Palabra de Dios del día de hoy: Exorcismo

El Evangelio (Mc 9,14-29) de la misa de hoy, 24 de febrero, trata de un exorcismo de los muchos que hizo Jesús; pero que reúne algunas características interesantes a destacar, en concreto la dificultad que tenían los discípulos (exorcistas con autoridad) para la expulsión al demonio.

Antes de entrar a comentar el Evangelio, reseñar la actualidad tan vigente que en estos tiempos presentes tiene la actividad demoniaca, que se manifiesta no ya solo en la potencia de generar maldad, que a la vista está que el ser humano hoy día moralmente ha retrocedido: el Maligno está ganando terreno, es obvio; sino en que también en el de las posesiones demoniacas. Cada vez más es el número de infectados y poseídos por los demonios que llegan a los exorcistas oficiales de la Iglesia católica; no dan abasto y en lo que llevamos de siglo se ha multiplicado considerablemente el número de ellos.

En el evangelio de hoy se aprecia primeramente que los discípulos de Jesús no han sido capaces de curar a un endemoniado. Jesús —que les habría otorgado autoridad para expulsar demonios— se enfada con ellos por el fracaso, imputándoselo a su falta de fe.

El espíritu maligno que posee al niño en cuanto ve a Jesús, reconociéndole quién es y la autoritas que posee, no puede contenerse y da la cara y se aferra al poseído retorciéndole. Esto es algo que se da con frecuencia en todos los exorcismos que Jesús realiza. Lo cual ocurre en la actualidad ante la presencia de la Eucaristía, el agua bendita… o la Santísima Virgen.

El padre apela a la conmiseración del corazón de Jesús: «Si algo puedes, ten lástima de nosotros y ayúdanos.» Jesús reclama que se tenga fe: «Si puedo? Todo es posible al que tiene fe.». Ante esta petición, el padre de muchacho poseído clama: «Tengo fe, pero dudo; ayúdame.» Esta pequeña aportación de tener algo de fe por parte humana es cuanto Cristo requiere de nosotros. Y entonces Jesús increpó al espíritu inmundo: «Espíritu mudo y sordo, yo te lo mando: Vete y no vuelvas a entrar en él.», y el demonio salió del cuerpo del muchacho.

Luego los discípulos le preguntaron a Jesús: «¿Por qué no pudimos echarlo nosotros?». Y Jesús les dijo: «Esta especie sólo puede salir con oración y ayuno.». Es decir, a la fe y a la autoridad otorgada, la exorcización de algunos demonios que son «jerárquicamente» más poderosos cuesta echarlos y se necesita el plus de la oración y el ayuno, una fuerza de gracia especial que Dios otorga a través de estos medios.

 

Lectura del santo evangelio según san Marcos (9,14-29):

En aquel tiempo, cuando Jesús y los tres discípulos bajaron de la montaña, al llegar adonde estaban los demás discípulos, vieron mucha gente alrededor, y a unos escribas discutiendo con ellos. Al ver a Jesús, la gente se sorprendió, y corrió a saludarlo.
Él les preguntó: «¿De qué discutís?»
Uno le contestó: «Maestro, te he traído a mi hijo; tiene un espíritu que no le deja hablar y, cuando lo agarra, lo tira al suelo, echa espumarajos, rechina los dientes y se queda tieso. He pedido a tus discípulos que lo echen, y no han sido capaces
Él les contestó: «¡Gente sin fe! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo os tendré que soportar? Traédmelo.»
Se lo llevaron. El espíritu, en cuanto vio a Jesús, retorció al niño; cayó por tierra y se revolcaba, echando espumarajos.
Jesús preguntó al padre: «¿Cuánto tiempo hace que le pasa esto?»
Contestó él: «Desde pequeño. Y muchas veces hasta lo ha echado al fuego y al agua, para acabar con él. Si algo puedes, ten lástima de nosotros y ayúdanos
Jesús replicó: «¿Si puedo? Todo es posible al que tiene fe.»
Entonces el padre del muchacho gritó: «Tengo fe, pero dudo; ayúdame.»
Jesús, al ver que acudía gente, increpó al espíritu inmundo, diciendo: «Espíritu mudo y sordo, yo te lo mando: Vete y no vuelvas a entrar en él.»

Gritando y sacudiéndolo violentamente, salió. El niño se quedó como un cadáver, de modo que la multitud decía que estaba muerto. Pero Jesús lo levantó, cogiéndolo de la mano, y el niño se puso en pie.
Al entrar en casa, sus discípulos le preguntaron a solas: «¿Por qué no pudimos echarlo nosotros?»
Él les respondió: «Esta especie sólo puede salir con oración y ayuno.»

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Catena Aurea

 

Teofilacto

Después que mostró su gloria a los tres discípulos en el monte, volvió a los otros que no habían subido, según las siguientes palabras: «Al llegar a donde estaban los demás discípulos, viólos rodeados de una gran multitud», etc. Aprovechando los fariseos la ausencia de Cristo, trataron de atraer a la multitud.
 

Pseudo-Jerónimo

No hay reposo para el hombre bajo el sol: la envidia mata a los niños; el rayo hiere la cresta de los altos montes; y hay algunos que aprendiendo con la fe, como la gente común, u otros que envidiando con altanería, como los escribas, vienen juntos a la Iglesia.

«Y todo el pueblo, luego que vio a Jesús, se llenó de asombro», etc.
 

Beda, in Marcum, 3, 38

Es de observar la diferencia que hay siempre y en todo entre el espíritu de los escribas y el de la multitud. Los escribas no manifiestan la menor devoción, ni fe, ni humildad, ni reverencia al Señor, mientras que la multitud estupefacta al verle, se precipita para saludarle. «Y acudieron todos corriendo a saludarle».
 

Teofilacto

Deseaba tanto verle la multitud, que le saludaba desde lejos cuando se presentaba. Y algunos dicen que, pareciendo más hermoso su aspecto desde la transfiguración atraía a la multitud a saludarle.
 

Pseudo-Jerónimo

Viéndolo el pueblo quedó estupefacto y espantado, pero no les sucedió así a sus discípulos porque en la caridad no hay el temor ( 1Jn 4), que es propio de los siervos, como la estupefacción lo es de los necios. «Y El les preguntó: ¿Sobre qué altercáis entre vosotros?». El Señor interroga para que la confesión engendre la salvación y se resuelva en palabras piadosas el murmullo del corazón.
 

Beda, in Marcum, 3, 38

Se puede creer, si no me engaño, que la cuestión promovida entre ellos tenía como causa el que, siendo discípulos del Salvador, no habían podido curar al poseído que estaba entre ellos. Así al menos se desprende de las siguientes palabras: «A lo que respondiendo uno de ellos, dijo: Maestro, yo he traído a ti un hijo mío», etc.
 

San Juan Crisóstomo, homilia in Matthaeum, hom., 58

La Escritura muestra la incredulidad de este hombre por la siguiente frase de Cristo: «¡Oh gente incrédula!» y por esta otra: «Si tú puedes creer». Sin embargo, aunque fuese su incredulidad un motivo para que el demonio no lo abandonase, acusa a sus discípulos: «Pedí a tus discípulos que le lanzasen, y no han podido», continúa. Observemos la necedad de este hombre, que acusa a los discípulos cuando ruega a Jesús en medio de las gentes, por lo que le reprocha el Señor delante del pueblo, haciendo extensivo este reproche a todos los judíos, puesto que es probable que muchos de los presentes encandalizados pensaran lo que no debían pensar de los discípulos. «Jesús, dirigiendo a todos la palabra, les dijo: ¡Oh gente incrédula! ¿Hasta cuándo habré de estar entre vosotros? ¿Hasta cuándo habré yo de sufriros?». En cuyas palabras expresa que desea la muerte, y que el trato con ellos le era pesado.
 

Beda, in Marcum, 3, 38

Sin embargo, no se muestra airado contra el hombre, sino contra el vicio, y así es que añade en seguida: «Traédmelo a mí», etc.
 

San Juan Crisóstomo, homilia in Matthaeum, hom., 58

El Señor permitió esto a causa del padre del muchacho, a fin de que viendo los maltratos que sufría de parte del demonio, fuese atraído a la fe en virtud del milagro que iba a obrarse.
 

Teofilacto

El Señor permite estos maltratos para que conozcamos la malicia del demonio, el cual hubiera matado al muchacho si el Señor no le hubiese protegido. «Jesús preguntó a su padre: ¿Cuánto tiempo», etc.
 

Beda

Que esto sirva de humillación a los que creen, como se atrevió a decir Juliano, que todos los hombres nacen inocentes como Adán, sin la mancha del pecado original. ¿Qué hizo, pues, este muchacho para que desde la infancia el demonio le atormentase tan cruelmente, si no hubiese tenido la mancha del pecado original sobre sí? Porque es cierto que él no había podido cometer por su parte ningún pecado.
 

Glosa

Las palabras del padre declaran su falta de fe. «Si tú puedes algo», manifiesta que duda de su poder, porque había visto que sus discípulos no habían curado a su hijo. Y añade: «Socórrenos compadecido de nosotros», para expresar la desgracia del hijo que sufría y la aflicción del padre.

A lo que Jesús le dijo: «Si tú puedes creer», etc.
 

Pseudo-Jerónimo

Con las palabras «Si puedes», indica su libre albedrío. ¿Qué cosa hay imposible para el creyente, si lo pide con lágrimas en nombre de Jesús, esto es, de la salvación?
 

Beda, in Marcum, 3, 38

Da el Señor la respuesta oportuna, porque el que pide dice: «Si puedes algo, ayúdanos», y el Señor contesta: «Si tú puedes creer». Por el contrario, al leproso que exclamó lleno de fe: «Señor, si tú quieres, puedes curarme» ( Mt 8,2-3), le contestó conforme a su fe: «Quiero; sé sano».
 

San Juan Crisóstomo, homilia in Matthaeum, hom., 58

Lo que dice el Señor puede interpretarse de este modo: Es tal la sobreabundancia de virtud que hay en mí, que no sólo puedo hacer esto, sino hacer que otros lo hagan. Porque si tienes la fe necesaria, no solamente podrás curar a éste, sino a otros muchos. De este modo traía a la fe al que hablaba todavía como incrédulo. Y luego el padre del muchacho bañado en lágrimas exclamó diciendo: «¡Oh Señor, yo creo, ayuda tú mi incredulidad!»
 

Víctor Antioqueno

Mas si creía al decir «yo creo», ¿cómo es que añade: «ayuda tú mi incredulidad?» Pero son dos las especies que hay de fe; la que introduce a la vida y la perfecta. Y este hombre que empezaba a creer rogaba al Salvador le concediese lo que faltaba a su fe.
 

Beda, in Marcum, 3, 38

Nadie llega de repente a la perfección y todos por lo mismo debemos empezar en la vida de la virtud por lo pequeño para llegar a lo grande, porque lo primero es el principio de la virtud, después su utilización, y por último su perfección. Mas como la fe crece por secreta inspiración de la gracia por los grados de sus méritos, puede suceder que el que aún no cree bien llegue en un solo momento de ser incrédulo a ser creyente.
 

Pseudo-Jerónimo

Esto nos demuestra también que nuestra fe es débil si no se apoya en el socorro y ayuda de Dios. La fe, acompañada de las lágrimas, llega a lo que desea; y por esto dice: «Viendo el Señor el tropel de gente que iba acudiendo, amenazó al espíritu inmundo, diciéndole:¡ Oh espíritu sordo y mudo!»
 

Teofilacto

Viendo que acudía tanta gente, amenazó sólo al espíritu inmundo, puesto que no quería hacer la cura delante de todos para enseñarnos a huir de toda ostentación.
 

Pseudo-Crisóstomo

Su amenaza y las palabras: Yo te lo mando, manifiestan el poder divino. Cuando dice no sólo sal de él, sino no vuelvas más a entrar en él, manifiesta que estaba pronto a volver a entrar, porque la fe de aquel hombre no era perfecta todavía, y el mandato del Señor se lo impedía. «Y echando un gran grito, continúa, y atormentando horriblemente al joven salió de él», etc. Porque no pudo el diablo matarle en presencia de la verdadera vida.
 

Beda, in Marcum, 3, 38

Curó el Salvador con el tacto de su piadosa diestra al que había convertido semejante a un muerto el enemigo impío. «Pero Jesús, cogiéndole de la mano, le ayudó a alzarse», etc. De este modo, mostrando ser el verdadero Dios por su poder para salvar, mostró asimismo que tenía verdadera naturaleza humana por su manera de tocarle. El insensato Manes niega que el Salvador hubiera asumido verdaderamente la carne. Pero el mismo Salvador, volviendo a la vida a tantos enfermos y purificando e iluminando a tantos otros, condenó su herejía antes que apareciese.

«Entrado que hubo en la casa, sus discípulos le preguntaban a solas: ¿Por qué motivo nosotros no hemos podido expulsarle, etc.»
 

San Juan Crisóstomo, homilia in Matthaeum, hom., 58

Temían, pues, si acaso habían perdido el poder que sobre los espíritus inmundos habían recibido de la gracia. «Respondióles, continúa: Esta raza de demonios «, etc.
 

Teofilacto

Es decir, de los poseídos, o simplemente de toda especie de demonios. Es necesario, pues, que ayune el que cura y aquél a quien cura; porque es perfecta la oración cuando se le añade el ayuno, es decir, cuando la sobriedad del que ora le libra del entorpecimiento que causan los alimentos.
 

Beda, in Marcum, 3, 38

En sentido místico, el Señor, que descubre sus misterios a los discípulos en las alturas y reprende al pie del monte a las gentes por sus pecados de infidelidad, lanza a los malos espíritus de aquéllos a quienes atormentan y conforta a los que son ignorantes y carnales todavía, les enseña, y los corrige; e instruye con más libertad a los perfectos sobre las cosas eternas.
 

Teofilacto

Este demonio es sordo y mudo. Sordo en cuanto que no quiere oír la palabra de Dios. Mudo en cuanto que no quiere enseñar a los otros lo que convendría enseñarles.
 

Pseudo-Jerónimo

El pecador en su necedad echa espuma por la boca, rechina los dientes en su ira, y se seca en su flojedad. El espíritu impuro despedaza al que se acerca a la salvación, y también despedaza con el terror y con los daños que causa a los que desea devorar, como hizo con Job.
 

Beda, in Marcum, 3, 38

Muchas veces, pues, cuando nos esforzamos después de nuestros pecados por convertirnos a Dios, el antiguo enemigo nos tienta con nuevas y mayores insidias para hacernos aborrecible la virtud o para vengarse de la afrenta de haber sido expulsado.
 

San Gregorio Magno, Moralia, 10, 30

Se ve como muerto al que acaba de librarse del poder del espíritu maligno porque quien sujeta los deseos terrenos extingue en sí la vida en su trato carnal y aparece muerto para el mundo, y tal llaman los que no saben vivir espiritualmente al que no solicita los bienes carnales.
 

Pseudo-Jerónimo

Este hombre poseído desde la infancia representa al pueblo gentil, en el cual se desarrolló desde el principio el culto inútil de los ídolos hasta el extremo de inmolar en su locura sus hijos a los demonios. Decía el padre que el mal espíritu precipitaba muchas veces al muchacho en el fuego y en el agua lo cual significa la veneración en que tenían a estos elementos los gentiles.
 

Beda, in Marcum, 3, 38

O bien se representan en este poseído los que vienen al mundo sujetos con el lazo del pecado original y a los cuales ha de salvar la fe de Cristo y su gracia. El fuego debe referirse a la ira y el agua a la voluptuosidad de la carne que suele disipar el espíritu en las delicias. No fue el muchacho, que sufría a su pesar, el amenazado, sino el demonio que estaba en él, porque el que desea corregir al pecador debe exterminar el vicio de las imprecaciones y del odio, pero confortando al hombre con el amor.
 

Pseudo-Jerónimo

El Señor imputa al espíritu lo que ha hecho en el hombre diciendo: «Espíritu sordo y mudo», porque nunca oirá ni hablará lo que oye y habla el pecador penitente. El demonio que sale de un hombre no vuelve más a él, si éste cierra su corazón con las llaves de la humildad y de la caridad y si ha obtenido que se le selle la puerta de la protección. El hombre curado se convierte como en muerto, porque se dice de la salvación: Sois muertos, y vuestra vida está oculta con Cristo en Dios ( Col 3,3).
 

Teofilacto

Que Jesús, esto es, la palabra evangélica, nos de su mano, es decir, la virtud activa, y entonces nos veremos libres del demonio. Y es de observar que Dios nos ayuda al principio, pero que después debemos nosotros obrar el bien. Por esto levantó Jesús al poseído, con lo cual se manifestó el auxilio de Dios, así como el concurso del hombre se manifestó levantándose éste.
 

Beda, in Marcum, 3, 38

Enseñando el Señor a los Apóstoles de qué modo debe ser lanzado este cruelísimo demonio, nos enseña a todos cómo hemos de vivir y que el ayuno y la oración son los medios de que hemos de valernos para salir triunfantes hasta de las mayores pruebas que nos ofrezcan los espíritus inmundos o los hombres. Este ayuno es general y no comprende sólo la abstinencia de los alimentos, sino de todo gusto carnal y principalmente de toda pasión viciosa. La oración general igualmente no consiste sólo en las palabras con que invocamos la clemencia divina, sino en todo lo que hacemos en obsequio de nuestro creador movidos por la fe: testigo es el Apóstol que dice: «Orad sin cesar» ( 1Tes 5,7).
 

Pseudo-Jerónimo

O bien: es la locura de la lujuria de la carne la que se cura con el ayuno, como se sacude la pereza con la oración. Según la enfermedad, así debe ser el remedio. No se cura la vista con lo que se cura el talón, las pasiones del cuerpo han de curarse con el ayuno y las enfermedades del espíritu con la oración.

 

 



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