No cabe la menor duda de lo cierto de la afirmación de que «cuanto más mal hacemos más propiciamos que el mal crezca«. De modo que el mal (moral) que yo hago repercute en el mundo, en el sentido de que se posibilita al Mal un mayor potencial y capacidad de influencia; que su contagio se propague afectando a los seres humanos que viven en un contexto de mal y concupiscencia, y así un recién llegado a este mundo en un clima de pecado original abrumador tendría todas las posibilidades de echarse a perder. Todos, como pecadores, tenemos responsabilidad en el mal existente.
Hacemos esta reflexión, a raíz de un hecho luctuoso y tremendo ocurrido en España: unos padres, con trastornos mentales, por motivo de una discusión entre ellos —que ha servido de detonante—, han decidido poner fin a la vida de sus dos hijos —unas criaturitas de tres años y medio, el niño, y la niña, de cinco meses—. Y surge la pregunta: ¿por qué, Señor?…
Solo cabe pensar que el Maligno allí donde encuentra la posibilidad de influir para manifestar su esencia lo hace. Por mucho que se le quiera negar su existencia e incluso compadrear con él, el enemigo del bien y de la Humanidad es como el escorpión con la rana, que aunque ésta le ayudo sobre sí a pasar el río, la acabó «inopinadamente» picando; ¿por qué?, porque está en su naturaleza. Con el Malo es lo mismo, está en su ser el hacer el mal, y no cabe esperar de él otra cosa.
Ahora bien, la manifestación de la esencia del Mal, dependen en gran medida de que se lo posibilitemos. Allí, donde hay posibilidad de que el Maligno actúe, lo hará. De modo que como en el caso de este pareja, muy fácil de manipular dada su fragilidad mental y moral, ha desencadenado tan tremendo y doloroso mal.
Ahora surge la cuestión: ¿Acaso nosotros no tenemos algo de culpa —por poco que sea—, alguna responsabilidad en todo ello? En el sentido de que nuestro mal de alguna manera contribuye solidariamente a que el Mal tenga una mayor capacidad de desenvolverse en medio de nosotros.
De modo que cuanto más malos somos, cuando más participamos en el mal, cuanto más contribuimos a hacerlo presente, peor nos irá. Ya estamos viendo las manifestaciones del mal en nuestros días: el aumento de la delincuencia, violaciones, drogas, suicidios, guerras, las posesiones diabólicas, enfermedades…. y desgracias.
Cabe una pregunta y una reflexión final: ¿El mundo favoreciendo cada vez más la presencia influyente del Príncipe de las tinieblas, posibilitando que caiga bajo su poder, no estará conduciéndose a una situación tan insoportable en que el Cielo decidiera intervenir, como ya lo hiciera el momentos de rebeldía de la humanidad infiel y descarriada, y de la que tanto han hablado los profetas a lo largo de la historia…
Recordemos en el pasado que el mundo en tiempos de Noé el Mal, por la apertura provocada por la idolatría…, estaban tan extendido, que el Señor tuvo que intervenir para parar su avance exterminador, y sobrevino el diluvio; el mundo depurado por el agua, Y, posteriormente, el Mal volvió a crecer: recordemos en tiempos de Jesús, la numerosa cantidad de endemoniados que existían, y que su llega trayéndonos el Reino, paralizó ese avance diabólico, hasta llegar la Cristiandad. Y en el presente nos encontramos, tras el destilado revolucionario del siglo XVIII y las guerras del XIX, hemos llegado ahora las ideologías antihumanistas y anticristianas, en que el Mal campa a sus anchas, de tal formas que se podría decir que se ha consolidado lo de que «el mundo entero yace en poder del Maligno» (1 Jn 5,19b). En fin, ya veremos, las profecías sobre el fin de los tiempos esperan su momento.