Dios nos eligió en Cristo, antes de crear el mundo, para que fuéramos santos

La segunda lectura de la liturgia de la misa de hoy, 14 de julio, son unas bellas líneas dirigidas a todos nosotros, a través de la iglesia de Éfeso.

Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Efesios 1,3-10

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en él
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.
Él nos eligió en Cristo, antes de crear el mundo,
para que fuéramos santos
e irreprochables a sus ojos, por el amor,
y determinó, porque así lo quiso,
que, por medio de Jesucristo, fuéramos sus hijos,
para que alabemos y glorifiquemos la gracia
con que nos ha favorecido por medio de su Hijo amado.

Pues por Cristo, por su sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
Él ha prodigado sobre nosotros el tesoro de su gracia,
con toda sabiduría e inteligencia,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.
Éste es el plan que había proyectado realizar por Cristo,
cuando llegara la plenitud de los tiempos:
hacer que todas las cosas, las del cielo y las de la tierra,
tuvieran a Cristo por cabeza.

Desde ya antes de la creación Dios pensó en todos nosotros para un fin específico: que fuéramos santos, como él es santo. Y todo ello por amor.

Cuando Dios decidió crearnos lo hizo por puro amor para que participáramos de la santidad de su ser; porque así lo quiso, por su amantísima voluntad.

Y no solo nos dio la vida, de manera generosa, y una vida semejante a la suya. sino que también quiso que fuéramos familia suya, hijos suyos por su hijo Jesucristo.

Además de hacernos a imagen de Jesús, también dispuso que ante el riesgo de que nos perdiéramos, por la rebeldía de nuestros posibles pecados, fuéramos rescatados por la gracia de la sangre de su Hijo. Dios mismo además de crearnos, se comprometió a sálvanos, aunque esto supusiera una dolorosísima pasión hasta la consumación de su muerte en al cruz. La Creación Humana quedaría eternamente salvada por irrupción de la gracia divina en la Historia, asimiento nuestra condición, sanándola y abriéndola las puertas de la vida celestial.

 

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