Nosotros los cristianos de la fe verdadera, entre otra razones por el mismo Dios nos invita a lo más maravillo: «Sed santos como yo soy santo»(Lv 11, 44), celebramos la fiesta de la santidad a la que han tratado de contraponer los festejos paganos y hasta -o principalmente- diabólicos de Halloween.
Ahora, resulta sorprendente cómo ha podido girarse esta fiesta tan cristiana, en que se proclama la vocación más querida por Dios que es el de la santidad de sus hijos, hasta convertirse en un festejo pagano, en que se da cabida a lo opuesto a la voluntad divina, para pervertirla y contrarrestarla, como un «anti» (contra Dios) más de las fuerzas del mal que operan el medio del mundo para destruir la obra creada de Dios, principalmente en sus seres más queridos su hijos, los seres humanos, por quién en mismo Hijo fue capaz de dar la vida, para hacerlos santos, salvos.
Ante el vuelo que ha tomado esto del Halloween, llegando desgraciadamente sobrepasar y hasta anular el tradicional «Día de Todos los Santos», uno se pregunta si no toma realidad aquello de la Primera Carta del mismo San Juan se lee: «Todo el mundo yace bajo el poder del Maligno» (5, 19).
La santidad de los hijos de Dios pueden y deben mitigar esta potencia diabólica que trata de erigir en el mundo un principado de tinieblas. Y esto es una gravedad extraordinaria, drama para la Humanidad, de la que no se es consciente; porque Halloween -digámoslo claro- hoy día es una manifestación del oculto satanismo, en oposición a la voluntad santífica de Dios.