Este domingo hemos escogidos unas líneas de dos obras —«Antes del fin»[1] y «El Túnel»[2]— de don Ernesto Sábato, que esperamos que las disfruten y algunas de ellas les inspire alguna buena reflexión.
Antes del fin
Allí expuse mi desconfianza y mi preocupación por el mundo tecnólatra y cientificista, por esa concepción del ser humano y de la existencia que empezó a sobrevalorarse cuando el semidiós renacentista se lazó con euforia hacia la conquista del universo, cuando la angustia metafísica y religiosa fue reemplazada por la eficacia, la precisión y el saber técnico. Aquel irrefrenable proceso acabó en una terrible paradoja: la deshumanización de la humanidad. P.103
Esta paradoja, cuyas últimas y más trágicas consecuencias padecemos en la actualidad, fue el resultado de dos fuerzas dinámicas y amorales: el dinero y la razón. Con ellas, el hombre conquista el poder secular: Pero —y ahí está la raíz de la paradoja— esa conquista se hace mediante la abstracción: desde el lingote de oro hasta el “clearing”, desde la palanca hasta el logaritmo, la historia del creciente dominio del hombre sobre el universo ha sido también la historia de los sucesivas abstracciones. El capitalismo moderno y la ciencia positiva son las dos caras de una misma realidad desposeída de atributos concretos, de una abstracta fantasmagoría de la que también forma parte el hombre, pero no ya el hombre concreto e individual son el hombre-masa, ese extraño ser con aspecto todavía humano, con ojos y llanto, voz y emociones, pero en verdad engranaje de una gigantesca maquinaria anónima. Este es el destino contradictorio de aquel semidiós renacentista que reivindicó su individualidad, que orgullosamente se levantó contra Dios. Proclamando su voluntad de dominio y transformación de los cosas. Ignoraba que también él llegaría a transformarse en cosas. Pp.103-104.
Todo corrobora que en el interior de los Tiempo Modernos, fervorosamente alabados, se estaba gestando un monstruo de tres cabezas: el racionalismo, el materialismo y el individualismo. Y esa criatura que con orgullo hemos ayudado a engendrar, ha comenzado a devorarse a sí misma. P.105.
Un ejemplo de la deshumanización a que este sistema nos está llevando es Brasil: mientras cuarenta millones de hambrientos pueblan el nordeste, en San Pablo hay casi un millón de chiquitos sin hogar, que roban por los calles para poder comer alguna cosa, forzados a prostituirse en su niñez, rematados por cien o doscientos dólares, asesinados por comando especializados, secuestrados y muertos para vender sus órganos a los laboratorios del mundo. Pp.106-7.
Me contó un sacerdote dominico, profesor de teología en la Universidad de San Pablo, que un estudio elaborado por la política federal reveló que en los últimos tres años, cuatro mi l seiscientos niños fueron asesinados en el país.
Miles de niños latinoamericanos son exportados desde su país de origen a Europa, Estados Unidos y Japón; y hay suficientes indicios que prueban la existencia de criaturas sacrificas, sobre todo en Brasil, Honduras, Guatemala y Méxíco. P.107.
Para todo hombre es una vergüenza, un crimen, que existan doscientos cincuenta millones de niños explotados en el mundo. Obligados a trabajar desde los cinco, seis años en oficios insalubres, en jornadas agotadoras por unas monedas, cuando tiene suerte, porque muchos chiquitos trabajan en regímenes de esclavitud o semiesclavitud, sin protección legal ni médica. P.107
Estos millones de niños, analfabetos, más flacos, más bajos que nuestros niños que van a las escuelas, sufren enfermedades infecciosas, heridas, amputaciones y vejaciones de todo tipo. P.107
Se calcula que setenta especie desaparecen por día. P.129
En la antigüedad, según Berdaiev, el proyecto del universo humano era también tarea de fuerzas divinas. Desacralizada la existencia y aplastados los grandes principios éticos y religioso de todos los tiempos, la ciencia pretende convertir los laboratorios en vientres artificiales. ¿Se puede pensar algo más infernal que la clonación? P.129
Los jóvenes lo sufren: ya no quieren tener hijos.
No cabe escepticismo mayor.
Así como los animales en cautiverio, nuestras jóvenes generaciones no se arriesgan a ser padres. Tal es el estado del mundo que les sepamos entregando. P. 130.
Ya hace unos años, la capacidad destructiva del mundo era cinco mil veces superior a la que había en la época de la Segunda Guerra Mundial, el poder de las bombas atómicas en reserva superaba un millón de veces a la bomba que destrozó Hiroshima. P.131
Un chiquito muere de hambre cada dos segundos. Lo criminal es que con el medio por ciento del gasto de armamentos se podría resolver el problema alimentario de todo el mundo. Nada hace pensar que estas cifras estén variando para mejor. Son tiempos en que el hombre y su poder sólo parecen capaces de reincidir en el mal. Hemos puesto en funcionamiento potencias destructoras de tal magnitud que su paso, como señaló Burckhardt, puede llegar a impedir el crecimiento de la hierba para siempre. P.131.
Como bien señaló Berdaiev, la paradoja de los tiempos modernos radica en que el humanismo se ha vuelto en contra del hombre. La sacralización de la inteligencia nos ha empujado al borde del precipicio, y el logos, una vez que hubo dominado el mundo, en vano pretendió responder a lo que sólo se sostiene como enigma o como llanto. Hemos llegado a la ignorancia a través de la razón. En boca de un personaje, Virginia Woolf se pregunta: “¿Con qué nombre tenemos que llamar a la muerte? ¿Y cuál s la frase para el amor? No lo sé. Necesito un lenguaje elemental como el de los amantes, palabras como las que usan los niños.” P.137.
Una vez afirmada en su poder, la razón prometeica fue incapaz de resolver los problemas fundamentales, ya que no era suficiente robar el fuego para iluminar la historia. Al descorrer los últimos velos, el hombre descubrió su impotencia y su precariedad. Si en estos último siglos de historia hemos perdido una oportunidad, ha sido la de construir una historia en la que el hombre fuera protagonista, en lugar de ser un nuevo condenado. P.138.
“El sueño de la razón produce monstruos”, profetizó Goya, artista genial. P.139
Cómo se pasa la vida
cómo se viene la muerte
tan callando… (Jorge Manrique)
“No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar que la vida vale o no la pena d que se la viva es responder a la pregunta fundamental de la filosofía”. (A. Camus). P.170.
“Donde hay dolor hay un suelo sagrado”. Esa experiencia lo alejó para siempre de sus antiguas extravagancias, y nunca volvió a frecuentar los salones de fiesta. La mayor nobleza de los hombres es la de levantar su obra en medio de la devastación, sosteniéndola infatigablemente, a medio camino entre el desgarro y la belleza. P.173
“Hemos fracasado
sobre los bancos de arena del racionalismo
demos un paso atrás y volvamos a tocar
la roca abrupta del misterio” (Urs von Balthasar) p.177.
Cuando nos hagamos responsables del dolor del otro, nuestro compromiso nos dará un sentido que nos colocará por encima de la fatalidad de la historia. P.180
Pero antes habremos de aceptar que hemos fracasado. De lo contrario volveremos a ser arrastrados por los profetas de la televisión, por los que buscan la salvación en la panacea del hiperdesarrollo. El consumo no es un sustituto del paraíso.
La situación es muy grave y nos afecta a todos. Pero, aun así, hay quienes se esfuerzan por no traicionar los nobles valores. Millones de seres en el mundo sobreviven heróicamente en la miseria. Ellos son los mártires. P.180.
Una vez le preguntaron a Pasolini por qué que se interesaba en los marginados, como el protagonista de Mamma Roma, y él respondió que lo hacía porque en ellos la vida se conserva sagrada en su miseria. P.181
En un archivo donde colecciono papeles, recortes que me ayudan a vivir, tengo una fotografía del terremoto que destruyó hace años Concepción de Chile: una pobre indita, que ha recompuesto precariamente su ranchito hecho de chapas de cinc y de cartones, está barriendo con una vieja escoba este pedazo de tierra apisonada delante de su casucha. ¡Y uno se hace preguntas teológicas! Esta clase de seres nos revelan el Absoluto que tantas veces ponemos en duda, cumpliéndose en ellos, como dijera Hölderlin, que donde abunda el peligro crece lo que salva. P.181
Cada vez que hemos estado a punto de sucumbir en la historia nos hemos salvado por la parte más desvalida de la humanidad. Tengamos en consideración entonces la palabras de María Sambrazno: “No se pasa de lo posible a lo real sino de los imposible a lo verdadero.” Muchas utopías han sido futuras realidades. P.181.
Me reconforta saber que Kierkegaard decía que tener fe es el coraje de sostener la duda. P.182
Es natural que en medio de la catástrofe haya quienes intente evadirse entregándose vertiginosamente al consumo de drogas. Un problema que los imbéciles pretenden que sea una cuestión policial, cuando es el resultado de la profunda crisis espiritual de nuestro tiempo. P.183.
Ya no quedan locos, se murió aquel manchego, aquel estrafalario fantasma en el desierto. Todo el mundo está cuerdo, terrible, monstruosamente cuerdo. P.184.
Esa locura, cuya ausencia León Felipe lamenta, es un acto similar a la del estoico Guevara, cuando abandonó todas las comodidades y partió hacia una lucha insensata en la selva boliviana, enfermo de asma, ya sin remedios para su mal; para terminar asesinado por despiadados y repugnantes bichos. ¿Qué importa si se equivocaba con el materialismo dialéctico? Eso mismo prueba su inocencia, su autenticidad. Luchaba por aquel Hombre Nuevo que hoy nos urge rescatar de los escombros de la historia. En su carta final les dice a los padres: “Queridos viejos, otra vez siento bajo mis talones el costillar de Rocinante, vuelvo a camino con mi adarga al brazo”; y entonces sale en busca de lo que Rilke llamaría su muerte propia. Esa es su grandeza, que algunos considerarán su chiquilinada, su tontería; pero estos gestos de heroísmo demencial son los que nos rescatan de tanta iniquidad, porque no se puede vivir sin héroes, santos ni mártires. Como esos estudiantes que en la plaza de TianA-Men, en una horrible masacre, murieron al imponerse ante el implacable acero de los tanques. Son ellos los que nos indican los caminos por los que la vida puede renacer. P.185
Si toda resistencia aparece absurda cuando se presiente el fin, ¿por qué no detenernos a meditar en estos santos? ¿Acaso no son una muestra de que algo existe del otro lado del absurdo? P. 186.
Algo por lo que todavía vale la pena sufrir y morir, una comunión entre hombre, aquel pacto entre derrotados. Una sola torres, sí, pero refulgente e indestructible. P.187.
Piensen siempre en la nobleza de estos hombre que redimen a la humanidad. A través de su muerte nos entregan el valor supremo de la vida, mostrándonos que el obstáculo no impide la historia, nos recuerdan que el hombre sólo cabe en la utopía. P.188
Sólo quienes sean capaces de encarnar la utopía serán aptos para el combate decisivo, el de recuperar cuanto de humanidad hayamos perdido. P.188
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El túnel
Conozco mi naturaleza y sé que las situaciones imprevistas y repentinas me hacen perder todo sentido, a fuerza de atolondramiento y de timidez. 18
Me emocioné tanto que sólo atiné a otra pregunta desafortunada; le dije bruscamente:
—¿Por qué se sonroja?
Se sonrojó aún más e iba a responder quizá algo cuando, ya completamente perdido el control, agregué atropelladamente: 28
La muchacha estaba próxima al llanto. Pensé que el mundo se me venía abajo, sin que yo atinara a nada tranquilo o eficaz. 29
El mundo había sido, hacía unos instantes, un caos de objetos y seres inútiles. Sentí que volvía a rehacer y a obedecer a un orden. La escuché mudo. 29
Experimenté una ligera nerviosidad cuando dije “octavo”, pero sólo podría haber sido notada por alguien que estuviera enterado de los fines que yo perseguía en ese momento. 32
—¿Un mensaje de desesperanza, quizá? 41
Me levanté para echar un vistazo a la biblioteca. De pronto tuve la impresión de que alguien me observaba en silencio a mis espaldas. 47
Acostumbrado a valorizar y quizá a interpretar los silencios, añadió inmediatamente: 47
Solamente un espíritu superficial podría quedarse con la misma hipótesis, pues se derrumba al menor análisis. 53
De pronto me arrepentí de haber llegado a esos extremos, con mi costumbre de analizar indefinidamente hechos y palabras. 53
Me pareció que era una frágil criatura en medio de un mundo cruel, lleno de fealdad y miseria. 54
Olvidé mis áridos razonamientos, mis deducciones feroces. Me dediqué a imaginar su rostro, su mirada ¾esa mirada que me recordaba algo que no podía precisar¾, su forma profunda y melancólica de razonar. 54
En los días que precedieron a la llegada de su carta, mi pensamiento era como un explorador perdido en un paisaje neblinoso acá y allá, con gran esfuerzo, lograba vislumbrar vagas siluetas de hombres y cosas, indecisos perfiles de peligros y abismos. La llegada de la cata fue como la salida del sol. 56
Un día la discusión fue más violenta que de costumbre y llegué a gritarle puta. María quedó muda y paralizada. 65
Era alto, moreno, más bien flaco; pero de mirada escurridiza. “Este hombre es un abúlico y un hipócrita”, pensé. Este pensamiento me alegró (al menos así lo creí en ese instante). 84
Y ahora llegaba y controlaba cada movimiento, calculaba cada palabra, cada gesto de su cara. ¡Hasta era capaz de sonreís a esa otra mujer! 95
La miré con odio, pero ella mantuvo serenamente mi mirada y, por un décimo de segundo, sus ojos se hicieron blandos y parecieron decirme: “Compadéceme de todo eso” 95
Pasaron cosas muy raras. Cuando llegamos a la casa encontramos a Hunter muy agitado (aunque es de esos que creen de mal gusto mostrar las pasiones); trataba de disimularlo, pero era evidente que algo pasaba. 99
Me daba rabia que ella no se defendiera, y su voz dolorida y humilde, lejos de aplacarme, me enardecía más. 112
El mundo parecía derrumbarse, todo me parecía increíble e inútil. Salí del café como un sonámbulo 118
¡Una semana por lo menos! El mundo parecía derrumbarse, todo me parecía increíble e inútil. Salí del café como un sonámbulo. Vi cosas absurdas: faroles, gente que andaba de un lado a otro, como si eso sirviera para algo. 118
¡Qué grotesco, qué triste era todo! 120
Se sentía ese calor estático y amenazante que precede a las violentas tempestades de verano. 121
Descendí con un gran ímpetu, como si el demonio ya estuviera para siempre en mi espíritu. 126
La cara de Allende se puso mortalmente rígida.
—¡Imbécil! —gritó entre dientes, con un odio helado. 127
—¡Insensato! —aulló el ciego con una voz de fiera y corrió hacia mí con unas manos que parecían garras. 127
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[1] Seix Barral, Barcelona, 1999.
[2] Unión Editorial, Madrid, 1999.