Pensamientos de Fe (79)

  1. No hay verdadera libertad sin responsabilidad moral.  Hoy vivimos cada vez más en la amoralidad, en un eclipsamiento total de la conciencia, que posibilita la permisión de comportarnos como nos dé la gana, sin hacernos cargo de las consecuencias.           
  2. Por muy mayor que se sea hay que estar en la perspectiva de que Dios está por venir, de que Él se va a hacer presente, íntimamente en ti, como dijo el papa Francisco: «El mensaje del anciano creyente es: lo mejor está por llegar». Siempre hay que estar en la esperanza cierta como lo estuvo el anciano Simeón: al final de su vida le sucedió lo mejor.
  3. Es un hecho incontestable que cuando la cultura se seculariza y pierde sus raíces religiosas, se devalúa la dignidad de la vida humana; entre otras cosas, porque nos aparta de Dios quien ha proporcionado la mayor dignidad jamás imaginable: la de ser sus hijos.
  4. La debilidad es el momento de confiarse a la misericordia de Dios. De modo que la fragilidad humana lejos de ser una desgracia es la posibilidad de que la Gracia sea acogida por la confianza.
  5. Que prevalezca el espíritu sobre la materia; no queremos perecer lastrados por lo perecedero, por la corrupción.
  6. Se trata de tener un encuentro y vivir una experiencia personal con Cristo. Ese encuentro sólo sucederá cuando el Espíritu Santo te convenza de que él es el que toma la iniciativa.
  7.  Hemos sido salvados por la sangre de Cristo y no por nuestro comportamiento; este tan solo acompaña, traduce en nosotros lo ya operado por el Salvador.
  8. Si sacude a la sensibilidad, si espeluzna, ver el cuerpecito desmembrado de un bebe abortado, ¿por qué será? El clamor del alma que se escapa, delata…
  9.  El que Dios exista supone demasiado… Por eso mismo la gente huye. Saberse invitado a lo que Dios te tiene reservado no deja dormir.
  10. «Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; y serás bienaventurado, porque no pueden pagarte; te pagarán en la resurrección de los justos». (Lc 14,14). Siempre habrá quien critique -hay gente para todo- que es un dar a los pobres por el interés de ser pegado en el cielo. Primero, Dios lo ha dispuesto así, y es pues suficiente, Él sabrá si hay un grado de egoísmo reprochable o si el peso de la generosa compasión es mayor; y segundo, es ejercer a la vez las virtudes teologales de la esperanza y de la fe, es decir, que se cree en las palabras de futuro de Dios; ah, y una tercera cosa más, hasta el pobre beneficiado se alegra de que seas así, y no como el que se escuda en razones para no ejercer la misericordia y no dar al necesitado; da y no busques excusas rácanas, de «malpagador», y haz la voluntad de Dios, que siempre santifica.

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