
Felipe Neri fue un sacerdote de gran sencillez, cercano y de gran sentido de humor. Pasaba mucho tiempo en las calles de los barrios pobres, en busca de necesitados a quienes ayudar. Rehusó el cardenalato diciendo que prefería el paraíso. Era de una humildad acrisolada. "No acepto gloria humana" (Jn 5,41).