Entrevista con Jorge—Manuel Rodríguez Almenar, profesor de Derecho en la Universidad de Valencia y presidente del Centro Español de Sindonología
—Empecemos por el principio: ¿qué es la Sábana Santa?
Es una tela única, porque tiene la huella completa de un hombre —por delante y por detrás— en quien se pueden reconocer todas las heridas de la pasión de Cristo. Pienso –como muchos investigadores– que hay evidencias para concluir que es la tela con la que se enterró a Jesucristo.
—¿Cómo ha llegado a esta conclusión?
Todo lo que se ve en la Síndone coincide con los Evangelios y, a la vez, refleja una serie de irregularidades que diferencian a este crucificado de otros condenados a muerte. Por ejemplo: el hombre de la Sábana Santa ha sido flagelado completamente, además de ser crucificado. Son dos penas distintas, y el Derecho Romano establece que no se puede castigar dos veces por lo mismo. Los Evangelios explican esta irregularidad penal por la acción de Poncio Pilato, que trató de liberar a Jesús así, pero no conocemos otro caso parecido en la historia.
—¿Hay más pruebas en esta dirección?
Es una suma de detalles. Los clavos, por ejemplo: no era habitual clavar a los condenados a la cruz, se les solía atar… pero a Jesús lo debieron desatar cuando trajeron al Cirineo, y los soldados verían menos trabajoso clavarlo que volverlo a atar. Además, en la Síndone vemos las heridas de clavo en la zona del pulso –el lugar correcto para que las manos no se rompan por el peso–, y no en las palmas, como se suele representar en el arte. Algo parecido vemos con la corona de espinas: se suele imaginar como un aro, pero en la Sábana Santa vemos más bien un casco. ¿Para qué hacer una falsificación basándose en algo que nadie entendería?
—¿De qué material está hecha la Sábana Santa?
Es una sarga de cuatro, de lino puro. Según los estudios genéticos, la misma con que se hacía el traje del sumo sacerdote de Jerusalén la tarde del Yom Kippur. ¿Por qué se enterraría a un condenado con la tela más cara que uno podía encontrar? Se explica si ese hombre es Jesús, porque José de Arimatea y Nicodemo eran personajes importantes en la ciudad, y le dan un entierro digno de un rey. Por eso mismo lo enterraron en una tumba privada en vez de en una fosa común, el destino habitual de los crucificados. Si no es Jesús, no tiene ningún sentido; culturalmente no encaja.
—¿La imagen es una pintura?
No, y de hecho no tiene explicación: ¡esto es lo más impactante de la Sábana Santa! Hay una recompensa de un millón de euros a quien reproduzca la imagen, y nadie lo ha conseguido. Según los estudios, la imagen es la oxidación de algunas de las fibras más superficiales de los hilos, una deshidratación de la celulosa del lino, pero no sabemos cómo se ha hecho. El equipo STURP planteó en 1978 que podría deberse a algún tipo de radiación: el cuerpo envuelto en la sábana habría hecho una suerte de «flash» y dejado su impronta en el tejido.
—Tracemos un recorrido histórico. ¿Cuándo se descubrió la Sábana Santa?
Según mi investigación, nunca se descubrió: siempre estuvo ahí, pero no siempre se mostró. En el Evangelio se dice que cuando llegaron las mujeres y los apóstoles el Domingo de Resurrección, vieron los lienzos. Pienso que los recogieron, pero no los mostraron, por dos motivos: para los judíos, lo que toca un cadáver se vuelve impuro, y venerar una imagen –en este caso, la de Cristo en la tela– era idolatría, casi pecado mortal. Hasta el siglo IV, la Iglesia Católica siguió esta idea, y no representó en imágenes a Dios ni a Jesucristo… hasta que una imagen empieza a reproducirse en todo Oriente.
—¿Qué imagen?
Se conoce como «imagen de Edesa», y muestra el rostro de Jesús como aún lo representamos hoy, con pelo largo, barba y bigote. La imagen se hizo famosa porque dicen que protegió a la ciudad de Edesa –en la actual Turquía– del asedio persa. Empezó a reproducirse como un talismán, y en el siglo X se llevó a Constantinopla. Al recibirla, el archidiácono de Santa Sofía pronunció una homilía en la que se refirió a «la herida del costado»: eso quiere decir que lo que estaba viendo era la Sábana Santa, censurada y guardada en un relicario de tal manera que solo dejaba ver el rostro. También apoya esta teoría el hecho de que algunos de los iconos más antiguos basados en la imagen de Edesa tienen incluso arrugas que están en la tela de Turín. Por eso digo que la Sábana Santa no se encontró, sino que estuvo siempre, pero solo se identificó como tal al final.
—¿Cuándo se empezó a investigar científicamente la Sábana Santa?
A partir de la primera fotografía sacada de ella, en 1898: el negativo fotográfico mostraba nítidamente la imagen del hombre dentro de la tela. Hubo polémica desde el minuto uno: sacerdotes como Ulysse Chevalier la tildaron de falsa, y científicos agnósticos como Yves Delage defendieron su autenticidad. Hasta hoy se han realizado dos grandes estudios multidisciplinares: el primero en 1969, que no dio muchos resultados, y el segundo en 1978, llevado a cabo por el citado equipo STURP. Entre sus miembros había nueve del laboratorio de Los Álamos, en EE.UU, que descubrieron que la imagen tiene información tridimensional.
—¿En qué sentido?
Usaron una tecnología desarrollada para estudiar planetas, y descubrieron que la huella parece tener relieve: la intensidad en cada punto corresponde matemáticamente con la distancia del cuerpo a la tela. ¡Es una precisión tal que no tiene sentido pensar que pudiera ser obra de un señor en la Edad Media! El equipo STURP también demostró que llegó a la sábana primero la sangre y después la impresión del cuerpo.
—Con todo, seguramente la investigación científica más famosa sobre la Síndone sea la datación por carbono—14, autorizada por el Vaticano en 1988…
…y que situaba la antigüedad de la tela entre los siglos XII y XIII, sí. Hoy en día está más que superada en ámbitos científicos. ¿Por qué pudo fallar? La prueba analiza la proporción entre carbono—12 y carbono—14: si todos los parámetros están controlados, es bastante fiable, pero ¿y si hay contaminación? La grasa de los dedos, por ejemplo, tiene carbono—14. Con la Síndone se cometieron varios errores.
—¿Cuáles?
Para empezar, cortaron un trocito de tela de una esquina, que estaba negra por la cantidad de veces que se había cogido por ahí. Ellos dicen que limpiaron la muestra, pero hay alteraciones que no se eliminan. Las lámparas de aceite con las que se exponía la sábana, por ejemplo, añaden carbono—14 amorfo, que no se elimina en el proceso de limpieza estándar. No puedes tratar una reliquia tocada y manoseada igual que un hueso de una tumba cerrada. Súmale el humo de las velas, el incendio de 1532… Se dio por válida la datación sin valorar el resultado. La realidad es que hoy no sabemos la fecha correcta de la Sábana Santa —no podemos limpiar los añadidos de la tela, o llevaría muchísimo tiempo—, pero sí sabemos seguro que medieval no es.
—¿Cuál es la postura oficial de la Iglesia Católica sobre la Sábana Santa?
La Iglesia no establece que se deba creer en ninguna reliquia en concreto, como tampoco en las apariciones marianas: para ser cristiano, uno tiene que creer las verdades que están en el Credo. Pero la Iglesia sí permite el culto; en 1506, Julio II aprobó la Fiesta de la Sábana Santa. En 1998, san Juan Pablo II dijo que «la Sábana Santa es espejo del Evangelio», que «no tratándose de una cuestión de fe, la Iglesia carece de competencia para pronunciarse sobre su autenticidad» y que debe estudiarse «objetivamente y sin prejuicios».
—El estudio de la Síndone une fe y razón. ¿Cuál debe ser la actitud del investigador católico ante un fenómeno así?
Simplemente tiene que ser fiel a la verdad. La fe en Jesucristo no depende de la Sábana Santa, y por ello no podemos exigir adhesiones inquebrantables, ni todo lo contrario. El científico católico debe ser científico y aplicar los mismos criterios que el resto. ¿Los prejuicios juegan en contra? Sí, pero si uno es católico de verdad no debe hacerse trampas al solitario: »Yo sé hasta aquí y hasta aquí no sé. En este tema hay que ser honestos y decir hasta donde sabemos… ¡pero es que decir solo lo que sabemos es apasionante!
*Este artículo se publicó originalmente en el segundo número de La Antorcha, la nueva revista gratuita impulsada por la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP) para ofrecer una mirada cristiana para iluminar la realidad. Puedes suscribirte aquí y recibirla en casa.
Jaume Vives y Josema Visiers