Vivir en la perspectiva del fin, en cuanto a: 1). que es el acabamiento que ineludiblemente nos ha de llegar (el particular de cada cual o el de la Parusía, final total) y 2). de un destino al que estamos convocados, el de la vida eterna. De esto nos habla el Evangelio (Lc 17,26-37) de la misa de hoy 15 de noviembre.
Vivir en la perspectiva de la Trascendencia, religados al Espíritu que nos anima, siempre expectante al «maranatha», al continuo viniendo y porvenir del Señor, de su Parusía. Esta actitud es vital es la del ser humano cabal, justo, santo: la del estar pendiente de Dios y de su venida definitiva; de modo que se nos encomienda: ¡Velad!; es decir, estar preparados.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (17,26-37):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Como sucedió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del hombre: comían, bebían y se casaban, hasta el día que Noé entró en el arca; entonces llegó el diluvio y acabó con todos. Lo mismo sucedió en tiempos de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, sembraban, construían; pero el día que Lot salió de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y acabó con todos. Así sucederá el día que se manifieste el Hijo del hombre. Aquel día, si uno está en la azotea y tiene sus cosas en casa, que no baje por ellas; si uno está en el campo, que no vuelva. Acordaos de la mujer de Lot. El que pretenda guardarse su vida la perderá; y el que la pierda la recobrará. Os digo esto: aquella noche estarán dos en una cama: a uno se lo llevarán y al otro lo dejarán; estarán dos moliendo juntas: a una se la llevarán y a la otra la dejarán.»
Ellos le preguntaron: «¿Dónde, Señor?»
Él contestó: «Donde se reúnen los buitres, allí está el cuerpo.»
Como indica el mensaje de la palabra sagrada de hoy, debemos vivir estando desapegados de las cosas del mundo («comían, bebían, compraban, vendían, sembraban, construían y se casaban»). Quien se aferra a las cosas materiales, corre el serio riesgo de ser arrastrado… de correr su misma suerte: la de su final, que no es otro que el desaparecer.
Lo sucedido en tiempos de Noé y en los de Lot, que sobrevino el fin para muchos, puede ocurrir en cualquier momento, el fin del mundo es una posibilidad real que tarde o temprano acaecerá. En cualquier caso, el luctuoso final de cada uno será siempre temprano, y hay que estar preparado.
La gente, en general, hoy día vive embaucada en sus pasiones caducas, en sus tareas cotidianas, sin reparar que todo esto está sometido a la temporalidad, distraídos (no traídos, no trayéndonos a nosotros mismos), sin hacernos cargo de su verdadero ser.
Quien se desentienda de este mensaje, como ocurrieron a los contemporáneos de Noé, o traten de apegarse a lo que se debe dejar atrás, a las tenencias, como ocurrió a la mujer de Lot, será su perdición. Quien ande ocupado y preocupado en y por estas cosas y se burle de lo trascendente, que se aplique las palabras de Jesús: «El que pretenda guardarse su vida la perderá; y el que la pierda la recobrará.»
El que viva avaramente, haciendo de la vida una posesión, carente de generosidad y amor, corre el riesgo de perderla definitivamente; en cambio, quien viva en «vela» según los designios de Dios, cumpliendo su voluntad, caminado diariamente por esta vida según sus mandamientos, amando a Dios y a los demás, muriendo a sí mismo por hacer de la vida de los otros una prioridad, ese se salvará, será llevado para la vida eterna. Así dice el salmo 118 de hoy: Dichoso el que camina en la voluntad del Señor.
«Aquella noche» parece hacer alusión a los tres días de oscuridad de que hablan muchos santos y misticos a los que les ha sido revelado, y que la Biblia hace referencia:
Apocalipsis 6, 12.17: «Cuando abrió el sexto sello, se produjo un violento terremoto; y el sol se puso negro como un paño de crin, y la luna toda como sangre […]Porque ha llegado el Gran Día de su cólera y ¿quién podrá sostenerse?»
Isaías 26, 20: «Vete, pueblo mío, entra en tus cámaras y cierra tu puerta tras de ti, escóndete un instante hasta que pase la ira.»
El día de la ira sería el de los tres días de oscuirdad, a cuyo final se dará la Parusía o segunda venida del Señor.
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Palabras del papa Francisco:
(Ángelus, 27 noviembre 2022)
Tu Señor vendrá. Este es el fundamento de nuestra esperanza, es lo que nos sostiene incluso en los momentos más difíciles y dolorosos de nuestra vida: Dios viene. Dios está cerca y viene. No lo olvidemos nunca. Siempre el Señor viene, el Señor nos visita, el Señor se hace cercano, y volverá al final de los tiempos para acogernos en su abrazo. Ante esta palabra, nos preguntamos: ¿cómo viene el Señor? ¿Y cómo lo reconocemos y acogemos? Detengámonos brevemente en estas dos interrogantes.
La primera pregunta: ¿cómo viene el Señor? Muchas veces hemos oído decir que el Señor está presente en nuestro camino, que nos acompaña y nos habla. Pero tal vez, distraídos como estamos por tantas cosas, esta verdad nos queda sólo en teoría; sí, sabemos que el Señor viene pero no vivimos esta verdad o nos imaginamos que el Señor viene de una manera llamativa, tal vez a través de algún signo prodigioso. (cf. v. 37). ¿Y qué hicieron en los días de Noé? Porque Él dice “como en los días de Noé”. Simplemente las cosas normales y corrientes de la vida, como siempre: «comían y bebían, tomaban mujeres y tomaban maridos» (v. 38). Tengamos esto en cuenta: Dios se esconde en nuestras vidas, siempre está ahí, se esconde en las situaciones más comunes y corrientes de nuestra vida. No viene en eventos extraordinarios, sino en cosas cotidianas. El Señor viene en las cosas de cada día, porque está ahí, se manifiesta en lo cotidiano. Él está ahí, en nuestro trabajo diario, en un encuentro fortuito, en el rostro de una persona necesitada, incluso cuando afrontamos días que parecen grises y monótonos, justo ahí está el Señor, llamándonos, hablándonos e inspirando nuestras acciones.
Pero, sin embargo, hay una segunda pregunta: ¿cómo reconocemos y acogemos al Señor? Debemos estar despiertos, alertas, vigilantes. Jesús nos advierte: existe el peligro de no darse cuenta de su venida y no estar preparados para su visita. He recordado en otras ocasiones lo que decía San Agustín: «Temo al Señor que pasa» (Serm. 88.14.13), es decir, ¡temo que pase y no lo reconozca! De hecho, de aquellas personas de la época de Noé, Jesús dice que comían y bebían «y no se dieron cuenta de nada hasta que llegó el diluvio y arrastró a todos» (v. 39). Prestemos atención a esto: ¡no se dieron cuenta de nada! Estaban absortos en sus cosas y no se dieron cuenta de que el diluvio se acercaba. De hecho, Jesús dice que cuando Él venga, «habrá dos hombres en el campamento: uno será llevado y el otro dejado» (v. 40). Pero, ¿cuál es la diferencia? ¿En qué sentido? Simplemente que uno estaba vigilante, estaba esperando, capaz de discernir la presencia de Dios en la vida cotidiana; el otro, en cambio, estaba distraído, «apartado», como si nada y no se daba cuenta de nada.
Hermanos y hermanas, en este tiempo de Adviento, ¡sacudamos el letargo y despertemos del sueño! Preguntémonos: ¿soy consciente de lo que vivo, estoy alerta, estoy despierto? ¿Estoy tratando de reconocer la presencia de Dios en las situaciones cotidianas, o estoy distraído y un poco abrumado por las cosas? Si no somos conscientes de su venida hoy, tampoco estaremos preparados cuando venga al final de los tiempos. Por lo tanto, hermanos y hermanas, ¡permanezcamos vigilantes! Esperando que el Señor venga, esperando que el Señor se acerque a nosotros, porque está ahí, pero esperando: atentos. Y la Virgen Santa, Mujer de la espera, que supo captar el paso de Dios en la vida humilde y oculta de Nazaret y lo acogió en su seno. Nos ayude en este camino a estar atentos para esperar al Señor que está entre nosotros y pasa.
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Catena Aurea
Beda
La Venida del Señor, que fue comparada con un fulgurante rayo que cruza rápidamente el cielo, ahora se compara con los días de Noé y Lot, cuando sobrevino súbita muerte a los hombres. Por esto dice: «Y como fue en los días de Noé», etc.
Crisóstomo In Matthaeum hom.78
Como entonces no creyeron en las palabras amenazadoras, sufrieron inmediatamente el verdadero castigo.
La incredulidad procedía de la molicie y flojedad de su alma, porque cada uno espera en lo que se propone y desea. Por esto sigue: «Comían y bebían», etc.
San Ambrosio
Da a entender claramente que la causa del diluvio había provenido de nuestros pecados. Porque Dios no creó el mal, sino que le produjeron nuestras malas acciones. No condena el matrimonio ni el alimento por dañoso, puesto que el primero provee a la sucesión y el último a la necesidad de la naturaleza. Pero es precisa la prudencia en todo y es malo todo lo que es un exceso.
Beda
En sentido místico construye Noé el Arca cuando el Señor forma la Iglesia con los fieles de Jesucristo uniéndolos entre sí como maderas ajustadas. Y una vez que ésta se encuentra concluida perfectamente, entra en ella, ilustrándola con la gloria visible de su presencia en el día del juicio y siendo su habitante eterno. Pero mientras el Arca se está construyendo, los malvados se entregan a sus excesos, mas cuando entra en ella perecen. Porque los que en este mundo ultrajan a los santos que luchan, reciben la eterna condenación, mientras éstos son coronados en la gloria.
San Eusebio
Como el Señor había citado el ejemplo del diluvio, para que no se creyese que vendría otro de agua, cita el segundo ejemplo de Lot, enseñando cómo había de ser la perdición de los impíos, cuando la ira de Dios caiga sobre ellos como fuego bajado del cielo. Por esto dice: «Asimismo como fue en los días de Lot», etc.
Beda
Pasando en silencio aquel crimen nefando de los sodomitas, únicamente recuerda aquellos delitos que parecían leves o veniales, para dar a entender cómo serían castigados los pecados graves, cuando aun lo lícito cometido por imprudencia es castigado con el fuego y el azufre. Prosigue: «Y el día que salió Lot de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo», etc.
San Eusebio
No dice que cayó el fuego del cielo sobre los impíos de Sodoma, antes que saliese de en medio de ellos, ni que el diluvio cayó sobre la tierra haciendo perecer a sus moradores antes que Noé entrase en el Arca; porque mientras Noé y Lot vivían con los malvados, Dios no dejaba correr su ira para evitar que sucumbiesen con los pecadores. Cuando quiso perder a éstos, separó de en medio de ellos al justo. Así sucederá en el fin del mundo, puesto que no concluirá éste antes que todos los justos sean separados de los impíos. Por esto sigue: «De esta manera será el día», etc.
Beda
Porque el que ahora lo ve todo sin ser visto, apareciendo entonces, juzgará todas las cosas. Aparecerá, pues, para juzgar especialmente en aquel tiempo en que, olvidados todos de sus juicios, se crean como emancipados de El en este mundo.
Teofilacto
Después que venga el Anticristo, los hombres se harán lascivos, entregándose a los vicios más enormes, según aquellas palabras del Apóstol ( 2Tim 3,4): «los que son más amantes de sus pasiones que de Dios». Por tanto, si en el Anticristo se encierra todo pecado, ¿qué es lo que éste traerá a la raza humana en aquel tiempo sino sus vicios? Y esto es lo que el Señor dio a conocer por el ejemplo del diluvio y de los sodomitas.
Beda
En sentido místico, Lot, que quiere decir el que se aisla, es el pueblo de los escogidos, que vive como forastero en Sodoma, esto es, entre los réprobos, y se aísla o se separa de sus crímenes cuanto puede y evita su destrucción. Mas cuando Lot ha salido, Sodoma perece. Porque al final del mundo saldrán los ángeles, separarán a los malos de entre los justos y los llevarán al horno de fuego ( Mt 13,49). Pero el fuego y el azufre que dice bajarán del cielo, no significan la misma llama del eterno suplicio, sino la repentina llegada de aquel día.
San Ambrosio
Como es necesario que en este mundo los buenos padezcan aflicciones de corazón y de ánimo a causa de los malos, para que así puedan obtener mayor premio en lo futuro, el Señor les da algunos consejos cuando dice: «En aquella hora, el que estuviere en el tejado, etc.». Esto es, si alguno ha subido ya a lo más alto de su casa en la práctica de las virtudes, no vuelva a caer en la práctica de las cosas de la tierra.
San Agustín, De quaest. Evang. 2,41,42
Está en el techo el que, sobreponiéndose a las cosas de la tierra, vive espiritualmente y como respirando un aire saludable. Los muebles de la casa son los sentidos carnales, acerca de cuyo uso se equivocan con frecuencia los que buscan la verdad, que se encuentra por el espíritu. Vigile, pues, el hombre espiritual, no sea que en el día de la tribulación vuelva a la vida carnal que se alimenta por los sentidos corporales y descienda por el deseo de alcanzar los goces de este mundo. Prosigue: «Y el que está en el campo asimismo no vuelva atrás».
El que trabaja en la Iglesia plantando, como San Pablo y regando, como Apolo, no se fije en la esperanza mundanal a que renunció.
Teofilacto
San Mateo dice que todo esto fue dicho por el Señor con motivo de la toma de Jerusalén, porque cuando viniesen los romanos los que estaban en sus casas no podrían bajar a coger ni aun lo más indispensable; sino que tendrían que huir con prontitud, y los que estuviesen en el campo no habrían de volver a su casa. Y consta en verdad que sucedió esto en la toma de Jerusalén, y que volverá a suceder cuando venga el Anticristo y especialmente en aquel tiempo en que todo concluirá, puesto que entonces la calamidad será inmensa.
San Eusebio
Dio a conocer de este modo que se levantaría una gran persecución por el hijo de perdición contra los fieles de Cristo. Llama día al tiempo que precederá al fin del mundo, en el que quien huya, no volverá ni se cuidará de los bienes que pierde ni imitará a la mujer de Lot, que después de haber salido de la ciudad de Sodoma, volvió la cara y quedó muerta y convertida en estatua de sal. Por esto sigue: «Acordaos de la mujer de Lot».
San Ambrosio
La que por haber mirado atrás, perdió su naturaleza. Cuando se mira atrás se vuelve al demonio, como cuando la mujer de Lot miró atrás hacia Sodoma. Por tanto, huye de la destemplanza, prescinde de la lujuria y acuérdate que de aquel que no se fija en estudiar lo que pasó, puede decirse que salió de su casa y se vino al monte. Aquella mujer, como miró atrás, no pudo ser ayudada por su marido para que llegase al monte, sino que se quedó allí.
San Agustín, De quaest. Evang. 2,42
La mujer de Lot significa a aquellos que en el día de la tribulación retroceden y se apartan de la esperanza de las promesas divinas, por lo que se convirtió en estatua de sal. Así advirte a los hombres que no obren de aquel modo para que, con la sal, preserven sus corazones de la corrupción.
Teofilacto
A continuación añade las consecuencias de sus promesas diciendo: «Todo aquel que procurase salvar su vida, la perderá». Como diciendo: nadie se cuide en las persecuciones del Anticristo, de salvar su vida, porque la perderá. En cambio el que se entregue a los sufrimientos y a los peligros, se salvará. Y prosigue: «Mas todo aquel que la perdiere, la vivificará» no sujetándose de ningún modo al tirano por amor de la vida.
San Cirilo
Cómo puede perderse la vida para salvarla, lo manifiesta San Pablo diciendo de algunos ( Gál 5,24): «los que sacrificaron su carne con sus vicios y con su concupiscencia», esto es, combatiendo a sus verdugos con la paciencia y la caridad.
Beda
Había dicho antes el Señor, que el que estuviese en el campo no debía volver atrás, con lo que se refiere no sólo a los que efectivamente estaban en el campo y habían de regresar, esto es, que habrían de negar al Señor a las claras, sino también a los que, si bien parece que miran hacia adelante, miran hacia atrás con el alma. Por esto dice: «Os digo: que en aquella noche dos estarán en el lecho», etc.
San Ambrosio
Llama con propiedad noche, porque el Anticristo será la hora de las tinieblas; porque el Anticristo, llamándose a sí mismo Cristo infundirá las tinieblas en los corazones de los hombres. El Cristo resplandecerá brillando como el rayo, para que en aquella noche podamos ver la gloria de su resurrección.
San Agustín, De quaest. Evang. 2,44
Dice en aquella noche, esto es, en aquella tribulación.
Teofilacto
Advierte que la venida de Jesucristo sucederá cuando menos lo esperemos, por lo que se nos dice que vendrá de noche. Cuando dijo también que los ricos apenas pueden salvarse, advierte, que ni todos los ricos se condenarán, ni todos los pobres se salvarán.
San Cirilo
Por aquellos dos que dice se acostarán en un mismo lecho, parece designar a los ricos que descansan de las delicias mundanales, el lecho es la señal del descanso. No todos aquellos que tienen riquezas son impíos, sino que alguno es también bueno, y elegido por su fe. Por tanto, éste será aceptado. Pero el otro que no obre así, será dejado. Cuando baje el Señor al juicio, enviará a sus ángeles que, dejando sobre la tierra a aquellos que deben ser castigados, se llevarán a los santos y los justos, según aquellas palabras del Apóstol: ( 1Tes 4,16) «Seremos arrebatados hasta las nubes delante de Jesucristo en los aires».
San Ambrosio
De todos los que están caídos por la debilidad humana uno es abandonado, esto es, reprobado y el otro es aceptado, esto es, arrebatado delante de Jesucristo en los aires. Prosigue: «Dos mujeres estarán moliendo juntas», etc.
San Cirilo
Por medio de estas palabras parece que indica a los pobres y los que viven agobiados por el trabajo, a lo que también se refiere lo que sigue: «Dos en el campo, el uno será tomado», etc. Porque hay gran diferencia entre ellos: pues aquellos que lleven con valor las privaciones de la pobreza y que practiquen una vida buena y humilde, serán aceptados; y aquellos que están siempre prontos para las cosas profanas (o detestables), serán los que dejará.
San Ambrosio
Por las que muelen parece que significa a los que buscan su alimento en lo espiritual y lo enseñan de un modo manifiesto. Y en realidad que este mundo es un molino, y nuestra alma está encerrada en nuestro cuerpo como en una cárcel. Por tanto, este molino -que es o la sinagoga, o el alma manchada con el pecado-, moliendo el trigo humedecido y podrido según su mal olor, no puede separar lo interior de lo exterior y por tanto es abandonado, porque su harina desagrada. Pero la Iglesia santa, o el alma que no está manchada con ninguna clase de delitos y que muele el buen trigo que ha sido tostado por el calor del sol eterno, ofrece a Dios la buena harina del corazón de los hombres. Quienes sean los labradores, podemos conocerlo si advertimos que en nosotros hay dos mentes 1. Una del hombre exterior, que es la que se corrompe y la otra interior, que se renueva por medio del sacramento. Estos son los que trabajan en nuestro campo, de los que el celo de uno produce un buen fruto, mientras la inacción del otro los pierde. También podemos entender que hay dos pueblos en este mundo que se compara con un campo; de los que uno, que es el fiel, es aceptado y el otro, que es el infiel, es dejado.
San Agustín, ut sup
Aquí parece que se dan a conocer tres clases de hombres. Una es la de aquellos que prefieren el ocio y el descanso, que no se ocupan de los asuntos del siglo, ni de los deberes eclesiásticos, cuyo descanso está bien representado con el nombre de lecho; otra es la de aquellos que como plebe son gobernados por los sabios, haciendo las cosas propias de esta vida, a los que designa con el nombre de mujeres, porque conviene que éstos sean gobernados por sus jefes. Y consideró como personas que muelen a aquellos que dan vueltas alrededor de los negocios temporales. Además dice que los que se ocupan de estas cosas y de estos negocios, molían juntos en cuanto se conforman con las prácticas de la Iglesia. La tercera clase es la de aquellos que se ejercitan en el ministerio de la Iglesia, como en el campo del Señor. Ahora, en cada una de estas tres clases de hombres hay otras dos: los que permanecen en la Iglesia y son aceptados y los que caen en la culpa y son menospreciados.
San Ambrosio
Y como Dios no es injusto, no trata lo mismo a los que han tenido igual vida sin el mismo celo y no recompensa a cada uno sino según el mérito de sus acciones. Porque no es la sociedad de los hombres la que hace sus méritos, puesto que no todos acaban lo que empiezan y únicamente el que persevere hasta el fin se salvará ( Mt 10,22).
San Cirilo
Como había dicho que algunos serían aceptados, sus discípulos preguntan con interés a dónde serán conducidos. Por esto sigue: «Respondieron y le dijeron: ¿En dónde, Señor?».
Beda
Se le presentan al Señor dos preguntas, a saber: a dónde serán conducidos los buenos y en dónde dejados los malos. Contestó una de estas preguntas y dejó la otra para que la interpretasen. Por lo que sigue: «Y El les dijo: Donde quiera que estuviere el cuerpo, allí se congregarán las águilas».
San Cirilo
Como diciendo: Así como cuando se abandona un cadáver, acuden en seguida a él las aves carniceras, así cuando venga el Hijo del hombre todas las águilas, esto es, los santos, le rodearán.
San Ambrosio
Se comparan las almas de los justos con las águilas, porque buscan las cosas de lo alto, menosprecian las cosas bajas y alcanzan una vida muy larga. No podemos dudar acerca del cuerpo, especialmente si recordamos que José recibió el cuerpo de Cristo que había pedido a Pilato. ¿No te parecen águilas también alrededor del cuerpo, aquellas mujeres y aquel colegio de apóstoles que rodeaban la sepultura del Señor? ¿No te parecen también águilas alrededor del cuerpo, cuando venga en las nubes y todo ojo le vea? ( Ap 5). Este es el cuerpo del cual está dicho ( Jn 6,56): «Mi carne es verdadera comida». Son también águilas las que vuelan alrededor del cuerpo con alas espirituales. Son también águilas alrededor del cuerpo, aquellos que creen que Jesucristo vino en carne mortal. Y lo es también la Iglesia, en la que somos renovados espiritualmente por la gracia del bautismo.
San Eusebio
O también designó por las águilas, que se alimentan de cuerpos muertos, a los príncipes de este mundo y a los que en todo tiempo persiguen a los santos de Dios, entre los que se dejan los que son indignos de aceptación y que se llaman cuerpo o cadáver. O se designan las potestades vengadoras que volarán sobre los impíos como vuelan las águilas.
San Agustín, De quaest. Evang. 2,77
San Lucas pone estas cosas aquí -que no aparecen en el relato de Mateo- ya sea porque recuerda lo que más le preocupa, diciendo primero lo que el Señor dijo después, ya sea porque da a entender que el Señor dijo estas cosas dos veces.
Notas
- El termino latino «mens», utilizado aquí por San Ambrosio, es sumamente complejo. Puede traducirse como espíritu, y se refiere a la realidad más profunda del hombre, su ser propio, que se realiza -bajo el influjo de la gracia- en la conformación con el Señor Jesús (= hombre nuevo), o que se pierde cuando se deja arrastrar por las concupiscencias (= hombre viejo). Esta expresión, con tal connotación, es ya utilizada por San Pablo: «No viváis ya como viven los gentiles, según la vaciedad de su mente» ( Ef 4, 17); «renovad el Espíritu de vuestra mente, y revestíos del Hombre Nuevo…» ( Ef 4, 23-24).