El peligro de deslizamiento hacia la supresión de lo sagrado

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Con todos estos pronunciamientos que surgen aquí  y allá, de boca de algún prelado de la Iglesia, sobre la exigencia de la vacuna para entrar en un templo o el de recibir la comunión en la boca o no, y cosas por el estilo, en este tiempo de pandemia, despierta una sensación -a mi por lo menos- de estar intentando suprimir algo… «prohibir, limitar, cerrar, etc.»

Hay que mosquecarse (tener la mosca detrás de oreja)… Es decir, que cualquier maniobra que vaya contra la eliminación de lo sagrado, en la forma que sea ha de despertar una cierta inquietud. No están lo tiempos como para poner reparos, obstáculos, etc. a que la gente se aproxime a Dios.

Hace años las iglesias de todos los pueblos y ciudades de España estaban todos los días a todas las horas abiertas, y la gente entraba aunque solo fuera un momento a hacer una visita…, a hablar con Dios, a comunicarle cualquier inquietud, a veces respondiendo a una llamada… muchos ateos y gente desconsolada encontró fe y consuelo en Dios en ese momento de su vida. Aquella realidad de las puertas abiertas de todos los templos que invitaban a entrar a todo el mundo ha desaparecido. Seguro que habrá habido considerables razones, claro. Pero… En fin, una pena.

Ahora parece incluso irse más lejos. ¡¿A quién se le está haciendo el juego?!

Me viene a la mente este signo de los tiempos: Se suprimirá el sacrificio del altar, la misa, la adoración eucarística, y el Maligno pretenderá ocupar el lugar.

Cuando veáis, pues, la abominación de la desolación, anunciada por el profeta Daniel, erigida en el Lugar Santo (Mt 24,15).

En media semana hará cesar el sacrificio y la oblación, y en el ala del Templo estará la abominación de la desolación, hasta que la ruina decretada se derrame sobre el desolador (Dan 9,27b)

Mucho nos tememos que con estas maniobras al rebufo de la pandemia se está consiguiendo favorecer que tenga lugar esta profecía del fin de los tiempos. Tal vez es que ya estemos de alguna manera envueltos en ellos.

Si esto sigue así, no tardando se llegará a las «persecuciones» por este motivo y a la celebración de misas clandestinas. Al tiempo.

El Malo -y sus adláteres- no descansa.

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