Esta película histórica (1793) cuenta el genocidio «desconocido», oculto por los vencedores que cuentan la historia y por el chauvinismo francés incapaz de avergonzarse reconcomiendo algo tan abominable. Y más: cuestiona la «grandeza» de la Revolución Francesa (1789); pues produjo estas monstruosidades. El orgullo francés se ve tocado, de modo que esta película se ha convertido en un tabú. El iluminismo tan ponderado fanatizó en entrenamiento de la diosa razón; así, el gran Goya llegaría a titular unas de sus obras: «El sueño de la razón produce monstruos». Y en verdad que el aniquilamiento de 200.000 seres humanos, en su mayoría campesinos no cae sino de calificarlo de monstruosidad. Este exceso ilustrado pone bien a las claras de hasta donde es capaz de llegar quien en su ensoberbimiento de creerse en la verdad de su razón fanatizada, que deja de ser autocrítica y razonable, para pasar a acabar con la vida de sus semejantes. No cabe explicación posible la muerte de tantísimas personas -masacre la mayoría eran gente humilde del pueblo, muchos de ellos mujeres y niños, por el hecho de ser católicos- por parte de un régimen que prometía Libertad, Igualdad y Fraternidad.
Hay un fundamentalismo proveniente de la razón, que es cuando esta se torna irracional. Es de un peligro total, pues se reviste de argumentos de apariencia convincente. Hay fanatismos y fundamentalismos diversos, que se creen en posesión de la verdad y de una verdad que hay que imponer -por las buenas o por las malas- o con la cual se puede despreciar, descalificar, marginar a los otros, que están en el error o son simplemente ignorantes o inferiores. De modo que ante cualquier resistencia se tira de «guillonita» salvajemente: Todo un Estado armado arrasó ciegamente poblaciones enteras, de gente que tan solo contaba como arma con su fe. En 1793, la Convención decidió eliminar a los que se oponían a sus medidas. En varias regiones de Francia, especialmente en la Vendée, hubo muchas protestas contra medidas que las nuevas autoridades políticas tomaron en relación con la economía agraria y los impuestos; también contra la decisión de obligar a los sacerdotes católicos a prestar juramento de fidelidad al estado francés. Los campesinos rebeldes mal equipados y sin instrucción militar, tendrán que combatir con tropas muy superiores en número, armamento y adiestramiento.
«Una historia que obliga a releer la Historia con otras claves. El asunto es serio. Por ello se ha prohibido la exhibición de la película en muchos cines de Francia –y en alguno de España–. Y en pleno siglo XXI. En 1998 Francia reconoció oficialmente el genocidio armenio de 1915, a manos de los turcos, que siempre han negado los hechos. Esperemos que algún día un país reconozca oficialmente el genocidio de La Vendée, ya que Francia no lo hace, a pesar de la abrumadora documentación. Las hipocresías de siempre. Al menos nosotros podemos disfrutar de la película.» (Eldebate).
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