Resulta sorprendente que aquellos que -a sabiendas o no- hacen el juego al diablo resulten ser los mismos que utilizan lo más propio del diablo el odio -lo opuesto a Dios amor- como arma detestable de ataque; es decir, se ataca a aquellos que están por el amor imputándoles el delito de hacer lo que no les es propio, odiar; en suma, les acusan de ejercitar aquello diabólico del odio, cuya esencia, dueño y señor es Satanás, justamente a los que los inventores de la ley del odio admiran. A esta cosa retorcida cosa siniestra estamos llegando en este tiempos.
Llamativa paradoja esta. Pero ya nos advertía el Señor y Dios verdadero, al calificar al diablo como «el padre de la mentira». Y es tan así, que incluso es capaz de tirarse piedras contra el propio tejado, contra su esencia odiadora, con tal de servirse de la repugnancia natural del ser humano al odio, para utilizarlo para sembrar discordia, enfrentar, dividir, perseguir… y levantar odios de unos contra otros. Este empleo del odio como argumento homicida contra el otro es una estratagema que hoy día está muy en boga.
Y curiosamente, a los contra los que se utiliza este arma, a los que se coacciona o reprime con la amenaza de este ley del odio, tan subjetiva como arbitraria -y hasta surrealista- es justamente aquellos -creyentes del Dios amor- que aman al ser humano, su naturaleza, su orden ético, su dignidad, derecho, su libertad, etc.
Se utiliza la cuestión del odio para desprestigiar al contrario, al que opina diferente, al que no se pliega a lo «políticamente correcto» según el patrón que ellos -los del Nuevo Orden Mundial- ha concebido, o lo que es lo mismo su verdad; y en este sentido si discrepas porque tienes un punto de vista distinto y pretendes honestamente defender una causa justa, de inmediato te acusan de ser fóbico a lo que sea. Más o menos, así lo venía a expresar fechas atrás Mons. Luis Argüello: «Se fomenta el odio cuando se declara `delito de odio´ cualquier discrepancia»
Y claro está: al final, el diablo vuelve a su esencia, a que el odio triunfe; al principio parecía que el mismo Satanás se hacía la guerra a sí mismo atacando al odio. Pero ya se ve que al final, con ese argumento o ley del odio lo que provoca es fomentar el odio. Y no solo esto, sino que también el establecer leyes y ordenar la vida de la gente de forma incongruente y contraria al derecho y sentido común.
Con este caso concreto se ve lo disparatado de esta ley -y que se asumen como si nada, nadie dice una palabra de discrepancia, ¡hasta donde hemos llegado!-: una persona homosexual y que llegado un momento en su vida haya decidido trata de reconvertir su inclinación e identificarse con su sexo biológico, poniéndose en manos de un psicólogo especialista…; asómbrense, esa persona u ese profesional puede estar cometiendo un delito, porque según le ley está prohibido tal tratamiento. De modo que una persona no puede procurarse lo que piensa que es su bien, y ni tampoco otra posibilitarselo, o otra simplemente opinar en defensa este derecho.
En fin, que es una ley que conculca derechos y libertades, y que provoca discordias y enfrentamientos, y conduce especialmente a odiar.