Aquí cabe perfectamente el dicho de los primeros cristianos cuando eran arrojados a las fieras: «La sangre de los mártires es semilla de los cristianos». Así dice la Palabra de Dios: «Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto» (Jn 12,24).
Y es verdad que las tierras que regaron la sangre de los seguidores de Cristo, aún hoy y a pesar de todas las dificultades actuales, han cosechado grandes santos y mantienen un resto, un rescoldo inapagable de fe: Italia, Francia, México, España… y hasta Rusia. Nigeria es hoy día uno de estos países.
En Nigeria es martirizado un cristiano cada dos horas. Es decir, el 72 % de los 5.000 cristianos asesinados a manos del fundamentalismo islámico (4.998 cristianos asesinados cristianos asesinados en el mundo entre octubre de 2022 y septiembre de 2023. El 80 % de ellos en África y, de ellos, el 90 % en Nigeria). Y ante esta carnicería, el mundo, la ONU, no hace ni caso.
Otros datos sorprendente del arraigo de la fe cristiana son: Nigeria es el país del mundo con mayor índice de asistencia dominical a Misa (el 94% de los católicos son practicantes); y uno de los países donde el número de bautizados más crece anualmente. Y es país del mundo con mayor número de seminaristas: 6.555 (en 2020).
Mientras que en la Iglesia en los países occidentales se vacían los seminarios (por ejemplo, en España hay 974 seminaristas, y de estos los hay procedentes de otras tierras) y no se reponen los sacerdotes que mueren ni los consagrados, en Nigeria hay una asombrosa religiosidad que da fruto extraordinario de vocaciones.
Nigeria, Kenia (y otros países del África subsahariana) y Líbano encabezan los países con católicos que asisten a Misa dominical o con más frecuencia en el mundo, según la Encuesta Mundial de Valores, analizada por el Centro de Investigación Aplicada en el Apostolado, de la Universidad de Georgetown (Estados Unidos).
Y este gran florecimiento de fe y vocaciones se da en un contexto poco propicio, además del riesgo a ser secuestrado o asesinado por los pastores musulmanes de la etnia fulani o por Boko Haram y con la connivencia de fuerzas de seguridad cada vez más islamizada. A lo que añadir la pobreza, factor que juega en contra de estos jóvenes que deciden responder a la llamada del Señor, ya que se da la presión social por sacar adelante económicamente a las familias. Y es precisamente en este ambiente tan adverso, donde los jóvenes se preguntan qué quiere Dios de ellos.
El contraste es notable entre una Iglesia pobre y perseguida, pujante y floreciente, del África negra, con arreglo a la Iglesia alemana, rica, pero carente de sacerdotes, herética, y en la que se está produciendo un alarmante número de bajas producto de la apostasía de muchos fieles escandalizados por la deriva del camino sinodal emprendido por sus jerarquía, y donde estos últimos 5 años se han cerrado 131 iglesias.
Y finalizamos con la esperanza del cristianismo puesta en estos países africanos, donde el Espíritu Santo esta soplando con fuerza, que han de tomar el relevo de los países occidentales para irradiar la fe a todo el mundo… Sin duda, es obra de Dios, que elige a los humildes y pequeños para llevar a cabo su obra.
Gracias Nigeria. Gracias Africa.
Los que somos y vivimos en tierras castellanas -de Castilla y León- de España, desde donde surgieron cientos y miles de misioneros que esparcieron la semilla del Evangelio por todo el mundo y en la misma África, en la cual se ve que ha dado sus frutos, vemos con grato asombro el que precisamente en nuestras tierras de pueblos vaciados -hasta de sacerdotes autóctonos- sean ahora atendidos pastoralmente por sacerdotes africanos; no es raro ver a un sacerdote del África negra ejercer de párroco de un puñado de pueblecitos de Castilla-León. Paradójico: los otrora exportadores de misioneros son ahora misionados.