Venezuela, el drama está servido

Venezuela un país rico, donde la gente se muere de hambre, y una población con vocación pacífica, demócrata y mayoritariamente cristiana, donde impera la violencia y el latrocinio. Esta es la triste realidad.

Para la Iglesia la situación en Venezuela es «dantesca». Así la calificó, tiempo atrás, el presidente del Episcopado venezolano, el obispo José Luis Azuaje. Señaló que «hay tanta desesperación que las personas se ven empujadas acometer saqueos y violencia todos los días porque no hay alimentos ni medicamentos». Y cada vez llueve más.

Se está llegando al punto crítico, donde el drama se convierta en tragedia. Es decir, donde la desesperación y la insoportabilidad compartida de la gente lleve al extremo de -aún sin armas- se levante «en guerra civil» contra las fuerzas armadas y políticas beligerantes. El desenlace es este: miles de muertos por las calles y las los adinerados políticos y militares en fuga a Cuba. No hay otra.

Esto ocurre cuando gente desalmada (sin alma ni escrúpulos), a meced de la influencia del mal, bajo la concupiscencia del poder, de la ambición, del dinero, etc., todo ello lubricado con una ideología errónea y fanatizada, se dedica a imponer su voluntad a la gente y a saquear y devastar un país rico.

Aún así, hay sujetos, politicastros de otros países, que por una visión fanática a partir de pensamiento ideológico o por intereses particulares o de sus respectivas naciones, que respaldan o apoyan el comportamiento de los que están provocando tan dantesca situación. No les importa el sufrimiento de tantísimas personas, la desesperación, la ruina, los saqueos, la violencia, la falta de alimentos y medicamentos y la desnutrición infantil…  

Un país con recursos para alimentar a toda la población, sin embargo… Tiene de todo terreno en abundancia, vegetación, agua, buen clima, minerales, piedras preciosas, petróleo, el mar, etc., y sin embargo… La riqueza del país no llega a las personas, porque el Estado se lo queda.

Un estado que tiene un ejército con 2.000 generales (por ejemplo, un país con 1.4000 millones de habitantes, tiene 1.200). Y cuyas fuerzas armadas, tan opíparamente compradas, reprimen violentamente las protestas y no actúan para proteger las vidas de los ciudadanos, faltando al respeto de los derechos humanos.

Y el Mundo «civilizado» mirando para otra parte, en lugar de hacer todo lo posible por evitar esa masacre. A recordar que hay un derecho de injerencia; el cual implica una responsabilidad moral que no se puede eludir. Este comportamiento de silencio cómplice es parecido al que se tiene ante los asesinatos y persecuciones de los cristianos en tantos lugares de la tierra.

Hay que seguir en la resistencia, paso a paso y cueste lo que cueste, hasta que se cuarté el ejército y todo se desmorone. No hay otra.

Recemos.

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