El diácono John Cord nunca olvidará la petición de oración que una reclusa hizo por su bebé, y el impacto que esa petición de oración tuvo finalmente en una comunidad.
La historia de la joven y su bebé ocurrió en la cárcel del condado de Jackson en Seymour (Indianápolis, Estados Unidos), donde el diácono Cord estaba «muerto de miedo» cuando comenzó allí su ministerio hace unos nueve años. Pero con cada visita, se sentía más cómodo y llegó a organizar servicios de comunión en los que invitaba a los hombres o mujeres de la cárcel a compartir sus intenciones de oración.
«Siempre es revelador y desgarrador al mismo tiempo escuchar algunas de las cosas por las que piden que recemos«, dice el diácono Cord. «Ruegan oraciones por sus víctimas, por sus familias, por sus hijos. Una vez había una joven, me pareció que tenía 18 o 19 años. Me dijo: «¿Puede rezar por mi bebé?»«
Así lo hicieron, pero el diácono Cord quería saber más. Se acercó entonces a la madre después de la misa y le preguntó por el bebé. Lo que ella le contó le dejó atónito: “«Acabo de tener a este niño hace un par de semanas, cuando estaba en la cárcel», me confidenció». Cuando le preguntó dónde estaba el bebé, ella señaló que estaba con su hermano de 16 años, quien había dejado los estudios para cuidar del recién nacido. Añadió que no sabía dónde vivían su hermano y el bebé. Conmocionado por todo lo que oía, el diácono Cord se prometió que haría todo lo posible hasta encontrar al niño.
«Emprendimos una loca búsqueda de este niño y del muchacho», recuerda el diácono Cord. «En ese tiempo yo también ayudaba en un sitio donde donábamos comida caliente allí en Seymour. A los pocos días apareció por allí un niño con un bebé pidiendo comida, en concreto leche para darle al niño. El bebé se veía muy aletargado”.
Luego de establecer un primer diálogo el diácono supo que era en efecto el hermano de la reclusa que había pedido oración por su hijo. El adolescente vivía con el bebé en el bosque, dentro de una tienda de campaña. “Era verano y una de las personas de nuestro equipo era enfermera. Cuando cogió al bebé en brazos advirtió de inmediato: «Tenemos que llevar a este niño al hospital ya. Está muy deshidratado y desnutrido»».
La situación era tan desesperada que el equipo organizó de inmediato el traslado del bebé al Riley Children’s Health de Indianápolis. «Hoy el niño se encuentra bien y está en acogida«, cuenta el diácono John Cord. Sin embargo, esta gran noticia es sólo una parte de la historia…
Un lugar de esperanza, donde sanan vidas
La feliz experiencia que esta comunidad tuvo los animó a querer acercarse a la realidad de pobreza que muchos padecen en el condado de Jackson y en Seymour. Saber “qué ocurre entre bastidores y especialmente en la vida de muchas personas encarceladas«, explica el diácono John Cord (arriba en imagen, a la derecha).
El resultado concreto fue que acabaron construyendo un albergue para personas sin hogar “realmente bonito y dotado de todo el personal necesario. Ahora funciona para ayudar a la gente a salir de la calle. Ha tenido un gran impacto«, cuenta el diácono.
«Creemos que todas las parroquias deberían tener un ministerio carcelario o penitenciario, un ministerio de recuperación de adicciones, ministerios de salud mental. Generalmente no tenemos esos ministerios en nuestras parroquias. Y basta con mirar Mateo 25 para ver por qué los necesitamos. No se trata de que estaría bien que me visitaras en la cárcel o me dieras de comer si soy pobre. Fue un mandamiento que Jesús nos dio y debemos hacer estas cosas».
Fuente: The Criterion
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«Ruegan oraciones por sus víctimas, por sus familias, por sus hijos. Una vez había una joven, me pareció que tenía 18 o 19 años. Me dijo: «¿Puede rezar por mi bebé?»». Es el testimonio del diácono John Cord, que Portaluz ofrece en esta crónica.