Paradojas abortistas

Desmembración en un aborto. /Youtube

Una de las cosas más chocantes de los abortistas es que siendo ellos tan progres, por lo general, amigos de los animales animalistas, que se las dan de protectores de esos indefensos animalitos (ganados vacuno, canes, gastos, especies exóticas, salvajes… de circo, etc.), en cambio para esos otros «animalitos racionales», los seres humanos más indefensos, con mayor dignidad, los nasciturus, no tienen ningún reparo en acabar con su vida.¿?

También cabe aplicarles el dicho «ojos que no ven, corazón que no siente«. En las clínicas abortistas procuran impedir que las madres vean el escáner o que escuchen el latido del corazón del hijo que llevan en su vientre; o si ya lo han extraído que vean los restos. Esto último ocurre para el común de los mortales, que se procura no enseñar fotos o videos del ser abortado. ¿Por qué? Está claro: el descuartizamiento de ese ser aniquilado es tan brutal e impactante para cualquier ser humano con un mínimo de sensibilidad que horroriza, y que debidamente reflexionado sobre esa realidad, se cambiaría la opinión al respecto de la aceptación del aborto.

Otra cosa que causa perplejidad es el cuajo que tiene esta gente pro abortista declarada, sin dudar para nada, sin que se les tambalee un poco la conciencia por dentro, el posicionamiento rotundo y categórico de exterminio, sin más, de esa vida que late y tiene toda apariencia humana, con sus miembros y estructura completa, que aunque tenga un tamaño tan pequeño, está completo en todo (y aún en el tamaño, es mayor a muchos animalitos…, por los que tanto se preocupan, pues muchos de ellos se llaman ecologistas -aman a todo bicho viviente, incluidas plantas, excepto a uno: al retoño de la especie humana).

Otra cosa chocante de esta gente abortista -por regla general suelen ser de tendencias de izquierdas -aunque los hay de derechas, muy progres ellos-, materialistas (en todo caso), y aunque se dicen muy amantes de la igualdad, la solidaridad, el altruismo, la compasión, la empatía, el humanismo, etc.-, es que, en cambio, a la hora de pensar en esos términos en el destino de esa personita que llama a la vida y también en ser solidarios con parejas que no pueden tener hijos y que aspiran a una adopción, se niegan a considerar es alternativa tan válida, solidaria y satisfactorio para ambas partes.

Hay países -como España- que se da la paradoja que un madre por es condenada  a cárcel por pegar dos cachetes a su hijo que no quería ducharse (la pena de cárcel ha sido sustituida por trabajos comunitarios ya que la mujer no cuenta antecedentes); al dueño de unos perros, que los tenía enjaulados y poco atendidos, una asociación en defensa de los animales pide 40 años de cárcel para el susodicho; la fiscalía, más prudente, sólo ha pedido un año de prisión. En cambio, una adolescente (no mayor de edad) puede abortar, sin más, con todos los parabienes, e incluso sin la autorización de sus padres.

En fin, paradójicamente siempre quedan entre los materialistas opiniones como la de don Gustavo Bueno, pensador independiente, filósofo marxista y tomista a la vez, ateo y padre del «materialismo filosófico» que defender el aborto era “consecuencia de un cúmulo de errores”; «nunca puede ser un derecho porque nadie es propietario de sí mismo ni del embrión», “defender el aborto es como defender la esclavitud”.

 

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