La felicidad de los cristianos

—El momento en el que me entran dudas y comienzo a sospechar de que probablemente lo que cuenta la Iglesia no sean invenciones y que Dios, efectivamente, puede existir, es cuando veo alegres y felices a los cristianos. A algunos les he conocido en situaciones dramáticas, con enfermedades como la mía, y no se han deprimido ni desesperado. Yo, en cambio, necesito agarrarme a las pastillas…

Luego, tras un instante, María Pilar añadió sonriendo levemente, mientras miraba a Indalecio:

—Tal vez los médicos deberíais recetar más Evangelio y menos ansiolíticos a vuestros pacientes. Le ahorraríais un dineral al Estado. A lo que parece la religión no es solo buena para la salud del alma; también para el cuerpo. Según estadísticas: las personas religiosas gozan de mejor salud y viven más.

—El Evangelio es una “receta” de felicidad —dijo Diego esbozando una sonrisa.

Indalecio replicó: 

—La felicidad no es patrimonio de los creyentes.

—La verdadera felicidad sí lo es —repuso Miguel—. Como decía Wittgenstein, “el cristianismo representa la única vía segura hacia la felicidad”[1]. El laicismo materialista es incapaz de hacer feliz de forma estable y profunda. La felicidad que el mundo puede ofrecer es una falsa perfección de felicidad, consistente en encadenar satisfacciones para obtener una alegría inconsistente y efímera; es una felicidad fragmentaria, de a ratos, una felicidad a retazos, de a pasárselo lo mejor posible, sin grandes pretensiones, sin un hondo sentido de la plenitud, sin más perspectiva que el aquí y ahora. Esto es de una mediocridad pasmosa. La felicidad cristiana es sutil, va más allá de lo material, está en la complacencia en el bien y la bondad, en la buena conciencia, en la afectividad más noble, en sentirse amado por un Dios Padre… Es una felicidad imbuida de esperanza, en que la muerte no es una objeción; tiene vocación de perdurabilidad, de ser para siempre, eterna. En una palabra, para los que creemos, la felicidad consiste en vivir en amistad con nuestro Señor, lo cual rebasa cuanto corazón humano pudiera desear. Sólo Cristo da la alegría que nada ni nadie nos podrá arrebatar[2]. [3]

 

 

ACTUALIDAD CATÓLICA

[1] Diarios Secretos, 8.12.14.

[2] Jn 16,22.

[3] Texto de un dialogo de la novela El fin de los tiempos. (Obra nuestra que pueden ver en la página y la pueden también bajar).