Pensamiento mágico

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Al hecho confundir deseo con realidad, el supuestamente adulto –bípedo e implume de la actualidad– lo ha conceptualizado arteramente y eufemísticamente asignándolo la guapa denominación de pensamiento mágico.

Técnicamente, desde la psicología, el pensamiento mágico, que se da entre los 4 y 6 años de la infancia se caracteriza por seguir el principio de «la parte por el todo»: una parte posee las propiedades del todo al cual pertenece. Es incapaz de diferenciar la apariencia de la esencia.

El egocentrismo es tan grande como el individualismo y el egoísmo de hoy día. El atender al propio deseo lo ocupa todo. Aunque se niegue o no se sea consciente ello, la evidencia del sometimiento de la voluntad al capricho materialista del tener, del obtener el máximo de satisfacciones y placeres, es lo establecido en la mentalidad del ser humano actual. Esta actitud imperante no es sino obcecación materialista, una merma grave de la espiritualidad humana. Lo cual no está lejos de aquello que decía san Pablo: la avaricia es la fuente de todos los males (1Tm 6,10).

Y en esta inmadurez o mentalidad infantiloide nos encontramos hoy día. Y así se da el sorprendente fenómeno de que la gente –como envuelta en una burbuja ilusa– cree que lo que desea si lo piensa deseándolo vivamente se ha de hacer realidad. No hay nada que me impida realizar mi deseo, mi «pensamiento» caprichoso, no hay orden, naturaleza, moral, realidad, verdad, que me obligue… Todo está permitido, todo cuanto me pida el cuerpo.

Es una especie de surrealismo puro, producto de la idiocia humana. No tiene otro objeto que subvertir la verdad, con la aparente buena intención de tu eres el dueño de tu destino, una libertad absoluta, un genio creador, etc.

Pero está consiguiendo sus efectos: como todo es tan virtual, invisible, etc., uno se imagina cosas, sobre todo las que no existen y quisiera que existieran para él, como una vida cómoda y placentera, con un estupendo trabajo, con un sentido (o al menos, sin la pregunta sobre el mismo que inquiete), sin una responsabilidad de nada, sin una renuncia a nada, sin compromiso molesto, sin fidelidad a la verdad o a la palabra dada, sin obligaciones, sin deberes, sin restricciones, sin mayores a los que atender, sin ética, sin leyes naturales, sin valores ni principios, etc.

Nadie se atreve a decir la verdad sobre el asunto, todos guardan silencio una sociedad consentidora, víctima  y verdugo—, para no despertar de su hechizo mágico al feliz imberbe.

Del pensamiento mágico a la irresponsabilidad absoluta y a la locura hay un paso. Tal vez es lo que se pretende.

El ser humano tiene resortes desconocidos, que le trascienden, que le harán salir de este situación. Pero para muchos, sin posibilidad de rectificación, ya será tarde…, el destrozo se habrá consumado.

Mientras tanto estamos en un mundo de individualidades acríticas, amorfas, cual corchos a la deriva, sometidas a la ficción de una ilusión distópica, manipuladas, sin preguntas, sin porqués, sin respuestas, viviendo en la veleidad, en el antojo, somnolientos, instalados en un egoísmo confortable, a merced de la rutina y el placebo inmediato y fugaz, sin consistencia, sin nada que decir, ni que pensar, sin sentido ni nada parecido, sin importarles nada que no sea el gozo líquido…  El boicot a la vida. 

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