La necesidad de discernimiento, especialmente el discernimiento espiritual y moral, es tan urgente como poco común hoy día. Ha habido una merma de la sensibilidad del alma, que entibia e incapacita para descubrir las señales de la santidad. El Evangelio de la misa de hoy, 25 de octubre, nos habla de esta necesidad fundamental de discernir.
Es muy hermoso pensar en la vida con el Señor como una relación de amistad que crece día tras día. La amistad con Dios tiene la capacidad de cambiar el corazón.
Tenemos un Padre tierno, un Padre afectuoso, un Padre que nos ama, que nos ha amado desde siempre: cuando se experimenta, el corazón se derrite y caen dudas, miedos, sensaciones de indignidad. Nada puede oponerse a este amor del encuentro con el Señor.
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Vigilar el corazón, porque la vigilancia es signo de sabiduría, es signo sobre todo de humildad, porque tenemos miedo de caer y la humildad es el camino maestro de la vida cristiana.
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Uno de los signos distintivos del espíritu bueno es el hecho de que comunica una paz que dura en el tiempo.
La consolación verdadera nos confirma en el camino que Dios quiere para nosotros, dándonos alegría y paz.
