El aborto jamás será un derecho fundamental

Hoy, jueves 11 de abril, se votará en el Parlamento europeo la propuesta de sobre la inclusión del derecho al aborto en la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea (UE).

Aunque ya había habido una intentona, descartada: Resolución presentada el 7 de julio de 2022, que había suscitado la oposición de algunos Estados miembros; ahora, al socaire de lo ocurrido en Francia, el laicismo masónico, ha decidido relanzar la propuesta.

Ante lo cual la COMECE, organismo que reúne a las Conferencias Episcopales de la Unión Europea, ha emitido una declaración con el encabezado «Sí a la promoción de la mujer y al derecho a la vida, no al aborto y a la imposición ideológica»:

En vista de la votación sobre la “Resolución sobre la inclusión del derecho al aborto en la Carta de Derechos Fundamentales de la UE” (2024/2655 RSP), prevista para el 11 de abril de 2024, la COMECE desea emitir la siguiente declaración dirigida a sus miembros del Parlamento Europeo y de los ciudadanos europeos. La promoción de las mujeres y sus derechos no está relacionada con la promoción del aborto. Trabajamos por una Europa donde las mujeres puedan vivir su maternidad libremente y como un regalo para ellas y para la sociedad y donde ser madre no sea en ningún caso una limitación para la vida personal, social y profesional. Promover y facilitar el aborto va en dirección opuesta a la promoción real de las mujeres y sus derechos.

 El aborto nunca podrá ser un derecho fundamental. El derecho a la vida es el pilar fundamental de todos los demás derechos humanos, especialmente el derecho a la vida de los más vulnerables, frágiles e indefensos, como el feto en el vientre de la madre, el migrante, el anciano, la persona con discapacidad y los enfermos. La Iglesia siempre ha enseñado esta coherencia: “Por tanto, es necesario afirmar con toda fuerza y claridad, incluso en nuestro tiempo, que esta defensa de la vida no nacida está estrechamente vinculada a la defensa de todos y cada uno de los demás derechos humanos. Implica la convicción de que el ser humano es siempre sagrado e inviolable, en cualquier situación y en cada etapa de su desarrollo. Los seres humanos son fines en sí mismos y nunca un medio para resolver otros problemas. Una vez que esta convicción desaparezca, también desaparecerán las bases sólidas y duraderas para la defensa de los derechos humanos, que estarán siempre sujetas a los caprichos pasajeros de los poderes fácticos” (Declaración “Dignitas Infinita” sobre la Dignidad Humana, Dicasterio para la Doctrina de la Fe , 2 de abril de 2024; n. 47).

 La Unión Europea debe respetar las diferentes culturas y tradiciones de los Estados miembros y sus competencias nacionales. La Unión Europea no puede imponer a otros, dentro y fuera de sus fronteras, posiciones ideológicas sobre la persona humana, la sexualidad y el género, el matrimonio y la familia, etc.

 La Carta de los Derechos Fundamentales de la UE no puede incluir derechos que no son reconocidos por todos y causan división. No existe ningún derecho reconocido al aborto en el derecho europeo o internacional, y la forma en que se trata esta cuestión en las constituciones y leyes de los Estados miembros varía considerablemente. Como dice el Preámbulo, la Carta debe respetar “la diversidad de las culturas y tradiciones de los pueblos de Europa”, así como también las “tradiciones constitucionales y obligaciones internacionales comunes a los Estados miembros”.

 

Breve comentario:

Si el derecho a acabar con la vida se impone como tal, entonces esto supone el fin de cualquier otro derecho, que siempre será inferior; es decir, que la declaración del aborto u homicidio se impone como derecho fundamental, cualquier otra cosa puede ser —con el tiempo y «bien» argumentada apoya el deseo «libertad» de los individuos, que por votación suman mayoría— ligiamente establecido y obligado, incluso. Lo cual nos puede llevar muy lejos, peligrosamente.

Los obispos, la Iglesia, bien harían —además de emitir esta nota— en promover la vida activamente; es decir, pasar a la acción en su defensa: desde proclamarla en las homilías, en sus medios de comunicación, en manifestaciones (donde hagan acto de presencia y las promocionen parroquialmente), en el apoyo decidido a los provida, responsabilizar a los políticos y a sus votantes, etc., etc. Hay que sensibilizar con este tema a la sociedad, hay que «hacer lio» con él, llevarlo a foro público, como se está haciendo en EE.UU.

ACTUALIDAD CATÓLICA