Pensamientos de Fe (117)

  1. Quien se siente triste es porque vive demasiado pendiente de sí mismo.      
  2. Quien se siente vitalmente insatisfecho es porque vive en la sutil inquietud siempre latente de no haber resuelto las preguntas fundamentales: quién soy, de dónde vengo, a dónde voy, qué sentido tiene todo esto…
  3. Carecemos de libertad, de señorío sobre nosotros mismos, sobre nuestras adicciones, sobre nuestros deseos y caprichosos, sometidos a cosas fugaces, relativas, a las que hemos sometido nuestro ser, obviando lo fundamental y aquello trascendente por lo que merece la pena vivir.
  4. No se puede confundir deseo y voluntad, como hoy día ocurre como nunca y con toda naturalidad. Y esto que parece algo fútil, intrascendente, resulta ser importantísimo y a tomarse muy en serio por su gravedad.
  5. Justificar lo injustificable supone nuestra exculpación ante el mal que hacemos; lo cual es una psicopatología: carencia o frialdad de sentimientos compasivos. El primero con quien uno se tiene que compadecer es uno mismo: justificar lo injustificable es una falta de respeto sobre uno mismo, no responsabilizarse de su ser, no amarse a sí mismo.
  6. El relativismo es una contradicción en sí mismo: relativiza todo lo otro, excepto a sí mismo; se dogmatiza. Es pues el peor de los dogmatismos, pues se hace hipocresía: se oculta de su propia diatriba condenatoria de cualquier verdad.
  7. El Papa Francisco insta a priorizar la vida interior: Dedicar tiempo al Señor. Lo cual está en la más pura lógica evangélica, de aquello de Jesús: «Marta, Marta, por qué te afanas en tantas cosas, cuando una sola es la más importante» y «tu hermana, María Magdalena, ha escogido esa más importante, que no le será arrebata»: es decir, la adoración contemplativa.
  8. Tener la actitud misericordiosa de personar siempre y todo, es estar en la línea de Dios, que jamás deja de perdonar y nos recomienda que hagamos los mismos (hasta 70 veces 7). Es una gracia, una bendición sobrenatural, que santifica en primer lugar al que posé oferente esa actitud de disposición al perdón continuo e ilimitado, antes que se produzca en hecho material el perdón que repercute en generosidad santificante, reconciliadora, salvadora, para el ofensor.
  9. Algo que me marcó mucho cuando estudie moral teológica fue saber que San Alfonso María Ligorio, patrono de los moralistas, jamás había dejado ir a nadie que se le acercó a confesar sin recibir la absolución. Me llevó a esta reflexión: El hecho material de acercarse al confesionario, aunque el arrepentimiento tenga cierta deficiencias de no cumplir todos los requisitos estrictamente o ideales, quizá puedan tener un merma o economía, en pro de procurar la reconciliación… en el tiempo, en materia y forma; el caso es salvar al que se acerca pidiendo asistencia misericordiosa; que la estricta justicia no la frene para que un día la conversión se dé en plenitud.
  10. Todo pecado es un acto de lealtad contra uno mismo, una traición a su persona, y por supuesto, a los demás, a los que afectamos directa o indoctamente, aún en los pecados más íntimos y personalísimos; pues en todo pecado hay un incremento de mal que expulsamos a la atmosfera común que todos respiramos.

ACTUALIDAD CATÓLICA