Pedid, y recibiréis

En este día, 20 de mayo, el Evangelio (Jn 16,23-28) trata de esta oración de petición, en la que Jesús nos recomienda que la hagamos al Padre, pero en su nombre; es decir, a hacerlo por medio de Jesús, que él ruegue al Padre por nosotros, como intercesor. Y el resultado será satisfactorio: el Padre «os lo dará«.

Estos son momentos en que Jesús está para concluir su paso por la Tierra y volver junto al Padre. Y nos va a enviar al Espíritu Santo. El va a ser quien a recodar todo lo que Jesús nos ha dicho, nos lo actualizará para que sigamos su voluntad, y nos ayudará a ello, a que pertenezcamos al Reino de Cristo y permanezcamos en él, viviendo santamente. Esta petición, la del don del Espíritu Santo, es la principal, la que Dios está dispuesto a concedérnosla ya; es más, es la que Dios, desde siempre, a partir del la ascensión Jesús a los cielos es la que nos está ofreciendo. De modo, que nuestra petición, sería como un decir «sí quiero», una aceptación del don más maravilloso que Dios nos puede dar: Él mismo. Entonces, «Vuestra alegría sea completa.»

En lugar de pedir sólo muchas cosas concretas en relación a las circunstancias de cada una de nuestras vidas, hemos de reconocer que siempre podemos y debemos pedir el don prometido por Cristo, el Espíritu Santo —y sus siete dones—. 

 

Lectura del santo evangelio según san Juan (16,23b-28):

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«En verdad, en verdad os digo: si pedís algo al Padre en mi nombre, os lo dará.
Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestra alegría sea completa.

Os he hablado de esto en comparaciones; viene la hora en que ya no hablaré en comparaciones, sino que os hablaré del Padre claramente.
Aquel día pediréis en mi nombre, y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os quiere, porque vosotros me queréis y creéis que yo salí de Dios.
Salí del Padre
y he venido al mundo, otra vez dejo el mundo y me voy al Padre».

 

Y Jesús, en la segunda parte del texto, dice que llega el momento en que ya nos hablará en parábolas, sino que nos hablará en otros términos más claros y directos. Será el tiempo del Espíritu Santo, quien nos hablara del Reino de Dios, recordamos directamente las palabras de Jesús. Cuando el Hijo esté junto al Padre.

En este tiempo afirma Jesús que no va precisa su intervención ante el Padre por nosotros: «pediréis en mi nombre, y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros«;  no es fundamental tal cometido de intermediación de nuestras peticiones; «pues el Padre mismo os quiere, porque vosotros me queréis y creéis que yo salí de Dios

Es decir, que ser cristiano, pertenecer a Cristo, estarle adherido por la fe y el amor, creyendo que salió de Dios; «Salí del Padre y he venido al mundo. Ahora dejo otra vez el mundo y voy al Padre». Jesús habla abiertamente, claramente, de ser el Mesías, el enviado del Padre, para dárnosle a conocer. Nos ha puesto en comunicación directa (conexión íntima) con el Padre; a través de Jesús, de creer en Él y amarle. Amándole y creyéndole, que el Espíritu Santo aviva en nosotros, Dios trino habita en nosotros: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Tenemos hilo directo con el Padre. El Padre nos ama, nos cuidada y atiende en cuanto le pidamos.

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