Predicar con el testimonio 2

«Trata de ser un modelo para los que creen, en la conversación, en la conducta, en el amor, en la fe, en la pureza de vida» (1 Tim 4,12).

«Dándoles tú mismo ejemplo de buena conducta, en lo que se refiere a la pureza de doctrina, a la dignidad, a la enseñanza correcta e inobjetable. De esa manera, el adversario quedará confundido, porque no tendrá nada que reprocharnos» (Tit 2,7-8).

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           Mahatma Gandhi (1869-1948) dijo en cierta ocasión sobre el cristianismo y el mundo occidental:

           —Cuando leo el Evangelio, me siento cristiano; pero cuando veo a los cristianos hace la guerra, oprimir a los pueblos colonizados, enriquecerse, beber alcohol y fumar opio, me doy cuenta de que ellos no viven según el Evangelio.

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            Durante una de las batallas que libró Alejandro Magno, le comunicaron que un miembro de su tropa se había comportado cobardemente, por lo que ordenó que el soldado fuese traído ante él.

           Estando frente al general, éste le preguntó: ¿Cuál es tu nombre? El soldado con cara de vergüenza respondió igual que usted señor:

          —Alejandro.

           Entonces le dijo el General:

          —O bien cambias tu nombre o cambias tu conducta.

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         Cuando una mujer hindú se hizo seguidora de Cristo, su marido y otros parientes trataron de hacerle la vida imposible. Un día un misionero le preguntó:

         —Cuando tu esposo se enfada y te hostiga, ¿qué haces?

         —Le preparo una mejor comida y le barro mejor el piso ¾replicó la señora¾. Cuando me habla ásperamente, le respondo con suavidad. En todo lo que hago procuro demostrarle que desde que me hice cristiana soy mejor esposa.

           Ese marido se resistió a todos los sermones del misionero, pero no pudo rechazar la prédica práctica de su mujer. El Espíritu Santo se valió del gentil testimonio de aquella ama de casa y a la postre el hombre aceptó a Jesús.[1]

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            Cuando alguien nos trata mal, tenemos dos alternativas: abrigar resentimientos o buscar medios de demostrar el amor de Dios a nuestro antagonista.

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2Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, mandó a sus discípulos a preguntarle: 3«¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?». 4Jesús les respondió: «Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: 5los ciegos ven y los cojos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y los pobres son evangelizados. (Mt 11,2-5).

La gente se admiraba al ver hablar a los mudos, sanos a los lisiados, andar a los tullidos y con vista a los ciegos, y daban gloria al Dios de Israel. (Mt 15,31).

Si ya en tiempos de Jesús el ver era lo que maravillaba y atraía, ¡cuánto más se hace hoy necesario!

En un mundo que ya no cree en nada, donde la confusión de las noticias, el relativismo, la falta de palabra, la infidelidad, hacen increíble cualquier verdad: ¿qué es la verdad? (la pregunta de Pilato a Jesús, a la que ya no contestó con palabras); la predicación por sí misma no vale; solo el ejemplo es capaz de mostrar la verdad: la verdad encarnada. Predicar con el testimonio del desprendimiento, la pobreza, la generosidad… Lo demás, la sola voz, es como querer sembrar solo la vaina, la hojarasca, sin grano. Las palabras se las lleva el viento, ya solo el acontecimiento, el relato, la dramatización es digna de crédito. Sólo aquello que se hace se dice verdaderamente. Difícilmente ésta podrá tocar -admirar maravillar- los corazones mediante simples discursos.

Lo que fascina es sobre todo el encuentro con personas creyentes que, mediante su fe, atraen hacia la gracia de Cristo, dando testimonio de Él.

El objetivo primero: visibilizar la religión del Amor. Que el mundo diga: “mira como se aman”; que en un mundo despiadado, la Iglesia sea el contraste, por la piedad y la caridad. Testigos del amor. Este es el reino; el anuncio del Evangelio.

Con la bondad atraemos al prójimo. descubrirán el testimonio de nuestro amor solidario y fraterno. El papel de estar con los necesitados en esta sociedad del bienestar, es ejercer el testimonio de nuestro amor solidario y fraterno. Es una verdad creíble. La comunión distingue a los discípulos de Cristo y es el más bello testimonio y el más poderoso atractivo. El amor y la ternura de Dios plasmada en la familia de los creyentes -la Iglesia- es lo gana los corazones.

 “Nada como la misericordia caracteriza al cristiano; nada es así admirado, aun por parte de los incrédulos, como ver que practicamos la misericordia”, decía san Juan Crisóstomo.

El testimonio de la misericordia es lo que maravilla, deslumbra. Ser luz para otros y con otros. Los miembros de la Iglesia deben “resplandecer como estrellas en el universo” (Flp 2,15). La única luz es o será la del cristianismo. “Yo he venido como la luz al mudo, para que todo el que cree en mi, no quede en las tinieblas” (Jn 12,46).     

Nuestras vidas serán la única Biblia que algunos jamás leerán. ¡Visibilicemos la Buena Nueva!

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[1] Henry G. Bosch, en www.motivaciones.org\

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