Este 1 de junio, la Conferencia Episcopal Española ha presentado públicamente un informe sobre abusos sexuales en la Iglesia “Para dar luz”. En el que se ofrece todos los elementos necesarios para comprender la situación sobre esta realidad. Para ello, recopila toda la información recibida en la Conferencia Episcopal y que se ha podido contrastar con las distintas fuentes.
El informe, sobre el que se ha venido trabajando desde 2018, está articulado en siete volúmenes, tiene una parte documental y otra informativa, que se va actualizando constantemente.
Estos son algunos datos del informe “Para dar luz”
En relación a la fecha en la que se cometieron los abusos, ordenados por décadas, se presenta que más del 80 % de los casos se produjeron en el siglo XX, y el 75% antes de 1990.
En aquellos victimarios en que las víctimas conocen su situación vital, el 63,60% de los victimarios están fallecidos y el 36,40% están vivos.
En total 927 víctimas han presentado testimonios sobre 728 victimarios que cometieron abusos sexuales en el ámbito de la Iglesia católica. En relación al sexo, aunque sus agresores son, en más del 99% varones, las víctimas son varones en el 82,62% de los casos y mujeres en el 17,38% de los casos.
En cuanto a la pertenencia a la Iglesia, de los 728 victimarios, la mayoría, 378, son clérigos, lo que supone el 52%. Además, hay 208 religiosos (o religiosas) no ordenados sacerdotes, 92 laicos. También hay 23 testimonios en los que el denunciante no supo la condición eclesial del agresor, o un diácono.
Reflexión:
No nos cabe la menor duda de que Detrás de los abusos anda el Maligno, el enemigo de Cristo, la Iglesia y la Humanidad anda detrás de este mal que nos aqueja. Es un mal tremendo y diabólico que perjudica a todos, es un mal intrínsecamente perverso sin nada de mezcla de bien, es un mal puro, demoniaco. Y tan ese así que el mismo Jesucristo llegó a pronunciar esas palabra tremendas: «Al que escandalice a uno de estos pequeños, más le vale que le cuelguen al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y le hundan en lo profundo del mar» (Mt, 18,6 ss).
Es doloroso para las víctimas, para los ejecutores, para el entorno, y centrándonos en la fe católica, para la Iglesia, para sus miembros (clero y fieles). La Iglesia, especialmente, ha sufrido el desprestigio total con este asunto, (amén de las considerable reapariciones económicas a las victimas).
Viendo las cifras (378, son clérigos, lo que supone el 52%. Además, hay 208 religiosos/sas) se deduce que consagrados son responsables de esos abusos son 586, en toda la serie histórica, y que, aunque desgraciadamente sean muchos, en sí representaría un número pequeño con el total de conjunto de todos los sacerdotes y religiosos.
Por otro lado está el que los agresores son, en más del 99% varones, las víctimas son varones en el 82,62% de los casos y mujeres en el 17,38% de los casos. De lo que se deduce que la inmensa mayoría de las víctimas de los abusos son varones y los agresores también en prácticamente totalidad son también varones; por tanto, quiere decirse que eran los agresores en su gran mayoría homosexuales. De lo que se que se deduce es que la pulsión homosexual es potente y difícil de controlar.
En este sentido, la decisión del papa Francisco de que no se permitiera el acceso a los sermonarios a quien fuera homosexual, nos parece absolutamente acertado y necesario para evitar que prolifere este conducta, que a lo que se ve se da con una propensión en consagrados homosexuales. Lo cual evitaría muchos nuevos casos, con el consiguiente drama para las víctimas y también para el prestigio y la imagen de la Iglesia, y también para muchos buenos sacerdotes que se ven angustiados y sometidos a escarnio, y con la amenaza latente de ser inculpados inocentemente, con las consabidas y dramáticas consecuencias de verse marcado de por vida e incluso de ser expulsado del ejercicio de la vocación a la que Dios le llamó para toda su vida.
No se conseguirá del todo que no sucedan casos de abusos, pero una gran parte sí; quedando —si se puede hablar así— en algo insignificante en comparación con la considerable pederastia y pedofilia existentes en el mundo, y más que va a ver, dado la deriva de inmoralidad y desenfreno sexual cada vez mayor. No obstante, dada la cristianofobia cada vez mayor, la Iglesia aparecerá como la responsable de la pederastia; la totalidad de los responsables de los abusos —como estamos comprobando— son casi en su totalidad y más adelante aún más de la sociedad atea, pagana, y sin embargo, sus responsables (e instituciones, si las hubiera) no aparecen en los medios de comunicación ni se hace escarnio de ellos; en la opinión ha quedado instalada la idea de la culpabilidad de los curas en lo concerniente a ese sangrante asunto. Muy desgraciadamente. Recemos.
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«Otro, ahora desaforado, ataque a la Iglesia con el asunto de los abusos sexuales»
«Los abusos sexuales de miembros de la Iglesia»