Un joven agnóstico dice que tras interpelar a Dios escuchó una respuesta rotunda: «Adoración, adoración»
Si luego de nacer tu familia te transmite un sistema de creencias agnósticas, ajeno a la religión, de seguro te sorprendería que un miembro de tu familia te regalara un rosario al graduarte de la escuela secundaria. Cuando el joven Anthony Amoroso (diócesis de Lansing, USA) preguntó por qué le daba ese particular presente, la respuesta fue igual de inesperada: “No sé. Aunque no somos católicos, algo me impulsó a regalártelo”.
Acostumbrado a mirar la vida bajo el prisma del escepticismo, tras unos días el rosario quedó olvidado y Anthony se abocó a sus nuevos desafíos académicos en la Universidad Estatal de Michigan. El primer mes, lejos de casa, fue un comienzo difícil. Hacer la transición a la vida universitaria trajo viejas ansiedades y miedos. Una noche de septiembre del año 2017, particularmente solitaria, sintiéndose desbordado por un estado anímico de angustia, todas sus certezas agnósticas se derrumbaron y una realidad trascendente, que había permanecido oculta por años, latiendo en su inconsciente, emergió…
La voz de Dios
«Alrededor de la una de la mañana, me desesperé tanto que hice algo que nunca hacía, empecé a rezar. Le pregunté a Dios qué quería de mí y qué podía hacer para mejorar mi vida. En ese mismo momento, escuché una voz clara como el día en mi cabeza, diciendo: «Adoración, Adoración, Adoración»». Confuso, sin asociar esa palabra con nada que él conociera, tuvo la sabiduría de escribirle a un amigo católico pidiéndole que la próxima vez que fuese a la Iglesia lo llevase. El martes siguiente, a las 20:45 pm Anthony participaba de su primera misa en el Centro de Estudiantes St. John y al finalizar les recordaron que también había misa los jueves a la misma hora.
«No creía en la Eucaristía ni entendía los rituales, pero sabía que era algo hermoso tener una iglesia llena de estudiantes en una noche de semana. Estas personas adoraban a Dios cuando podían estar fuera haciendo lo que quisieran. Esa belleza me atrajo cada jueves durante el otoño y el invierno. Pronto empecé también a ir a misa los domingos. Todo el tiempo me decía a mí mismo: «No soy católico, no soy una de esas personas». Al mismo tiempo, mi amigo me animaba a ir a los jueves por la noche a un pequeño grupo de estudio de la Biblia justo antes de la misa. Durante un tiempo, le dije que no, pero una noche de octubre, finalmente acepté”, recuerda Anthony.
Rosario, conversión y bautismo
El encuentro estaba dirigido por Mónica, una hermosa joven que atrajo de inmediato la atención de Anthony, motivándole a continuar asistiendo a las siguientes sesiones. «Durante el otoño y el invierno, llegué a conocer mejor a Mónica y a Dios. Me enseñó a rezar el rosario y pude usar mi regalo de graduación. En febrero, y en el retiro de primavera, mis muros contra el catolicismo comenzaron a desgastarse. Durante el retiro, el padre Ryan me preguntó si podía hablar conmigo para conversar sobre dónde estaba con mi fe. Me pidió que le diera 10 días para convencerme de elegir la Iglesia Católica. Cuando le respondí que no era eso lo que yo quería, contestó que Cristo ganaría. Me tomó más de 10 días. Cuando le conté a mi madre que estaba pensando en unirme a la Iglesia, me dijo: «Parece que has encontrado un hogar para ti. Me alegro por ti»».
El 21 de marzo, Mónica aceptó iniciar un vínculo con Anthony (ambos en foto arriba) y meses después, en septiembre, cuando decidió iniciar la formación RCIA (Rito de Iniciación Cristiana para Adultos) para bautizarse, ella se convirtió en su madrina. Para fortalecer su alma en este proceso, Anthony junto a un amigo y otros dos jóvenes se desafiaron a realizar los ejercicios espirituales “Éxodo 90”. Un programa diseñado para liberar de la adicción y el pecado a través de la oración, el ascetismo y la fraternidad.
“Acepté el reto y durante los 90 días antes de la Pascua leí el Libro del Éxodo, practiqué actos de abnegación y me reuní semanalmente con mis hermanos de Éxodo 90. Terminé el Éxodo 90 yendo a la Misa de la Vigilia Pascual del año 2019 donde fui bautizado, confirmado y recibí la primera comunión. El momento fue perfecto. Fue impresionante. Estoy tan agradecido de tener mi fe católica para prepararme a lo que me espera: carrera, matrimonio, hijos. Como una persona que ha vivido un estilo de vida agnóstico, puedo decir honestamente que hay mucha más belleza y significado en una vida católica. Puede que sea más difícil en la sociedad actual vivir plenamente la vida a la que Dios nos llama, pero estoy muy agradecido de haber podido responder a la llamada de Dios”, confidencia Anthony al despedirse.