Pensamientos de Fe (101)

  1. Hemos pasado del «cogito, ergo sum» (“pienso, luego soy” de la filosofia cartesiana) y el «amo, luego soy» del pensamiento cristiano, al “deseo, luego existo” de la cultura progre actual.        
  2. Vivirnos tiempos difíciles para vivir la fe y sus exigencias doctrinales. Todo parece estar poniéndose en cuestión; en un intento de adaptarse a los tiempos… Pero hay algo que no puede cambiar: la moral de la Iglesia; si la «cambia» alguien, será el Señor, y no los caprichos de los tiempos, el deseo progre o la mundanidad.  
  3. Acoger, prestarse a seguir, ser dócil… a las mociones del Espíritu Santo, con humildad, valentía y generosidad, es empezar a vivir al ritmo de Jesucristo.
  4. Los no creyentes dicen: por un lado, qué cómodo es creer, facilita la existencia; y por otro lado: el creer comporta un inculcar miedos (como el del infierno). Lo cual sería muy discutible; de momento, quedémonos en que hay algo de contradictorio entre ambas afirmaciones.
  5. Un experiencia propia: En la adoración del Santísimo, hay algún momento que se tiene una experiencia mística: el Señor, como viniendo a ti desde la Santísima Forma, parece rebasarte.
  6. Se están dando pasos cada vez más globalistas en dirección al establecimiento y legalización de la ideología de género, con todas sus variantes (transexualimo, pedofilia, poliamor, etc.). Este adoctrinamiento está trayendo una confusión generalizada en la adolescencia, ya uno cada cuatro sufren de disforia. Ya no es sólo cuestión de si se hormonan y se someten a la cirugía, etc., sino esa especie de cultura… basura que está contaminando a los niños de hoy. Es un atentar -rebelión- contra la naturaleza o el orden establecido en la creación por Dios.
  7. No especules con lo que te dice la conciencia recta; de lo contrario acabarás arteramente poniéndola de acuerdo a tus deseos e intereses. Algo muy propio del hombre de mundo o mundano. «Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su propia gente que los hijos de la luz.» (Lc 16,8).
  8. Los conversos o grandes pecadores santos, demuestra que se puede, con la ayuda de Dios, «nacer de nuevo». Nada está perdido incluso hasta el último momento: Jesús a Dimas: «esta tarde estarás conmigo en el paraíso». La esperanza no es que sea lo último que se pierda, sino que desde el punto de vista de la fe cristiana, jamás se pierde, pues salta hasta más allá de esta vida.
  9. Somos seres sexuados, así nacemos, siéndolo; no es elegible, y menos a posteriori; el ser se nos da así, como somos, no como desearíamos ser. El sexo es un hecho; no un futuro, a capricho; una reconstrucción contra natura, a-biológico. «La identidad sexual no se elige porque es un don de Dios» (Catecismo «Testigos del Señor»).
  10. La pretensión de acumular méritos es antievangélica. La argumentación de los talentos es un recurso a la responsabilidad, a un mínimo; a un echar mano al miedo, como medio de cumplir un mínimo exigible, es un posicionamiento en la obligación, en el «no» del AT, no-matarás, no-robaras, etc. Para quien vive en el ámbito del NT, su lógica no es la de mínimos, sino la de la sobreabundancia, lo gratuito, es don, entrega, son las Bienaventuranzas las que rigen, es el orden de las santidad, del amor.

 ACTUALIDAD CATÓLICA