A tener siempre presente. Hoy, 18 de julio, echamos la mirada 88 años atrás, a uno de esos momentos de la historia humana en que se han cometido verdaderas mostruosidades. Esta es una de esas páginas lamentabilísimas, la de la Guerra Civil Española de 1936-1939. Y estos son algunos datos de su historia.
Dicen que es de la guerra que más se ha escrito. Tal vez por eso esta página no iba a ser menos y no tocar el tema. Especialmente, porque el relato de su historia la escriben los vencedores, aunque en este caso no parece ser así; o sí, según se ve, si los que la escriben fueron los que no perdieron la vida, al salir por patas y con el bolsillo repleto de cuanto había desbalijado y robado; victimas a las que les quitaban a la par que la vida cuanto poseían. Los republicanos perdieron la guerra, sí, pero ganaron la batalla de la propaganda.
En un clima de preguerra se convocaron de forma ilegal las elecciones generales para el 16 de febrero de 1936l 36 (primera vuelta), y repletas de irregularidades. La CEDA obtuvo 120 escaños, el partido más votado. En conjunto, todos los partidos de derechas sumaron 4.511.031 votos. Todas las izquierdas, 4.430.322. El centro, 681.815. O sea, que había perdido el Frente Popular, y aún faltaba la segunda vuelta, que no llegó a celebrarse.Y así lo afirma un republicano de entonces Salvador de Madariaga estima en sus memorias que el cómputo de votos absolutos expresados en las urnas en febrero de 1936 fue superior para las derechas que para el frente popular.
El mismo Madariaga dirá: «El país había entrado en una fase claramente revolucionaria. Ni la vida ni la propiedad estaban a salvo en ninguna parte». Los asesinatos, asaltos a periódicos y locales derechistas, quemas de iglesias, invasiones de la propiedad, etc., se pusieron a la orden del día, la situación era caótica.
Gil Robles recuenta en las Cortes los cuatro meses de Gobierno del Frente Popular, entre 16 de febrero y 15 de junio: 196 iglesias totalmente destrozadas; 334 muertos, 78 centros políticos destruidos, 192 huelgas generales, 10 periódicos desechos. Ningún diputado del Frente Popular lo negó.
El escrito Gironella relata en su libro Los cimpreses creen en Dios» (pp. 678-9):
Calvo Sotelo había descrito la situación de España en tono patético. Dio las cifras oficiales de lo ocurrido desde el 16 de febrero: 4000 bombas habían estallado aquí y allá, 330 asesinatos, 1.511 heridos, 170 iglesias destruidas totalmente, 295 destruidas parcialmente …
Las palabras de Calvo Sotelo habían causado una impresión profunda en las Cortes, y el presidente del Consejo, señor Casares Quiroga, le amenazó por cuarta vez. Entonces Calvo Sotelo alzó los hombros. “¡Bien, señor Casares Quiroga! Me doy por notificado de la amenaza de Su Señoría. Y le digo ante el mundo lo que Santo Domingo de Silos contestó a un rey castellano: “Señor, la vida podréis quitarme, pero más no podréis.”
A la salida, en los pasillos, “La Pasionaria” había dicho en voz baja: “Este hombre ha hablado por última vez.”
El republicano frentepopulista Martínez Barrio suspende la sesión del pleno de las Cortes con la excusa de que «Habríamos terminado a tiros», e incluso se planteó celebrarlo pero cacheando a los diputados. Así era el Parlamento del Frente Popular en julio de 1936.
Esta era la situación una semana antes del Levantamiento del 18 de julio de 1936, los tres digirentes de la oposición: Jose Antonio, enarcelado (después sería asesinado); Gil Robles, bajo amenzado de muerte (autoexiliado); Calvo Sotelo, asesinado (miembros de la policia socialista, de madrugada lo sacaron se su casa y en el vehículo que lo llevaban le dispararon por la espalda). El 14 de julio la comitiva fúnebre del entierro de Calvo Sotelo fue tiroteada al regreso del entierro por pistoleros del Frente Popular. Desde que en febrero se realizaron las elecciones (plagadas de irregulariadades) en las que se auoproclaron vencedores las izquierdas, se cometieron catidad de desmanes y atropellos: El 11 de mayo, menos de un mes desde la proclamación de la República, las turbas convirtieron en pavesas con absoluta impunidad la casa profesa de los jesuitas y el anejo templo de San Francisco de Borja de la calle de la Flor de Madrid (junto al Congreso); ardió por completo su biblioteca, la segunda de España después de la Biblioteca Nacional, contaba con 80.000 volúmenes, entre ellos ediciones príncipe de Lope de Vega, Quevedo o Calderón de la Barca. Se dieron manifestaciones, huelgas, 330 muertos, 400 iglesias incendiadas, etc. Estos eran los datos de un autentico desgobierno y una situación caótica y preguerracivilista. Una fuerza mixta de policías y milicianos demuestra el grado de descomposición del aparato del estado republicano en solo cinco meses desde las elecciones: las fuerzas de seguridad del estado actuaban como bandas terroristas. La ley había dejado de existir. Entre el 31 de enero y el 17 de julio de 1936 se produjeron 273 homicidios. Según calcula el historiador Payne: desde 1931 hasta la Guerra Civil se produjeron 2.225 asesinatos. En 1936 no había democracia en España ya antes del 18 de julio.
Besteiro, el lider socialista-sindicalista, decía de Largo Cabalero, lider del socialismo, que era una mula honesta, pero una mula. ¡Era terco como una mula! Le dijeron: «Tú vas a ser el Lenin español», y él, el pobre de Largo Caballero, fue y se lo creyó.
Los comunistas (y socialistas, de entonces) y anarquistas cometían sus crímenes en nombre de una filosofía revolucionaria que sancionó el asesinato como vía legítima para materializar su visión de un mundo mejor. De modo que los dirigentes socialistas como Largo Caballero y Prieto (y así lo advirtio el único socialista sensato y pacífico Besteiro) estaban por provocar la guerra, pensando que la iban a garnar, y cambiar las cosas revolucionariamente.
Muchos intelectuales se posicionaron de parte del levantamiento ante el arbitrario estado de cosas y «la estupidez y la canallería criminal» del Frente Popular: Miguel de Unamuno, Ramiro de Maeztu, Ortega y Gaset, Pérez de Ayala, Azorín, Baroja, Madariaga etc., y Marañon dijo: los que hemos contribuido a traer el terror comunista no tenemos derecho a condenar el franquismo.
Las unidades de milicianos de los partidos políticos y los sindicatos se reunían en bandas se traladaban a los pueblos con camiones y ordenaban a los alcaldes que entregaran a los gloriosos de la localidad. A menudo los alcaldes tenían que decir que todos habían huido, pero muchas veces había alguien que informaba a los terroristas, diciéndoles cuáles de los ricos del pueblo seguían allí; entonces éstos eran detenidos y fusilados en un barranco próximo. Algo parecido ocurría en las fincas urbanas de las ciudades, donde los porteros a veces se chivaban de qué vecino era de derechas, y tras desbalijarse la casa, se lo llevaban preso a (siguiendo el modelo «cheká» soviética) a las checas (de las que en Madrid hubo más de 200).
Durante la guerra civil esa furia contra la cultura (“burguesa” o “reaccionaria”) alcanzó un verdadero paroxismo con la devastación de cientos de bibliotecas, a veces valiosísimas, guardadas en domicilios privados, monasterios, edificios públicos, etc.
La saña contra lo católico fue tremenda: se destruyenron parcial o totalmente los bienes eclesiaticos de media España, iglesias, conventos, obras de arte, objetos sagrados, etc. El patrimonio eclesiástico menguó de manera considerable en España debido a la destrucción de un total de 20.000 iglesias. Asesinaron monjas, sacerdotes, catequistas, feligreses piadosos… en los primeros días y semanas de manera inhumana. Cerca de 10.000 sacerdotes, religiosos y religiosas perdieron la vida. 13 obispos, 4.184 sacerdotes seculares, 2.365 frailes y casi 300 monjas. Su único “delito” fue ser católicos.
Azaña, ya cuando conprobó la catastrófica dimensión de lo que suponía todo aquello, como las matanzas de la retaguardia republicana, y especialmente las de la cárcel modelo, le hicieron pronunciar una frase que le honra: «No quiero ser presidente de una República de asesinos«
El militante de base y los mandos intermedios serían meras comparsas destinadas a sufrir las durezas de la derrota. Los miembros del buró-político, por el contrario, tuvieron sus aviones disponibles para desde Monóvar (Albacete) huir de la derrota, algunos bien pertrechados con el botín acumulado de robos a los museros, a las victimas y cajasfuertes de los bancos. Todos los lideres, excepto Besteiro,cuando vieron que el barco se úndia lo abandonaron, dejando aquí a los demás (a manos de la represión, del ajuste de cuentas, de juicios más o menos justos y sus respectivas ejecuciones, encarcelamientos, con trabajos para reducir penas, etc. Los maquis -huidos en las montañas y parajes solitarios-, luego perseguidos por la guardia civil, y los refugiados muertos de hambre en el sur de Francia (casi medio millón), en espera de rehacer la guerra y vencerla; y por último, los que ocultamente y de por vida se quedaron escondidos, cual topos, en sus casas, emparedados en una habitacion).
Amén de las causas de responsabilidad política, hubieron también causas como: una economía atrasada, incapaz de satisfacer las necesidades del pueblo; una oligarquía terrateniente sólo preocupada por sus beneficios e incapaz de los cambios más elementales; una estructura social con abismales diferencias entre pobres y ricos, con una pequeña oligarquía poderosa, unas clases bajas en continuo aumento, una clase media insuficiente para servir de elemento equilibrador.
Resultados de la Guerra de España de 1936
-
- Las muertes en acción de guerra: 160.000 (15.000 civiles).
- En la revolución y en su represión, 131.000: 58.000 en la zona nacional y 73.000, en la zona republicana.
- Sobremortalidad por hambre y enfermedades causadas por la guerra (1936-1943): 324.000 muertos.
- El exilio: 140.000 exiliados (inicialmente se exilian 400.000, pero 260.000 de ellos regresan enseguida.