![]() «Fui a Betania, vi a la Virgen María y estoy curado» Siendo médico, Vinicio Arrieta Alvarado sabía que su repentina pérdida de peso y aquellos frecuentes síntomas urinarios advertían que algo no bueno ocurría con su cuerpo. Transcurría el mes de febrero del año 1989 y tras varias visitas a médicos y exámenes el diagnóstico era categórico: padecía un cáncer a la próstata con metástasis en la columna.
La razón se resistía Nada más partir a las 6:00 a.m. Judith comenzó a orar y mentalmente Vinicio se resistía… “Esta buena mujer nos llevará 12 horas rezando sin descanso, paciencia. Tengo tanto malestar, náuseas, sudoración y debilidad por la segunda quimioterapia de hace una semana, que no voy a soportar este viaje”, pensaba. Al atardecer llegaron al Santuario y lo primero fue ir a saludar a la Virgen en la gruta. El recorrido hasta la gruta y la cascada dio sosiego momentáneo al cuerpo y mente del doctor. Pero cuando tras algunos minutos Judith dio por iniciada la vigilia y ayuno que finalizaría a las siete de la mañana del día siguiente Vinicio se sintió mal. Sudaba, tenía escalofríos y algo inquieto se recostó a descansar sobre una colchoneta. “Una fina lluvia comenzó a caer. Judith dijo: «Esas son gracias actuales de la Virgen». Cartesianamente le respondí: «Por favor, déjate de beaterías, estamos en zona montañosa y ese es un fenómeno muy natural»”… Se abandona a la voluntad de Dios A las cinco de la mañana nuevamente se despertó escuchando el mismo canto y aunque su cuerpo estaba abatido pudo sentir una presencia espiritual que lo hizo llorar y movió su alma. “Una plegaria emergió de los más íntimo, profundo y sentido de mi ser: «Señor, aquí me tienes como Pablo de Tarso, tumbado del caballo de mi orgullo, de mi vanidad, del ejercicio de la profesión. No he matado ni perseguido cristianos como Pablo… pero sí me he convertido en tibio, mediatizado de fervor indolente y no comunicativo de la gracia […]. Señor, dame más tiempo para dejar a mis hijos menores, Vinicio y Julio, estudiando alguna profesión de la que puedan valerse por sí mismos. Señor, dame ese tiempo para ellos, para mi familia, no para mí. Tú sabes que acepto tu voluntad». Después de esa plegaria de misericordia oré dando gracias rezando el Padrenuestro, invocación al Espíritu Santo, Avemaría, Credo y Gloria”. A las 6:00 a.m. todos los peregrinos de Maracaibo, fueron a la gruta para cantar y orar el rosario a la Virgen. Al finalizar, sorprendido, Vinicio cuenta cómo dos niños del grupo decían a viva voz que al frente de ellos, entre los árboles, sobre la gruta, ¡estaba la Virgen! “Me aferro entonces a mi esposa y exclamo: «Virgencita, por los méritos de esta santa mujer yo necesito verte». Y la silueta de la Virgen de Fátima se apareció entre los árboles, toda de blanco y de luz resplandecientes. Señorial, bella e imponente de dulzura. Intenso frío y luego calor recorrió y estremeció todo mi cuerpo. Le dije a Elena, muy quedo: «Mi amor, me voy a curar, lo sentí en mi interior; no sé cuándo, pero me voy a curar». El tiempo de la aparición de la Virgen de Fátima fue breve, quizá menos de un minuto. Quedé lleno de fe, firme en mi curación, de caluroso bienestar, sosiego y tranquilidad”. Antes de hacer público su caso este profesional de la salud dejó transcurrir cuatro años período en el cual repitió los exámenes que confirmaron la gracia de Dios. Pidió sólo algunos años más de vida para poder ayudar a sus hijos y Dios cumplió. También lo hizo el doctor Vinicio Arrieta Alvarado dando testimonio, que finaliza con la siguiente declaración… “Afirmo, libre y diáfanamente, que me he encontrado personalmente con la Virgen María Reconciliadora, que no anhelo otra cosa que ocupar tiempo, espacio, acción en ser agradable a la Virgen María y a Cristo Jesús, punto esencial, verdadero y central de nuestro pensar, sentir y hacer… Permanezco en paz conmigo mismo, con mi familia y con todos los hombres, mis hermanos. ¡Gloria a Dios!”. https://www.portaluz.org/articulo_imprimir.asp?idarticulo=2231 |