Hoy, finalizando el año litúrgico celebramos a Cristo Rey, y más que ser el rey del Universo es del todo; origen de todo, por el que todo fue hecho, incluido los seres angélicos existentes en el Cielo: «Él es imagen del Dios invisible, primogénito de toda criatura; porque en él fueron creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles. Tronos y Dominaciones, Principados y Potestades; todo fue creado por él y para él. Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.» (Col 1,15-17).
Jesús es el Rey y el Reino, el que reina en nuestros corazones con su acción vivificante y santificadora. Cristo, siendo el Rey nuestro y de todo, se ha puesto a servicio de todos para salvarnos. A tal extremo llevó esta causa salvadora, que dio la vida. Sobre el trono de la cruz se leía «este es el rey de los judíos» (Jn 19,19). Así dice la segunda lectura de hoy: «Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos. Si por un hombre vino la muerte, por un hombre ha venido la resurrección. Si por Adán murieron todos, por Cristo todos volverán a la vida. Pero cada uno en su puesto: primero Cristo, como primicia; después, cuando él vuelva, todos los que son de Cristo».
Y esta figura del Rey hecho siervo doliente por salvarnos, se plasma también en la figura del Pastor que cuida y se desvela por ellas, por salvarlas, especialmente por aquellas que están en más riesgo de perderse. «Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas, siguiendo su rastro. (…) las libraré, sacándolas de todos los lugares por donde se desperdigaron un día de oscuridad y nubarrones. (…) Buscaré las ovejas perdidas, recogeré a las descarriadas; vendaré a las heridas; curaré a las enfermas: a las gordas y fuertes las guardaré y las apacentaré como es debido.»
Y Jesucristo aparece en el Evangelio del día como otra figura, la de Juez, que, como el Hijo del hombre, juzgara a toda la humanidad: «se sentará en el trono de su gloria, y serán reunidas ante él todas las naciones.»
Este juicio a la Humanidad, al final del mundo, tendrá también como criterio discriminador entre los buenos y los malos las obras de misericordia de actuación en favor de los necesitados, con los cuales se identifica Cristo. Este criterio no solo se aplicará a las naciones al final, también será el que se aplique de cada uno de nosotros en particular cuando llegue nuestro final en el tránsito por esta vida.
El factor discriminador de pertenencia al Reinado de Cristo y que causa de juicio para entrar en la gloria eterna del Padre es el amor a los demás, el servicio a los otros, especialmente a los más pequeños -según Jesús hizo e indicó el camino para acceder a su Reino-. «Os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con uno de éstos, los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo. Y éstos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.»
Este criterio de amor misericordioso es irrevocable, tanto es así que para como si Dios quisiera que nadie lo banalizara y tratará de pasar sobre él sin darlo mayor importancia lo «sacralizó», poniéndose es Él como el destinatario de aquellas acciones u omisiones. Tantos unos —los justos que actuaron con amor— como otros —los inmisericordes— preguntarán «sorprendidos»: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?”. De modo que aquellos incluso que, sin ser totalmente conocedores de este misterio, actuaran con un corazón misericordioso serán considerados como justos.
Como dijera san Juan de la Cruz, «al final de nuestra vida seremos examinados en el amor». Y especialmente en un amor misericordioso, un amor hacia los pequeños y necesitados, y a más y a más, a los más pequeños.
Y el papa Francisco: «Jesús revela el criterio decisivo de su juicio, es decir, el amor concreto por el prójimo en dificultad. Y así se revela el poder del amor, la majestad de Dios: solidario con quien sufre para suscitar por todas partes comportamientos y obras de misericordia.» (Ángelus, 26 noviembre 2017).
..ooOoo..
Lecturas del domingo, 26 de noviembre de 2023.
Primera lectura
Lectura de la profecía de Ezequiel (34,11-12.15-17):
Así dice el Señor Dios: «Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas, siguiendo su rastro. Como sigue el pastor el rastro de su rebaño, cuando las ovejas se le dispersan, así seguiré yo el rastro de mis ovejas y las libraré, sacándolas de todos los lugares por donde se desperdigaron un día de oscuridad y nubarrones. Yo mismo apacentaré mis ovejas, yo mismo las haré sestear –oráculo del Señor Dios–. Buscaré las ovejas perdidas, recogeré a las descarriadas; vendaré a las heridas; curaré a las enfermas: a las gordas y fuertes las guardaré y las apacentaré como es debido. Y a vosotras, mis ovejas, así dice el Señor: Voy a juzgar entre oveja y oveja, entre carnero y macho cabrio.»
………………………….
Segunda lectura
Lectura de la primera carta de san Pablo a los Corintios (15,20-26.28):
Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos. Si por un hombre vino la muerte, por un hombre ha venido la resurrección. Si por Adán murieron todos, por Cristo todos volverán a la vida. Pero cada uno en su puesto: primero Cristo, como primicia; después, cuando él vuelva, todos los que son de Cristo; después los últimos, cuando Cristo devuelva a Dios Padre su reino, una vez aniquilado todo principado, poder y fuerza. Cristo tiene que reinar hasta que Dios haga de sus enemigos estrado de sus pies. El último enemigo aniquilado será la muerte. Y, cuando todo esté sometido, entonces también el Hijo se someterá a Dios, al que se lo había sometido todo. Y así Dios lo será todo para todos.
………………………….
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (25,31-46)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria, y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas, de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha: «Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme.» Entonces los justos le contestarán: «Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?» Y el rey les dirá: «Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis.» Y entonces dirá a los de su izquierda: «Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis. Entonces también éstos contestarán: «Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistirnos?» Y él replicará: «Os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con uno de éstos, los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo.» Y éstos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.»