Descubrió el don de la fe y la EucaristíaEra masón y su matrimonio se iba a pique hasta que la Virgen salió a su encuentro en Rocamadour Cuando niño, recuerda Christophe Flipo en su libro biográfico La meilleure part (La mejor parte), “tenía la intención de ser sacerdote, pero me gustaban más las chicas y luego ya a los 16 años, me alejé de la Iglesia”. Con 57 años de edad, este ingeniero informático nacido en Roubaix, que hoy reside en Lille con su esposa tras haber criado juntos cuatro hijos, ingresó en la masonería dice después de que un “antiguo amigo me ofreciera unirme a una comunidad de hombres ‘en búsqueda’ … Ese concepto me atrajo porque yo estaba en busca de un sentido para la vida y pensaba que todos los caminos eran buenos para abordar la conquista del ideal…”. Durante veinte años ascendió por diversos grados de la Gran Logia Tradicional y Simbólica, pero al mismo tiempo se fue desperfilando su identificación íntima con el “sincretismo pagano de sus normas, afirmaciones y rituales”, señala Flipo al portal Croix du Nord.
El testimonio de una mujer que fue frívola A pesar de que aún no lograba “ver”, no estaba sólo en lo que vivía y así el llamado a la conversión era constante. Una gracia extraordinaria le mostraría la verdad que por tanto tiempo había buscado… “Yo trabajaba el año 2011 con una colega algo frívola, a quien le dije un día que su vida carecía de sentido. Entonces un poco bromeando… le aconsejé que se fuera a visitar a la Virgen Negra (imagen a la izquierda) al Santuario Rocamadour. ¡Esta colega regresó transformada, como si la fe hubiera caído de golpe sobre ella! Se casó y juntos con su esposo iban todos los días a misa…”. El poder de la Eucaristía En ese instante, dice Christophe, supo que “al vivir la fe aceptas que no vas a entender todo”. Luego, de regreso a casa, su esposa le suplicó que abandonase la masonería. Él hizo lo que ella le pedía. Poco tiempo después ambos se fueron como peregrinos a Jerusalén (imagen a la derecha). Allí Christophe Flipo vivió la experiencia abrumadora del amor de Dios, el Espíritu Santo, presente en la Eucaristía. “¡Me di cuenta que ahí estaba Dios, en lo más pequeño, para ofrecerse a nosotros!”. Desde ese instante abrió de par en par las puertas de su alma para que Cristo reinara. Así, su matrimonio y familia -confidencia Christophe- se han fortalecido tras aquella experiencia de Dios en la eucaristía. “Descubrí la felicidad de compartir la comunión espiritual con Frédérique”, señala. |