El cayado «Gracia»

Papa Francisco

Zacarías 11

Apacenté, pues, las ovejas de matadero destinadas a los tratantes de ovejas, y me procuré dos cayados: a uno lo  llamé «Gracia» y al otro «Vínculo». Me puse a apacentar las ovejas,

10 Tomé luego mi cayado «Gracia» y lo partí, para romper la alianza que Yahveh había concluido con todos los pueblos.

Permítaseme esta osadía: creo firmemente que el papa Francisco encarna el cayado «Gracia».

¿Por qué?, se preguntarán, arqueando las cejas.

Entre otras razones, porque este momento histórico representa cómo ningún otro esa situación histórica en la que se enmarcarían estos versículos proféticos de Zacarías, al igual que otros también de índole profética en las Sagradas Escrituras. Porque todas las apariciones y revelaciones proféticas privadas, que se han dado a lo largo de la historia, especialmente la reciente, apuntan a acontecer a estos tiempos. Porque, sin duda, a pesar de los pesares y cuestionamientos, etc., este Papa es un don, auténtica gracia de Dios, un regalo del Cielo para el mundo y para la Iglesia.

El papa Francisco será el penúltimo presidirá, en la última y gran persecución, a la Santa Iglesia. Sería el denominado  De «Gloria olivæ» y al que continuaría, en el momento final, «Petrus romanus», o cayado «Vínculo».

Este será el cayado de gracia: quebrado, asesinado por los poderes de este mundo; lo que supone la separación de la Iglesia del mundo. Con ello queda roto el compromiso que Dios tenía con los pueblos, las naciones y la humanidad en general. Dios se desvincula del mundo, dejándolo a su suerte, por su propia maldad. Sobrevendrán los castigos que se propicie a sí mismo el mundo: fruto de la maldad y del desamparo divino.

Dios, cansado y harto de tantas infidelidades, de tanta maldad, corrupción y ateísmo, rompe el pacto de favor, de gracia, con el mundo, culminado con el cayado el papa Francisco: pastorearlos, apacentarlos, cuidarlos… de las desgracias, terremotos, hambrunas, guerras, …de los carniceros, lobos y alimañas.

El papa San Pío X, en una audiencia de 1909 al Capítulo General de los Franciscanos tuvo de pronto su conocida visión, cuando exclamó: “Es terrible, el Papa tendrá que abandonar Roma, y pasar sobre los cadáveres de sus sacerdotes al salir del Vaticano”. “Tendrá que ocultarse en algún sitio disfrazado, y después de un corto retiro sufrirá una muerte cruel”.

En la Salette, 1846, la Virgen dijo: «El Santo Padre sufrirá mucho. Yo estaré con él hasta el fin para recibir su sacrificio. Los malvados atentarán muchas veces contra su vida, sin poder poner fin a sus días, pero ni él ni su sucesor (que no reinará mucho tiempo) verán el triunfo de la Iglesia».

En Fátima, la tercera parte del secreto  revelado el 13 de julio de 1917 a los tres pastorcitos en Cova de Iria por la Virgen, y transcrito por Sor Lucía el 3 de enero de 1944: «Un Obispo vestido de Blanco ‘hemos tenido el presentimiento de que fuera el Santo Padre’. También a otros Obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas subir una montaña empinada, en cuya cumbre había una gran Cruz de maderos toscos como si fueran de alcornoque con la corteza; el Santo Padre, antes de llegar a ella, atravesó una gran ciudad medio en ruinas y medio tembloroso con paso vacilante, apesadumbrado de dolor y pena, rezando por las almas de los cadáveres que encontraba por el camino; llegado a la cima del monte, postrado de rodillas a los pies de la gran Cruz fue muerto por un grupo de soldados que le dispararon varios tiros…»

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