Obra de la gracia divina

El doctor E., en otro tiempo era uno de los médicos más ricos de la ciudad de H. Era agnóstico, hasta que un día encontró a Cristo, y entonces renunció a su consulta de la que obtenía pingües beneficios, y abrió una sencilla clínica a disipación de los pobres del «ghetto», de forma gratuita.


Su gesto generoso se contagió a otros colegas, llegando a ser 16 los médicos que colaboran gratuitamente con él.
La clínica ayuda a centenares de personas. Al día atiende de 150 a 200 enfermos. Unos son liberados de enfermedades corporales y espirituales, otros de esclavitudes de clases.
Hay que escuchar pacientemente sus enfermedades y dolencias; se le da un consejo; se le da amor. Damos a cada paciente los medios materiales indispensables: alimentos, vestidos, muebles, mejor casa. Las iglesias nos facilitan todas estas ayudas.
La fuente de inspiración es el vivir y transmitir el amor de Cristo. De ahí recibe la clínica la fuerza de entregarse.
«Pocos pacientes nos agradecen los cuidados médicos», señala E., «pero todos nos agradecen por la impresión que les hemos dado. Entre los diferentes responsables del funcionamiento de la clínica reina un gran amor, que repercute en los pacientes. Se establecen lazos personales profundo entre el enfermo y el personal que lo cuida. Todos se esfuerzan pro formar una gran fraternidad».
«Aquí se realizan normalmente pequeños milagros. El mes pasado, por causa de un tornado se hundió el techo. La farmacia se lleno de agua; los utensilios del laboratorio se vieron afectados. Lo anunció la radio local. Este mensaje produjo un número tan grande de respuestas de clínica, firmas industriales y médicos, que en muy poco tiempo disponíamos ya de un material tres veces superior al que teníamos antes del desastre. El Señor está con nosotros cada día».
«El Señor quiere que asumamos la vida, la miseria y la pobreza de estas personas. Nuestro primer objetivo no es el de ganar almas. Al contrario, aprendemos a darnos totalmente sin respetar nada a cambio. Pablo nos enseña que nosotros, los cristianos, estamos en el mundo, pero no somos del mundo».
Dentro de poco, se espera la llegada de tantos colaboradores voluntario que ya se hacen planes para recibir 650 enfermos podría. Por las noches y en los fines se semana, albañiles, carpinteros y electricistas trabajan gratuitamente en la puesta a punto de los nuevos locales.[1]

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[1] SMET, W.: «Comunidades carismáticas», Ed. Roma, Barcelona 1980, pp.105-124.