- No hay nada que proporcione más libertad que el desapego de uno mismo. Esta atadura que nos amarra al ego es peor que cualquier otra dependencia, pues nos llena de temores a todo nuestro ser, ceñido por el orgullo, que nos impide salir fuera, trascender, vivir libremente.
- No nos ha de importar hacernos vulnerables; pues, sin exponernos con confianza, no amamos realmente, y no nos parecemos al Señor, que se hizo vulnerable hasta el extremo. La vulnerabilidad es una forma singular de asemejarnos a Él.
- El Amor nos co-implica con la vida, sin que nos evadamos de ella, pues sería su negación. Dios nos habla a través de las preocupaciones de los demás. El Amor nos co-implica con la vida, sin que nos evadamos de ella, pues sería su negación. Dios nos habla a través de las preocupaciones de los demás.
- Tener una disposición afable ante cada la persona que nos sale al encuentro en todo momento y circunstancia, es la actitud de amor que el Señor nos pide para con el prójimo, que le hace sentir bien, querido y tratado con ternura, y por nada del mundo dejar a nadie con el sentimiento de una derrota en la confianza.
- Nunca sabemos con certeza el estado de ánimo ni la vicisitud o urgencia de la persona que tenemos delante. Hay personas con una marcada sensibilidad, y con unas condiciones extremas, que perciben con toda intensidad cualquier gesto de aproximación, cualquier realidad la interpretan afectivamente. Seamos exquisitamente respetuosos, amables y hasta tiernos con todo el mundo.
- No hay que ir de duro por la vida. Cuántas veces nos negamos a tratar a la realidad que nos sale al encuentro con afabilidad y delicadeza, porque hacerlo supone hacerse pequeño y demasiado cercano. Sé tierno, sé inocente, sé confiando, se bondadoso; aunque la ternura sea fácil de herir, la inocencia es fácil de engañar, la confianza fácil de defraudar, la bondad es fácil de golpear. Pese a todo, sé así.
- Saberse amado es antes de nada. Descubrirse amado por Dios, gratuitamente. Dios no nos ama porque seamos buenos, sino para que lo seamos; y ni siquiera por eso, sino porque es paternamente misericordioso. Por lo tanto el que seamos amados no tiene su razón de ser en nosotros, en lo que somos o hacemos. Nosotros tenemos esa marca de amor de origen. Esta es toda nuestra confianza y alegría, que nadie nos puede arrebatar.
- Cuando uno se siente amado incondicionalmente, entra en esa dinámica del amor que genera amor. De ahí que lo más urgente e inmediato sea aprender a dejarse amar: sintiendo el amor de Dios en nosotros, y también el amor de los demás. Todo amor es gracia.
- Hay quien no ama porque no se le ha amado lo suficiente. ¡Y esto es responsabilidad de los que le rodean! Tal vez, nuestra. El amor, la dicha y la salvación de los demás también dependen en parte de nosotros. Somos de alguna manera responsables de los otros, en definitiva -y desde la fe- hermanos nuestros y miembros de un mismo Cuerpo, el de Cristo.
- Y dejémonos amar. Tengamos la humildad y la generosidad de recibir de los demás, de necesitar de ellos, de que se sientan útiles aportándonos algo de sí y de su amor; apreciando su capacidad de amar es despreciar su esencia, cuanto es, lo que le hace sentir vivo, persona.