Ese lugar al que nos lleva el constructivismo

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La dramática caída en la capacidad lectora y matemática de alumnos, todo un síntoma

La introducción masiva de los dispositivos móviles en la educación está perjudicando claramente el proceso de aprendizaje de los niños y adolescentes.

¿A qué podemos atribuir el desplome general de los resultados de PISA que parecen apuntar a un declive de la cultura occidental? Parece que hay cada vez más educación en las aulas; sin embargo, parece que hay cada vez menos educación en los alumnos. La bajada del nivel educativo no es una mera crisis de la educación como tal, nos hallamos en una crisis mucho más honda de la teoría del conocimiento. ¿Existe la realidad antes de ser conocida, o es el alumno el que la ‘construye’ a su antojo?

A nadie se le escapa que, por un desencanto general hacia la educación conductista-mecanicista (mal llamada ‘tradicional’). A la par, la educación española se ha entregado a las doctrinas ‘modernas’ y ‘progresistas’ de la educación nueva y a la teoría educativa que la fundamenta: el constructivismo que deriva de la corriente filosófica romántico-idealista. Apostó por desterrar los conocimientos, por profesar su devoción a la innovación, a la educación emocional, a las competencias, a la tableta y a los métodos constructivistas de aprendizaje por descubrimiento puro.

La crisis educativa actual es una crisis metafísica. La realidad ni se inculca, ni se construye; la realidad se descubre. Se descubre, pues existe antes de ser conocida por el alumno. No es casualidad que los constructivistas no sean amigos de las mediciones y de las pruebas, sería reconocer la realidad como vara de medir y para ellos no lo es. Prefieren hablar de emociones, valores y competencias, unos conceptos más vivenciales y subjetivos.

La realidad no se inculca (eso ya lo sabemos), ni se construye (eso ya lo estamos viendo), sino que se transmite y se descubre. Esa es la postura de la filosofía realista que fundamenta la educación clásica.

Y para descubrir un hecho, y ubicarlo en el todo de la realidad, necesitamos a un maestro que conoce bien su materia y que sabe transmitirla con pasión. Ese no es, ni nunca será el papel de Don Google o del vehículo de predilección del constructivismo (la tableta). No es lo mismo fascinar que asombrar, ni es lo mismo la apertura ante la realidad que estar al remolque de estímulos frecuentes e intermitentes que distraen del aprendizaje. La educación es un asunto humano, no tecnológico; requiere reflexión y concentración profunda.

Por Catherine L´Ecuyer

Publicado en El Mundo.

Catherine L’Ecuyer es doctora en Educación y Psicología y fundadora y directora general de la Fundación CLE.

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