
- Las inspiraciones o mociones del Espíritu Santo nos vienen seguramente de continuo, pero tan solo nos damos cuenta puntualmente, en momentos que sentimos un gran bienestar con nos hace exultar íntimamente. Hoy, al salir de casa de mañana, pensando en lo bien que me sentía por el nuevo día, me han dado gracias de agradecerle al Señor por la maravilla de que exista y de su amor, y me he sentido regocijar interiormente. ¡Qué bello es vivir!, y me ha sido regalado.
- Si no se aprecian, estiman y producen gozos y sentires las cosas pequeñas, lo cotidiano, lo sencillo, etc., lo gratuito, lo delicado, etc., no somos actos para contemplación, captación y fruición de los sentimientos y de las satisfacciones profundas de la vida.
- La vida sin Dios se hace complicada, es decir, parece no ser suficiente. Y esto es algo que se deja notar en el vivir cotidiano, hasta que como un volcán un día indeterminado -por mucho que lo queramos ahogar con el frenesí de distracciones- expulsa la lava ardiente que lleva dentro, en forma de una insatisfacción con sabor a desesperación… (Lo cual es una explicación para la tan alta cifra de suicidios y de personas de psiquiátrico).
- Ante el relativismo en que vivimos o el inestable liquido, fluido, en que nos movemos -como el ciclista, para no caerse-, que carece de verdad permanente, está lo que Simón Pedro le dijo a Jesús: contestó: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna»» (Jn 6, 68).
- Cuando se pierde capacidad de confiarse, de tener fe, se pierde capacidad de amar. De ahí nuestra responsabilidad en nuestras relaciones, y especialmente en las importantes -y en las que se expone el yo íntimo y afectivo-, en las que podemos herir, desengañar y dejar a la otra persona instalada en la desconfianza, incapacitada para el amor profundo y duradero.
- Confiar hoy día es temerario. Se requiere mucho valor. Y no todo del mundo lo tiene. Hoy es el mayor gesto de valentía. Estamos dañados. Llegados a un punto ya no hay posibilidad…, sólo un salto abismático en el vacío lo puede reparar; esto sólo la Gracia lo puede procurar.
- Las inspiraciones que conducen no cumplir con los deberes sencillos, fáciles y humildes, son tentaciones provienen del Malo; al que vamos dando cada vez más espacio de poder en y sobre nosotros mismo con nuestra dejadez y alejamiento de Dios, y dada nuestra soberbia difícilmente somos capaces de reconocer.
- Idolatría supone “adorar lo que se ve», confiarse en aquello que se ve, se domina controla, creer en Dios en confiar, tener fe, entregarse a El. Para que esto no suceda, pues, creamos ídolos, para creer en ellos: es decir, que no nos produzcan el miedo que supone confiar. Un muñeco de barro, entonces, en este sentido, es muy tranquilizador; para nuestro infortunio.
- Tiene que ser duro para Dios que no le oigamos. Él que está en comtamente comunicando, siendo efusión de amor, que es su existir, en el amar y existir es lo mismo, su ser y amar se «producen a la vez», y su caridad se expanda comunicándose, y que, como sordos, no le escuchemos es una pena que no le escuchamos. La dureza de oído tiene su correspondencia en la dureza de corazón, de la que somos responsables.
- La historia desde la lógica de los hombres la escriben los vencedores; la historia, según la lógica de Dios, la escriben los vencidos. Un vencido, según el mundo, fue quien escribió la Historia, Cristo.