«Roma veduta, fede perduta»

«Roma veduta, fede perduta»

San Pedro, el Vaticano.

No nos cabe la menor duda que la elección del Papa Francisco fue y es un don  de Dios.

La primera y más difícil tarea emprendida por el Pontífice fue la de limpiar el Vaticano.

El Gobierno de la Iglesia actual está realizando una gran actividad —pública y privada— con un propósito definido: reflotar la Iglesia recuperando el discurso de Jesucristo. Cueste lo que cueste. Contra viento y marea.

La reforma de la Curia romana era algo que todo el mundo pedía se realizara, excepto los aceptados (prelados lobbystas, carreristas, funcionarios de lo sagrado, inmovilistas herméticos, acomodados vividores, especuladores, chismosos, etc., etc .).

Estos hacían que tristemente cobrara realidad el dicho:  “Roma veduta, fede perduta (Vista Roma, perdida la fe)” «Quien visitó o vivió en Roma, perdió la fe».

La reforma del IOR era algo imprescindible a acometer. No podía darse esa opacidad… en las cuentas del Banco de la Santa Sede, ¡una vergüenza!

Otro tema sangrante es la pompa y hasta lujo de algunos prelados. A los que no les sentó nada bien que el Papa Francisco, fuera a vivir a Santa Marta y asumiera un estilo de vida austero.

Este actitud que es testimonio de lo que significa seguir a Cristo, nos hace reencontrarnos con nuestra fe lastimada. Ante antitestimonios  poco cristianos como el de el cardenal Tarzicio Bertone, ex secretario de Estado del Vaticano, que reside de un ático de lujo… (e incluso de habla hasta de una treinte de prelados que tienen casas muy bien acomodadas); aparece, la figura del arzobispo polaco Konrad Krajewski que ha dejado su apartamento de la calle romana de Via Borgo Pio a una familia de refugiados, duerme en su oficina.

El prelado se trasladó a su oficina, situada en el último piso de un pequeño edificio de Roma. “Es una cosa normal, nada excepcional”, explica humildemente el arzobispo al diario La Repubblica. “Son muchos los sacerdotes del mundo que, desde hace mucho, comportan así. La caridad y la generosidad está en el ADN de la Iglesia. A cada uno se le pide una cosa según su misión. Yo no tengo familia, soy un simple sacerdote, ofrezco mi apartamento, que no me cuesta nada”, señala Konrad.

 

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