Pensamientos de Fe (142)

  1. Sólo se está (se es) en modo Dios, a diferencia del modo mundano, cuando se tiene un talante humilde y servicial. Quien no ande por la vida así, vive según la lógica inmunda; es decir, piensa como Satanás, y no está en sintonía con Jesús, humilde de corazón que vino a servir….        
  2. El temor a la verdad es algo que ha marcado la historia humana y siempre la marcará. Se la teme hasta en las más pequeñas cosas, peo ¡ay! cuando son cosas importantes: cuando está en juego la vida o la muerte, la conciencia, lo sagrado, el porqué y el sentido de todo, de dónde vengo y a dónde voy, la plenitud, la felicidad… Las ambiciones, el poder, los deseos, el bien vivir, etc. ¡ay, cuando esto se topa con la verdad! La que sale perdiendo es esta.
  3. Un termómetro materialista, del nivel de mentalidad o cultura materialista que existe en una sociedad, como la actual, es, por ejemplo: en cuanto a tener hijos, se pone en la balanza como sobrepeso lo que penaliza, pero no se pone en valor la maravilla de tener un niño y criarlo, y de lo que compensa afectivamente.
  4. Si la ley o las normas de conducta que indican lo que hacer o evitar, se deja al pairo del capricho de una mayoría numérica, verdadero plano inclinado que lleva a la tiranía, aunque sea agazapa. Algo que está ocurriendo hoy día, y que ya anticipara sabiamente en 1888 el papa León XIII.
  5. En medio de este maremagno de ruido ambiental, de ajetreo contante y activismo mediático promovido por las nuevas tecnologías, urge, como nunca, hacer personalmente espacios de silencio en sus vidas para la meditación y la escucha de la voz de Dios. Si no, las gentes van a devenir en un hartazgo existencial suicida, que va a romper por cualquier parte.  
  6. Uno, personalmente, puede optar por poner su propia mejilla, pero es de ley el defender la mejilla del prójimo ante las bofetadas enemigas; bienaventurados los que luchan por la justicia…
  7. Kant decía que el bien surge del deber, pero seguramente que es al revés: el  bien es el que comporta el deber, y el bien proviene de lo que le precede originalmente, que es la voluntad santifica de Dios para con sus hijos, creados para el sumo bien la felicidad de la santificad perfecta y eterna. Esta vocación última es el máximo bien constituye el deber.
  8. Lo peor es esto: llamar a las cosas de Dios como si fueran del diablo y a las de éste como de Dios; es el pecado contra el Espíritu Santo, que no será perdona, pues el orgullo de tal cerrazón le bloquea la humildad necesaria que posibilita ver lo que es de Dios, confundiendo el bien y el mal; es, en definitiva, lo del pecado original: el árbol de la ciencia del…, del conocimiento…, de la sabiduría divina expresada en la naturaleza inocente con la que el ser humano fue creado a imagen de su Creador.
  9. Para Dios perdonarnos no es problema; el problema es convencernos de que aceptemos o queramos su perdón. Dios sufre de impotencia al no conseguir que recibamos el perdón que nos salva. Al pedir perdón no hacemos otra cosa que ponernos en disposición de acoger, el perdón ofrecido por Dios. Pues Dios se anticipa, espera paciente, persistente y amorosamente a que nos volvamos hacia él y nos arrojemos a sus brazos tendidos.
  10. La obcecación en el mal, la persistencia en el pecado, la adquisición de hábitos que perjudican la noble y buena espiritualidad, la despreocupación por una conducta recta, ética, etc. todo ello redunda en un progresivo encanallamiento, en un endurecimiento del corazón, que impide ver la belleza del bien, ser atraído por el amor, y acabar subyugado por la maldad, por estar sometidos a los dictados o tentaciones cada vez más influyentes del Maligno. Este trascurrir cotidiano va forjando el alma, de modo que al final se habrá decantado por un modo de ser que nos asimilará o no a Dios, nos atraerá o alejará a Él, cuando tras de la muerte Dios nos salga al encuentro para invitarnos a estar eternamente con El.

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