sido su principal víctima. Y aunque el mundo se ha secularizado bastantemente —tanto que en muchas partes de Occidente ya hay más gente que dice no tener religión—, y que podían dedicarse a atacar a eso ateos, no, no; lo únicos que parecen constituirse en objetivo de iras son los cristianos.
Estas víctimas llevan a recordar aquellos justos del Apocalipsis, que han lavado sus vestiduras con las sangre, y que claman ante Dios, cap. 7:
9 Después miré y había una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y el Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos.
10 Y gritan con fuerte voz: «La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero.»
11 Y todos los Ángeles que estaban en pie alrededor del trono de los Ancianos y de los cuatro Vivientes, se postraron delante del trono, rostro en tierra, y adoraron a Dios
12 diciendo: «Amén. Alabanza, gloria, sabiduría, acción de gracias, honor, poder y fuerza, a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén.»
13 Uno de los Ancianos tomó la palabra y me dijo: «Esos que están vestidos con vestiduras blancas ¿quiénes son y de dónde han venido?»
14 Yo le respondí: «Señor mío, tú lo sabrás.» Me respondió: «Esos son los que vienen de la gran tribulación; han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la sangre del Cordero.
La sangre de los mártires se semilla de conversión. Su sacrificio no es vano. Su testimonio ilumina las tinieblas de sus asesinos. Tan es así, que en la actualidad, silenciosamente, se están produciendo gran cantidad de conversiones procedentes del mundo musulmán al cristianismo. Y por ese excelso sacrifico de fe Dios precipita las gracias derramando generosamente sobre quien se resiste a creer, incluso sobre los mismo verdugos.