«El amo tuvo que reconocer que su mal administrador había procedido con habilidad. Pues los que pertenecen a este mundo son más hábiles en sus negocios que los que pertenecen a la luz«. (Lc 16,8).
El evangelio de la liturgia del día de hoy 4 de noviembre es según san Lucas (16,1-8):
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: «Había una vez un hombre rico que tenía un administrador, el cual fue acusado ante él de haberle malgastado sus bienes. Lo llamó y le dijo: «¿Es cierto lo que me han dicho de ti? Dame cuenta de tu trabajo, porque en adelante ya no serás administrador.» Entonces el administrador se puso a pensar: «¿Qué voy a hacer ahora que me quitan el trabajo? No tengo fuerzas para trabajar la tierra y me da vergüenza pedir limosna. Ya sé lo que voy a hacer, para tener a alguien que me reciba en su casa, cuando me despidan.» Entonces fue llamando uno por uno a los deudores de su amo. Al primero le preguntó: «¿Cuánto le debes a mi amo?» El hombre respondió: «Cien barriles de aceite.» El administrador le dijo: «Toma tu recibo, date prisa y haz otro por cincuenta.» Luego preguntó al siguiente: «Y tú, ¿cuánto debes?» Éste respondió: «Cien sacos de trigo.» El administrador le dijo: «Toma tu recibo y haz otro por ochenta.» Y el amo alabó al administrador injusto, porque había actuado con astucia. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su propia gente que los hijos de la luz».
Esta parábola el administración infiel da para homilías con todo tipo de interpretaciones. Pero lo fundamental, radica en la moraleja final: la parábola se distingue de la alegoría en que a diferencia de este que se desgrana en muchos puntos entro del contenido, aquella tiene un asunto total en el que centrarse. Por lo tanto hay que tener cuidado desvirtuar la parábola alegorizándola.
Hay quien se enreda en disquisiciones y matices sobre el contenido; pero el meollo o clave está en la moraleja final, expresada en versículo 8: «el amo alabó al administrador injusto, porque había actuado con astucia. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su propia gente que los hijos de la luz»
Llama la atención que el amo o señor alabe la conducta inmoral de su administrador. He mirado varias biblia para ver cómo lo exponían, porque la lectura adecuada sería: en lugar de alabó, se admiró; es decir, quedó admirado en el sentido de sorprendido, más que en una actitud laudatoria o de bendición, de aprobación como parece deducirse con ese alabó.
He mirado varías Biblias para contrastar lo que dicen:
«El señor alabó al administrador injusto porque había obrado astutamente, pues los hijos de este mundo son más astutos con los de su generación que los hijos de la luz.» (Biblia de Jerusalén)
«El amo alabó al mayordomo infiel de haber obrado sagazmente, pues los hijos de este siglo son más avisados entre sus congéneres que los hijos de la luz.» (Nacar-colunga)
«Y el señor alabó a este administrador deshonesto, por haber obrado tan hábilmente. Porque los hijos de este mundo son más astutos en sus trato con lo demás que los hijos de la luz.» (Vatican.va)
«El amo alabó al administrador injusto, porque había actuado con astucia. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su propia gente que los hijos de la luz» (Conferencia Episcopal Española).
A excepción de Ciudad Redonda, que se lee con buen criterio lo siguiente: «El amo tuvo que reconocer que su mal administrador había procedido con habilidad. Pues los que pertenecen a este mundo son más hábiles en sus negocios que los que pertenecen a la luz«. (ciudadredonda.org).
La sagacidad del empleado había sorprendido a su jefe que le había confiado el cuidado y la administración de sus negocios. Pero es comportamiento hábil es una astucia deshonesta, injusta e inmoral; algo propio de la gente mundana, de los que viven pendientes de la ganancia de este mundo, sin mayor miramiento que el beneficio propio; lo cual es contrario al espíritu de los hijos de la luz o del reino de Dios, de los que viven en gracia y según el Espíritu divino haciendo la voluntad de Cristo.
A nadie se le escapa, es obvio, que a la hora de conseguir más cosas materiales (beneficios económicos, por ejemplo) las personas que no son honradas, que se permiten moralmente hacer cualquier tropelía en los negocios (sorteando impuestos, variar los precios, estafar, etc.) obtener ventajas sobre la competencia honrada.