La creencia religiosa en el mundo occidental se está viniendo abajo. Y lo dramático no es que se sea sólo el aumento de la increencia, que ya en algunos lugares supera a la fe, sea cristiana y de cualquier otro credo, sino la fulgurante rapidez; es espectacular este hecho, en poco más de unas tres o cuatro décadas ha sucedido, fundamentalmente en este siglo. Recordemos aquello de que «el siglo XXI sería religioso o no sería«, pronunciado por André Malraux.
Esto es algo que se puede constatar a simple vista en la asistencia a los actos litúrgicos, sobre todo en lo que afecta a las nuevas generaciones. Podemos dar muchos datos e información al respecto. Era algo que se venía palpando estos últimos años; pero la crudeza de los datos de la Oficina Nacional de Estadísticas (ONS, en inglés) da qué pensar muy seriamente:
Por primera vez en un censo de Inglaterra y Gales, menos de la mitad de los censados -un 46,2 % o 27,5 millones- se describió como «cristiana», un descenso de 13,1 puntos porcentuales respecto al 59,3% o 33,3 millones de diez años antes.
La segunda categoría más frecuente fue la de «sin religión» -un aumento de 12 puntos hasta el 37,2%- y hubo incrementos en el número de personas que se describieron como «musulmanas» (hasta un 6,5 % o 3,9 millones) e «hindúes» (1,7 % o un millón).
Ha tenido que ser en nuestros tiempos presentes en los que se ha dado algo así: menos de la mitad de los residentes en Inglaterra y Gales se consideran cristianos. Es la primera vez que esto sucede desde que las islas británicas hace 15 siglos se convirtieron al cristianismo. Y, como botón de muestra, este ejemplo británico es válido para la gran mayoría de los países de Occidente, que se conducen por la misma pendiente.
Y se puede concluir:
-Que es una desgracia de magnitudes considerables, casi total, para la humanidad en este mundo cabecero. ¿Le seguirán otros? En otras zonas del mundo parece haber brotes verdes; pero tal vez sólo sea porque aún no participan del globalismo tóxico que enferma la espiritualidad humana.
–Que la estructura del pensar y sentir del ser humano actual ha dado un vuelco inaudito. Ve, comprensa y se enfrenta a realidad y a la vida con una actitud diferente a nunca antes. La cosmovisión mundana del espíritu del tiempo bloquea la trascendencia. Lo cual depara un embrutecimiento espiritual desconocido.
-Que esto trae consigo, de la mano, nefastas consecuencias: un empeoramiento en cuanto a la humanidad de las personas y, especialmente, en lo tocante a su dimensión moral. Algo que se ya está viendo.
-Que la fe va a quedar como un «articulo lujo», para privilegiados, para exquisitos, para elegidos, para almas bellas.
-Que se está dando claramente aquello de vaticinaran las profecías del fin de los tiempos: el fenómeno de la apostasía y el de que si apenas si habrá fe para cuando Jesucristo venga en la Parusía: «¿Cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará fe sobre la tierra?» (Lc 18,8).