Tened los sentimientos propios de Cristo Jesús

En la liturgia de la palabra de la misa de hoy, 5 de noviembre, la primera lectura del san Pablo está cargada de contenido, y  hemos destacado una petición que nos hace: que tengamos el mismo sentir del Señor Jesucristo. 

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses (2,1-11):

Si queréis darme el consuelo de Cristo y aliviarme con vuestro amor, si nos une el mismo Espíritu y tenéis entrañas compasivas, dadme esta gran alegría: manteneos unánimes y concordes con un mismo amor y un mismo sentir. No obréis por rivalidad ni por ostentación, dejaos guiar por la humildad y considerad siempre superiores a los demás. No os encerréis en vuestros intereses, sino buscad todos el interés de los demás. Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús. Él, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

 

Jesús es el Dios que se hizo hombre para hacernos como él: “Santos y consagrados en el amor” (Ef 1, 4). En definitiva, la persona de fe cristiana no tiene otro objetivo que ser otro Cristo, es decir, asemejarnos lo más posible a Jesús, sintiendo como él siente, para ser santo como él es santo: «lo mismo que es santo el que os llamó, sed santos también vosotros en toda vuestra conducta, porque está escrito: Seréis santos, porque yo soy santo»  (1 Pe 1,15-16). Jesús es el Hombre por excelencia, el arquetipo divino para todo hombre, la máxima expresión del ser hombre, hacia el que todos tendemos, nuestro destino y fin.

«Jesucristo es `metrum et mensura aequalis omnium hominum’, meta reasuntiva de toda especie humana. Nada humano le es extraño, todos los hombres coincidimos en su Humanidad con una coincidencia que borra todas las diferencias. En una palabra: Jesucristo es nuestra verdad ontológica.» ( Nicolás de Cusa)».  Hemos sido creados «a su imagen y semejanza» (Gen 1,26-27), y como viene a decir Espinoza, «el ser persiste en su ser«, es decir, tenemos en nuestro ser construidos la impronta que nos llama a ser lo que Dios ha querido que seamos.

Para ser como Jesús, tener sus sentimientos, hay que conducirse según él, seguir su camino, actuar como el actúa, penar como el piensa, tener su valores y virtudes, porque todo ello nos hará tener sus mismos sentimientos, latir al ritmo de su sagrado corazón. Pero si de veras perseguimos sentir como Nuestro Señor Jesucristo, lo que más nos lo posibilita es hacer su voluntad, lo que le agrada. De esta forma, y con la ayuda de la gracia, tendremos los mismos sentimientos que Jesús. Así seremos “hijos de Dios en Cristo” (Ef 1, 5).

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PALABRAS DEL papa francisco

(Homilía Santa Marta, 7 de abril de 2020)

Jesús, sirvió hasta la muerte: parecía una derrota, pero era la manera de servir. Y esto subraya la manera de servir que debemos tener en nuestras vidas. Servir es darse a sí mismo, darse a los demás. Servir no es pretender para cada uno de nosotros otro beneficio que no sea el de servir. Servir es la gloria, y la gloria de Cristo es servir hasta el punto de aniquilarse hasta la muerte, muerte de cruz (cf. Flp 2,8). Jesús es el servidor de Israel. El pueblo de Dios es siervo, y cuando el pueblo de Dios se aleja de esta actitud de servicio es un pueblo apóstata: se aleja de la vocación que Dios le ha dado. Y cuando cada uno de nosotros se aleja de esta vocación de servicio, se aleja del amor de Dios, y construye su vida sobre otros amores, muchas veces idólatras. (…)  Pensemos hoy en Jesús, el siervo, fiel en el servicio. Su vocación es servir hasta la muerte y muerte de Cruz (cf. Flp 2,5-11). Pensemos en cada uno de nosotros, parte del pueblo de Dios: somos servidores, nuestra vocación es servir, no aprovechar nuestro lugar en la Iglesia. Servir. Siempre en servicio. Pidamos la gracia de perseverar en el servicio. A veces con resbalones, caídas, pero la gracia de al menos llorar como Pedro lloró.

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