
Ante estos tres asesinatos de tres católicos en una iglesia de Niza y por los otros muchos atentados, secuestros y ataques de todo tipo contra cristianos en todas las partes del mundo (Europa, África, Oriente Medio, Asia), la Iglesia debería alzar la voz y quejarse ante todas las instituciones internacionales y ante los países islámicos por esta violencia martirial que los cristianos por parte de esos miembros de esa fe religiosa llamada Islam. ¡Pues es intolerable!
Hay que tomar medidas prácticas y eficaces contra esta violencia, que siempre es en la misma dirección: no se da en el cristianismo hacia el islamismo, sino al revés. Las condenas al igual que las medidas para combatirlo por medio de los gobiernos y las sociedades occidentales son tibias y sin efectos. Lo mismo ocurre con los dirigentes y las élites de los países islámicos.
A esta pasividad «oficial» hay que unir el de la opinión pública, los medios de masas y la opinión publicada. Estamos al día siguiente de este terrible atentado de Niza, pues -vean- ya ni se trata en los medios de información, como si no hubiera existido, y la gente en general ni habla de tema -habla de cualquier cosa intrascendente y vulgar-, pero de este drama, nada. Todo esto es obra también de aquella ficción que han establecido en la conciencia colectiva de que en el fondo y en un tiempo (y así es por siempre), el islamismo era, fue y es, pacífico, y no como el cristianismo, violento con las cruzadas, o las guerras defensivas del islamismo invasor de la Edad Medo y su expulsión de los territorios conquistados (como en España).
En todo esto hay una responsabilidad notable por cineastas e historiadores ideologízados por la izquierda rancia, que han subvertido la realdad, a base de de falsear la verdad y divulgar leyendas negras sobre Occidente y el Cristianismo. Hay muchas películas que blanquean -falseando la verdad histórica- que el islam invasor de Occidente y empezando por Palestina era pacífico (Saladino como un santo varón). En el siglo VII entraron violentamente en esas tierras a sangre y fuego, espada en ristre, asesinando y expulsado a sus habitantes -ya de años y años- de donde vivían. Por citar un dato significativo, que vale como botón de muestra: los monjes ermitaños que vivían pobremente en las laderas del monte Carmelo, dedicados a la oración, sin nada, pacíficamente, humildísimamente; pues fueron pasados a cuchillo por las hordas asesinas islámicas. El Islam desde su fundación, siempre ha usado la violencia como medio de expansión. Así lo hizo Mahoma, espada en mano.
Por mucho que nos quieran hacer creer -por todos os medios- y que los líderes occidentales, que los actos de violencia cometidos en nombre del Islam, pueden de alguna manera estar separados de la religión , lo cierto es que el Islam no es una religión de paz. Y a los hechos que en todo lugar y tiempo se han dado y dan, y darán. La llamada a la violencia y su justificación están explícitamente contenidos en los textos sagrados del Islam.
La reforma del Islam es urgente, necesaria y posible a partir de la acción de los musulmanes, pero también es necesario que Occidente no permanezca al margen.
Y tristemente, si, ante esta barbarie, no te callas y te quejas y te muestras crítico -como hacemos aquí- enseguida te llaman extremista y xenófobo, que vas contra la convivencia democrática y contribuyes a fomentar el odio entre los ciudadanos.
En fin, una pena. Y de los tres inocentes degollados ayer ¿quién ya se acuerda? Hasta los siguientes…, suma y sigue.
Estamos con el cardenal Sarah reacciona al ataque en Niza: «El islamismo es un fanatismo monstruoso que debe combatirse» y también con el Papa: «Rezo para que se pueda responder al mal con el bien».