Pensamientos de Fe (56)

  1. El Señor siempre responde (confiemos en que siempre lo hará), pero no sabemos cuándo (Él tiene sus tiempos) y cómo (contestará de cualquier manera, sirviéndose de cualquier realidad) y lo que (hay que estar atento a que Dios nos puede responder algo distinto a lo que nosotros esperamos, y asumamos su voluntad, esta siempre es para nuestro bien).           
  2. Dios es el que da grandeza y dignidad sacra al ser humano, y lo hace, pues, intocable; de modo que eliminamos a Dios, hacemos un mundo ateo, el ser humano se convierte en “una partícula de la naturaleza o un elemento anónimo de la ciudad humana” (Gaudium et Spes del Concilio Vaticano II, n. 14). Así, si es una partícula, se le puede descartar y eliminar (=eutanasia, aborto, etc.).
  3. “¡Majadero! -dijo don Quijote a Sancho-, a los caballeros andantes no nos atañe juzgar a los encadenados con los que nos encontramos por el camino; sólo nos toca ayudarles como a menesterosos, poniendo nuestros ojos en sus penas y no en sus bellaquerías” (Cervantes). Cuando veamos a un pobre o miserable no nos detengamos en consideraciones valorativas, ¿quién sabe del grado de su responsabilidad? Esto solo le corresponde a Dios. Lo nuestro es obedecer su voluntad de que le socorramos. 
  4. En la Biblia, no hubo un milagro sin que antes existiera un problema. Si estás en medio de un problema, y ​​tienes fe, es muy probable -seguro- que pronto verás un milagro.
  5. «No nos pertenecemos, somos de Dios», esta es una máxima de los consagrados; pero es válida para todos -aunque no se sea muy consciente de ello-, especialmente para los que tenemos fe, aunque seamos sencillos miembros del Cuerpo místico.
  6. “No corras. Ve despacio. Adonde tienes que ir es a ti mismo…”, decía Gandhi. Allí, en tu «castillo interior» (Santa Teresa de Jesús), en tu templo (1 Cor 6,19), está el que es más mismisimo que tu mismo, el Espíritu Santo; el alma humana es la mediación más perfecta de cuantas existen en la que Dios se hace presente y manifiesta.
  7. Esto es como un dogma de fe -aunque no esté recogido en el Credo-: «lo visible tiene una causa invisible» (Heb 11,3). Dios es la realidad más presente aunque aparezca como ausente, Él es la causa de cuanto ven nuestros ojos, la obra creada y su desenvolverse, Él lo sostiene todo. La fe es la gracia de que lo sepamos; al ateo le es inabordable esta verdad, todo cuanto hay para él es la materia crasa, en ella acaba.
  8. Dios no nos habla sólo en la Biblia, ni en las secretas inspiraciones de nuestros corazones, sino también en los acontecimientos públicos y patentes de nuestro tiempo, y, sobre todo, a través de la Iglesia”, decía Th. Merton, y también por medio de los hermanos, de los ángeles que no vemos, de la conciencia, de los sacraméntenos, de la naturaleza, de todo y toda realidad existente, pues «todo es gracia».
  9. Dios habla en todo momento, especialmente en los momentos de la enfermedad y el dolor; este es el privilegio del sufrimiento: la presencia de Dios ahí se hace excepcional.
  10. La conversión implica transformación total de la vida personal surgida por una chispa de fe, que es gracia. Sin fe no hay conversión, y viceversa: es decir, sin acogida y rescoldo de esa chispa iniciaría, la fe se apega y pierde. Dice el Catecismo n.1428: Este esfuerzo de conversión no es sólo una obra humana. Es el movimiento del «corazón contrito» (Sal 51,19), atraído y movido por la gracia (cf Jn 6,44; 12,32) a responder al amor misericordioso de Dios que nos ha amado primero (cf 1 Jn 4,10).

 

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