En la liturgia de la palabra de la misa de hoy, 10 de junio, se nos habla de la limosna en la primera lectura de libro te Tobías (12,1.5-15.20) y de la ofrenda en el evangelio según san Marcos (12,38-44).
Entresacamos estas líneas de la primera lectura, pronunciadas por el arcángel Rafael:
«Más vale hacer limosnas que atesorar dinero. La limosna libra de la muerte y espía el pecado. Los que hacen limosna se saciarán de vida. Los pecadores y los malhechores son enemigos de si mismos.»
Y de evangelio, estás palabras de Jesús a sus discípulos, tras ver a unos ricos que echaban donativos en el tesoro del templo y también a una viuda pobre que echaba dos monedilla:
«Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.»
Hemos elegido algunas otras referencias a la limosna y a la manera de dar generosamente, que nos ayudarán a la reflexión, según cada cual:
«El que tenga dos túnicas, que comparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo» (Lc 3,11).
«Dad limosna de lo que hay dentro, y lo tendréis limpio todo» (Lc 11.41).
«Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos bolsas que no se estropeen, y un tesoro inagotable en el cielo.» (Lc 12,33).
«Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; y serás bienaventurado, porque no pueden pagarte; te pagarán en la resurrección de los justos» » (Lc 14,13-14).
Decía santa Teresa de Calcuta:»dad hasta que duela»
Y san Cipriano: «La limosna tiene un no se qué de divino y excelente; ella es el consuelo de los fieles, prenda de la seguridad de nuestra salvación, fundamento de nuestra esperanza, escudo de nuestra fe, y remedio de nuestras culpas.»
San Ambrosio: «No se ha de examinar simplemente cuánto es lo que se da a los pobres, sino que bienes tiene el que da, y el espíritu con que los reparte.» «La perfección de la limosna, es ocultarla con el velo del silencio, y socorrer con tanto secreto las necesidades de los pobres, que nadie pueda alabarnos.» «¡Qué vergüenza es para nosotros negar a nuestros hermanos el pan de la tierra, al mismo tiempo que recibimos en nuestras bocas el pan del cielo!».
San Basilio: «No apartéis los ojos del que quiera que le deis prestado. Advertid que el mismo pobre que os pide limosna, la pide por medio de empréstito; porque mostrándose a Aquel rico que está en el ciclo, dice que os dará por su mano lo que hubiéreis adelantado; según aquellas palabras de la Escritura. El que da al pobre presta a Dios a intereses. La seguridad, pues, que nos da Dios es el reino de los cielos, en esto se empeña.»
San Jerónimo: «Cuando dais la limosna, tenéis más obligación de dar gracias a Jesucristo, que la que resulta en el pobre de agradeceros lo que recibe: pues es preciso confesar, que los pobres nos grangean grandes beneficios; porque la limosna extingue en nosotros los pecados que de otro modo no pudiéramos lavar, según aquellas palabras de la Escritura: Así como el agua apaga el fuego, así la limosna extingue los pecados. En este particular tiene la limosna el efecto del bautismo.»
San Juan Crisóstomo: «No miréis la limosna como pérdida, sino como ganancia; ni como dispendio, sino como comercio; porque recibís más de lo que habéis empleado. Solamente dais pan, y recibís la vida eterna; dais los vestidos que se gustan, y recibís la vestidura de la inmortalidad; dais una pieza de vuestra casa, y recibís el reino del cielo; dais las cosas perecederas, y recibís las permanentes y eternas.»
«La generosidad es como un paraíso de bendiciones, / y la limosna permanece para siempre.» (Eclo 40,17).
«La limosna libra de la muerte» (Tobías 4,10). A quien la recibe y sobre todo al que la da. Sobre todo al que la da. Quien no la da, está muerto.
«La limosna, la sola materialidad de la obra no mueve a Dios, sin el cual nada podemos. Le mueve lo que está dentro de la obra, es decir la intención recta que expresa (Mt 6,3-4; Lc 11,4). La limosna mejor es dar los bienes que con más empeño nos reservamos, lo que para muchos puede ser no el dinero, sino nuestro tiempo. No dar nuestro tiempo al prójimo y a Dios, junto con el desenfreno, son tal vez hoy los vicios mayores.
«La limosna contraría al egoísmo pecador y de este modo nos prepara para recibir las gracias que Dios quiere darnos. Los actos materiales no nos purifican directamente, pero debido a la unidad de la persona, sirven a la vida del espíritu y le prestan su ayuda, porque es en la vida interior donde reside la relación con Dios,» (P. Pedro Trevijano)