
Todos los años al finalizar el año se miran estadísticas. Y repetitivamente según se van sucediendo los años se va dando un dato inquietante: el incremento del número de suicidios. Y no es debido al aumento de población, pues tal en España —país al que hacemos referencia— no ha aumentado (más bien hay un estancamiento o disminución de la población, pues «se ha renunciado a tener hijos»).
Este es el dato actual: en el 2020 se dieron más suicidios que ningún otro año de los registrados (1906): 3941 personas se quitaron la vida ese año, lo que representaba un aumento de 7,4% comparado con el 2019. Otro hecho significativo es que el número de varones que se quitan la vida en comparación con el de mujeres es casi 3 veces más: 74% hombres, y el 26% mujeres. ¿Por qué?
Los suicidios representan la mayor causa externa (no enfermedad), supera cualquier otra: accidentes de tráfico, laborales, violencia, etc.
El suicidio que el suicido cada vez es mayor en general, en Occidente, del que España es un botón de muestra —aunque es uno de los países en que menos se suicidaba la gente—, quiere de decir algo, ¿a qué se debe?
Al menos, ante esta realidad ya no se detiene a explicarlo tirando balones fuera, alegando que no se tienen estadísticas de otros tiempos; porque sí las hay. Lo cierto es que este fenómeno dramáticamente dolorosa hoy día se da de manera alarmante como nunca, ratificado porque va en aumento de forma pertinaz. ¿Por qué ahora?
Es una realidad que se trata de tapar, de que o salga a la luz, especialmente por los familiares y los políticos, (como también ocurre con los homicidios y la delincuencia) porque desprestigia o habla mal de país. Pero llegado a un punto y por mucho que se trata de camuflar… la evidencia de impone: El suicidio es un indicador de que la sociedad no funciona.
Todo el mundo trata de explicarlo, echando la culpa a la salud mental; pero muy pocos hablan de la salud de espiritual, del alma… Es obvio que fundamentalmente es un problema más que mental, que también, en muchos casos, de la falta de sentido, de razón vital, de apertura a la Trascendencia, de desfondamiento interior, etc.
El abandono de la vivencia religiosa de la persona no nos cabe la menor duda de que está —en mayor o menor medida— detrás de la causa de estas muertes. Este país se está volviendo —como ocurre en todo Occidente— en un país de ateos, lo cual acarre cultivo de la religión como esperanza, sentido, como respuesta a muchos interrogantes… y en definitiva como un factor protector contra el suicidio. La fe religiosa ante una sociedad —espiritualmente— enferma es beneficiosa y sanadora.
Pero, claro, esto no se querrá reconocer, pero es cierto. Y no se hará, pues supone reconcomer errores, replantearse cosas… como cosmovisiones e ideologías materialistas, etc., y mirar al cielo. No, no lo harán…; antes muertos.